miércoles, 9 de enero de 2019

3. Gnoseología.

Resultado de imagen de cormorán guerra del golfo


1. La gnoseología.
1.1. Naturaleza del conocimiento.
1.2. Origen del conocimiento.
1.3. Límites del conocimiento. 

 Los problemas en torno al conocimiento son centrales en la filosofía y su consideración se inicia con la filosofía misma, especialmente en el diálogo filosófico Teeteto de Platón. Prácticamente todos los grandes filósofos han contribuido a la gnoseología

1. La gnoseología.


La gnoseología (del griego γνωσις, gnōsis, «conocimiento» o «facultad de conocer», y λόγος, logos, «razonamiento» o «discurso»), también llamada teoría del conocimiento,​ es la rama de la filosofía que estudia la naturaleza, el origen y los límites del conocimiento.


Otras disciplinas,algunas también ramas de la filosofía, también se ocupan del conocimiento en general, pero desde otros puntos de vista. 

- La psicología estudia los aspectos de la vida mental implícitos en el conocer.

La lógica estudia la corrección o incorrección de los razonamientos que pueden implicar nuevos conocimientos.

- La metafísica (más en concreto, la ontología) estudia la naturaleza de los objetos que se pueden conocer. 

Pero al igual que pasaba con la Antropología filosófica, que frente a las demás ramas de la filosofía que estudian una parte del ser humano cada una de ellas y solo ella lo estudia en su totalidad (hasta el punto de intentar definir su esencia), también la gnoseología se pregunta por el conocimiento en general (y no solo por alguna de sus partes, como, al contrario, ya hacen las citadas psicología, lógica y ontología).
 1.1. La naturaleza del conocimiento en general:
La gnoseología no estudia los conocimientos particulares como pueden ser los conocimientos de la física, de la matemática o de nuestro entorno inmediato.

En la gnoseología se suele distinguir entre tres tipos de conocimiento: el conocimiento proposicional, el conocimiento práctico o performativo, y el conocimiento directo (acquaintance). El primero se asocia a la expresión «saber que», el segundo a la expresión «saber cómo», y el tercero, en el español, se asocia a la expresión «conocer» (en vez de «saber»). Así se dice, por ejemplo, que en la biología se sabe que los perros son mamíferos. Este es un conocimiento proposicional. Luego existe un saber cómo entrenar un perro, el cual es un conocimiento práctico o performativo. Y por último, el conocimiento por familiaridad es aquel que posee quien dice, por ejemplo, «yo conozco a mi perro». La mayoría del trabajo en gnoseología se centra en el primer tipo de conocimiento.

a) Conocimiento proposicional.

El conocimiento proposicional es un tipo de conocimiento intelectual que se tiene cuando un sujeto sabe que X:
 
Si X es verdadero
Si cree en la verdad de X
Si hay fundamento para creer en X

Se lo asocia a la expresión del lenguaje ordinario "saber que" (en inglés, know that) . Por ejemplo, decimos que sabemos que la Luna orbita alrededor de la Tierra, que el texto que tenemos delante de los ojos está en español, que padecemos de dolor de muelas, o que 2 + 2 = 4. Todos estos conocimientos son muy diversos entre sí, pero tienen en común que todos son conocimiento de una proposición.



b) Conocimiento práctico o performativo.



El conocimiento práctico, también llamado conocimiento operacional o procedimental, es el conocimiento que se tiene cuando se poseen las destrezas necesarias para llevar a cabo una acción. Se lo asocia a la expresión "saber cómo" (know how). Por ejemplo, decimos que sabemos cómo ir en bicicleta, cómo redactar una carta comercial o cómo amamantar un niño.


c) Conocimiento directo por familiaridad y por descripción.


El conocimiento directo, u objetivo (de objeto), es el conocimiento que se puede tener de las entidades. En español, el conocimiento directo se asocia a la expresión "conocer". Por ejemplo, decimos que conocemos a Juan Pérez, que conocemos tal canción, que conocemos París.

Bertrand Russell trazó una distinción influyente entre conocimiento por familiaridad (en inglés, knowledge by acquaintance) y conocimiento por descripción. El primer tipo de conocimiento es el conocimiento de un objeto al que se tiene acceso directo, como puede ser una percepción o un dolor. El segundo es en cambio el conocimiento de un objeto al que no se tiene acceso directo, al que llegamos solo mediante una descripción definida que refiere unívocamente al objeto siendo conocido. Por ejemplo, nuestro conocimiento del agua es un caso de conocimiento por familiaridad, mientras que nuestro conocimiento del centro del Sol es un caso de conocimiento por descripción.​
1.2. El origen del conocimiento: racionalismo, empirismo e idealismo trascendental.

Un debate importante y recurrente en la gnoseología es aquel entre el racionalismo y el empirismo.

- El racionalismo es la doctrina que sostiene que parte de nuestro conocimiento proviene de una «intuición racional» de algún tipo, o de deducciones a partir de estas intuiciones.

-El empirismo defiende, en cambio, que todo conocimiento proviene de la experiencia sensorial.

- Idealismo trascendental: Este contraste está asociado a la distinción entre conocimiento a priori y conocimiento a posteriori,9​ cuya exposición más famosa se encuentra en la introducción a la Crítica de la razón pura, de Immanuel Kant.

Existen dos formas de adquirir el conocimiento:
  • Sentidos: Es la información que se adquiere por contacto, visión, olfato, audición, gusto o cualquier otro sentido como la propiocepción. Una variante elaborada de esta forma es la transmisión de información entre personas, por ejemplo, comunicar lo que hizo una persona cuando estaba sola.
  • Razón: Elabora la información e infiere una conclusión. Por ejemplo: si se ponen todas las piezas de un juego de ajedrez en una bolsa oscura y se van retirando una por una, cuando quede una sola pieza se podrá saber cuál es esta pieza sin necesidad de sacarla.

 
 1.3. Los límites del conocimiento.​ 

1. Bajo sospecha: la actitud socrática. 

 







2. Mentir: intermitencia disfuncional entre el pensar, el decir y el hacer.

- ¿En qué sentido "mentir"  es extramoral, es decir, forma parte de nuestra manera normal de pensar, decir y hacer?

- ¿Cómo puede la mentira convertir el pasado en futuro? ¿Y qué nos dice la capacidad de mentir sobre la relación entre libertad y tiempo?

3El postureo: "teatro enfático de lo cotidiano" (Foucault).

- ¿Qué es, cuáles son las causas y cuáles son las consecuencias del postureo tal como lo define Foucault?


4. La era de la posverdad.

- ¿Cómo distingue Marina Garcés entre posverdad y crítica? La sospecha ante la mentira, ¿ha de ser crítica o paranoica?

- ¿Cuáles son las mentiras de la transparencia?

- Define y relaciona ambos conceptos.

- Distingue y valora la diferencia entre "mentiroso" y "bullshitter" de Harry Francfurt.

- La sinceridad como logorrea sentimental, ¿es una prueba de verdad? ¿Y la simplicidad expresiva?

5. Verdades racionales y verdades factuales.

- Diferencias y ejemplos.

- Tozudez y contingencia de las verdades factuales. 

 - ¿Qué es dar naturaleza fáctica a la contrafacción?

6. Webs, fake news, Face2face.

- La actitud activa de sospecha crítica ante la mentira, ¿puede también dar lugar a una actitud pasiva y victimista ante la mentira?

 7. Low cost de la mentira y volatilidad de la verdad.


 - ¿Es tan grave mentir?

 - ¿Es tan indestructible la verdad? 

8. La simulación, prueba del algodón de lo humano.


- ¿Qué tipo de sospecha afecta a todo lo que hacemos los seres humanos? ¿Hay salida?

- ¿Qué forma de simulación exige la puesta en funcionamiento de más capacidades humanas?  

 - ¿Puede una persona ser natural de verdad?

9. Fotografía y mentira.

- ¿Cómo refleja el origen histórico de la fotografía la incapacidad del ser humano para reflejar lo natural sin contaminarlo de artificialidad?

- ¿Cómo desenmascaran las fantasmagorías de Joan Fontcuberta el postureo científico? 

- ¿Cómo ha cambiado el orden visual actual como consecuencia del uso que se hace de la fotografía?

10. De utilitati credendi (San Agustín): el fingimiento de la confianza.

 ¿Qué utilidad puede fingir confianza? ¿Pero por qué tendríamos que desconfiar? 

11. Mentira y comunicación.   

- La mentira, ¿impide o posibilita la comunicación?

- ¿Podríamos comunicarnos como seres humanos si siempre dijéramos la verdad?

- ¿Por qué la ironía nos hace humanos y qué tiene que ver con la risa, la mentira y el cinismo?

12. Mentiras piadosas y mentiras maliciosas.

- ¿Qué similitudes encontraría Sánchez Ferlosio entre los actuales programas de enseñanza y las playlist de Spotify, los grupos de amigos de tus redes sociales o  los menús de películas de Netflix? 

- ¿Esta forma de elgir lo que se estudia favorece la actitud de sospecha en la que debemos estar instalados tal como la describen Eco y Popper?

13. La realidad supera a la ficción.

- ¿Por qué la mentira es una realidad exagerada?

- Según Aristóteles, la mentira como realidad exagerada, ¿hace que la realidad sea más confortable?

- La mentira, ¿puede hacer que la realidad sea tan confortable que no tengamos que comprometernos con ella?

- ¿Y si al final la mentira no fuera para tanto?

- Pero, ¿por qué nos resistimos a aceptar que era mentira?

- ¿Qué está más de actualidad, "la mentira del espectáculo o el espectáculo de la mentira?


1. Bajo sospecha: la actitud socrática.

¿Cómo llega Umberto Eco a relacionar "mentira" y "sospecha"?

Umberto Eco (1932-2016). Número Cero:

"¿No viste en los telediarios de hace un año, con la Guerra del Golfo, al cormorán cubierto de alquitrán que agonizaba en el Golfo Pérsico? Luego se comprobó que en aquella estación del año era imposible que hubiera cormoranes en el golfo, y esas imágenes se remontaban a ocho años atrás, a los tiempos de la guerra entre Irán e Irak. O si no, como dijeron otros, sacaron unos cormoranes del zoo y los embadurnaron con petróleo (...) ¿De verdad fueron a la Luna los americanos? No es imposible que hayan construido todo en un estudio; si te fijas, las sombras de los astronautas después del alunizaje no son creíbles. ¿Y la guerra del Golfo?, ¿ocurrió de verdad o nos hicieron ver sólo las imágenes de viejos recopilatorios? Vivimos en la mentira y, si sabes que te mienten, debes vivir instalado en la sospecha."


2ª Según Popper, lo habitual en nuestra época es ante la mentira, "vivir instalado en la sospecha"?

Karl R. Popper (1902-1994). El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la racionalidad:

"El primer deber de todo estudiante serio es proseguir el desarrollo del conocimiento participando en la búsqueda de la verdad, o en la búsqueda de mejores aproximaciones a la verdad. Todo estudiante es falible, por supuesto, como lo son incluso los más grandes maestros: todo el mundo está condenado a cometer errores, hasta los más grandes pensadores. Aunque este hecho debiera ayudarnos a no tomar excesivamente en serio nuestros errores, tenemos que resistir la tentación de desdeñarlos con negligencia: el establecimiento de elevados patrones para juzgar nuestro trabajo y el deber de hacer, mediante el trabajo esforzado, que esos patones sean cada vez más exigentes, son dos cosas indispensables. Al mismo tiempo, jamás debemos olvidarnos (especialmente en lo concerniente a la aplicación de la ciencia) de la finitud y la falibilidad de nuestro conocimiento, ni de la infinitud de nuestra ignorancia".


El 21 de agosto de 2017 estaba anunciado un eclipse de sol, que sería total sólo para los que lo contemplaran desde EE.UU. Para tan extraordinaria ocasión, el presidente Trump salió al balcón de la Casa Blanca acompañado por su mujer y su hijo a la hora indicada y levantó la vista, con los ojos entrecerrados, hacia el fenómeno, y la mantuvo durante interminables segundos. Justo lo contrario de lo que recomendaban insistentemente las autoridades sanitarias de EE.UU y del mundo. Alguien gritó, mientras el presidente desafiaba las precauciones, "Don't look". 

El caso no puede dejar de recordar el relato platónico de la caverna: el desafío de Trump no era sólo un acto de insumisión a la ciencia y a la racionalidad, un insensato ejemplo de imprudencia que podría ser imitado con efectos nocivos, una bravuconada de macho alfa similar a las de Putin con el torso desnudo, pescando o cazando en Siberia. Era mirar a la luz directamente, mirar a la Verdad retándola, y no a través de los filtros para rayos ultravioleta de las ganas ni en unos monitores de televisión. Pero no para aprender de ella, aunque fuera dolorosamente (Platón advierte del dolor y de la ceguera temporal que sufriría aquel que, tomando la salida de la cueva, se enfrentara por primera vez a la claridad del exterior y a la propia luz del sol). No para remontarse del mundo sensible al inteligible, no para alcanzar 

"la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público" (La República, Libro VII, 517c). 

Más bien para mofarse, como si Trump fuera inmune al fulgor de la verdad. Pero la cuestión es que la posverdad lo mismo sube a los palacios de los jefes de estado como baja a las cabañas de los ciudadanos de a pie, aunque sin duda son mucho más sombrías y destructivas las primeras porque, como sabemos, corruptio optimi, pessima.

2. Mentir: intermitencia disfuncional entre el pensar, el decir y el hacer.

En el film de Wim Wenders El cielo sobre Berlín, el ángel Damiel tiene una larga conversación con su colega Cassiel, sentados ambos en un automóvil de lujo dentro de un concesionario y protegidos de las miradas humanas por su naturaleza angélica. En esa conversación, Damiel le confiesa todo aquello que desearía hacer, pero no puede:

"Notar que tengo peso, que se anulara la ausencia de fronteras, y ligarme a la Tierra (...) Poder decir: '¡Ahora, ahora, y ahora!' Y ya no decir más 'desde siempre' o 'eternamente'. Sentarme en la silla libre en una partida de cartas. Que me saluden aunque sea con un pequeño movimiento de cabeza. Siempre que hemos participado en algo, ha sido fingiendo. Hemos fingido que en una velada de lucha nos dislocaban la cadera... Hemos fingido que pescábamos en compañía... Hemos fingido que nos sentábamos a la mesa, y bebíamos y comíamos... Que nos servían cordero asado y vino en las tiendas del desierto... sólo lo fingíamos. No es que quiera tener un hijo, ni plantar un árbol. Pero qué agradable debe ser volver a casa después de un día pesado, y dar de comer al gato como hace Philip Marlowe. Tener fiebre, mancharse los dedos de negro al leer el periódico, entusiasmarse no sólo por cosas espirituales, sino por las comidas, por el contorno de una nuca, por una oreja. Mentir. Como un bellaco."

Los ángeles tienen envidia de muchas cosas, pero entre ellas no ocupa un lugar menor la mentira desatada. Su vida sin muerte, sin caída ni redención, está condenada a un eterno aburrimiento intachable, una vida aderezada tan solo por los breves ensueños en los que se ponen en nuestra piel y simulan tener necesidades, deseos, pulsiones humanas, sin tenerlos. Los seres humanos, a diferencia de los ángeles, no sólo sufren y gozan, también manifiestan a menudo una intermitencia disfuncional entre lo que piensan, dicen y hacen. Esa mentira bellaca es la que ansían los ángeles.


La verdad factual, los hechos, son siempre cosa del pasado. Lo que hace la mentira es devolver al pasado al estado de fragilidad, de potencialidad, que tiene el futuro, mientras los hechos, en cambio, se resisten con obstinación a su deformación: a su fragilidad le oponen la resiliencia.

Paradójicamente nuestra habilidad para mentir -pero no necesariamente nuestra habilidad para decir la verdad- es uno de los pocos datos evidentes y demostrables que confirman la libertad humana. 


3. El postureo: "teatro enfático de lo cotidiano" (Foucault).

En una época de exposición continuada a los nuevos medios, muy a menudo por obra nuestra, de cada uno, a través de las redes sociales, se diría que todo discurso y toda imagen que se hacen públicas son indefectiblemente "postureo". Si todo es pose destinada a provocar un efecto en un receptor real o imaginario, pose la del famoso que finge huir de la atención mediática que ya tiene ganada y pose la del anónimo que se muere por ganarla, pose del que se disfraza, se maquilla, hace cosas excéntricas o chocantes, y pose del que se presenta haciendo gala de naturalidad, pose incluso la del paseante solitario que, si no se graba a sí mismo haciendo esto o aquello, intuye al menos estar siendo grabado por por multitud de cámaras en su recorrido urbano, entonces, ¿dónde encontrar la medida de lo auténtico, captar la epifanía del gesto no premeditado o del texto no tejido burdamente con los efectos que desea provocar?

Alguien objetará que todo gesto y todo texto han tenido siempre un destinatario, real o imaginario, sobre el que se pretendía ejercer un efecto. Sí, pero nunca en la historia de la comunicación nos habíamos encontrado en la tesitura de convertirnos en emisores o difusores de gestos y textos a una audiencia tan potencialmente vasta, gracias a esos dispositivos que nos acompañan a todas partes. Nunca nos habíamos sentido tan empoderados de comunicabilidad: de ver y de ser vistos, de leer y de ser leídos, de escuchar y de ser escuchados. Y tan ansiosos de que todo ello cause aprobación (o no) en los otros, circule, provoque comentarios y reacciones, es decir, sea respondido.

Si no sólo llevamos encima constantemente cámara de fotos y de vídeo en el móvil, que usamos sin cesar, compartiendo el resultado con una comunidad virtualmente amplísima, sino que somos capaces también de manipular tanto los documentos que hacemos como los que recibimos, y lanzarlos de nuevo al tráfago de la red, entonces ya no hay declaración que no provoque sospechas por tergiversación o fuera de contexto, imagen bajo la que no se insinúe "Photoshop", corte de audio o montaje de vídeo que no atribuyamos en algún momento a imitadores o a usurpadores, a una manipulación en suma. Si esto lo hace el usuario no especialmente dotado, ni de medios técnicos ni de pruebas de convicción, ¿qué diremos de los servicios de inteligencia, de los aparatos gubernamentales, de los grandes grupos industriales, de los conglomerados mediáticos o de los proveedores de acceso a la red y gestores de motores de búsqueda o de servicios o aplicaciones "online"? Y entonces, ¿cómo discriminar entre aquello digno de crédito y aquello que no ha sufrido retorcimientos más o menos sutiles o violentos, sean bien o malintencionados?

Y si esas declaraciones, imágenes y audios -con independencia de su correspondencia con la realidad de los hechos- conviven con infinitas interpretaciones sobre ellos, cada cual teñida de su color, entonces ¿dónde queda espacio para mentiras 'auténticas' que se destaquen claras y distintas contra un fondo de verdad consensuada? Se nos revuelve todo en un caldo espeso de presuntos hechos que llevan a cuestas el hatillo de todas las pruebas que los ratifican y los desmienten a un tiempo, de los comentarios que los ensalzan o los denigran, de las especulaciones que desvelan intenciones confesables o no. ¿Dónde quedan las cosas de las que hablar, los hechos? Sepultados bajo tal montaña de sedimentos instantáneos (comentarios, interpretaciones, homenajes, parodias, chismes) que sólo un ingente trabajo de paleontología de la actualidad podría acometer su búsqueda.

Ante todo este "teatro enfático de lo cotidiano", como habría dicho Foucault, pero en una época que multiplica exponencialmente los escenarios y las funciones, la nómina de actores y figurantes, la tramoya y el atrezzo, ¿dónde queda la mentira? Si todo es mentira, o al menos eso sospechamos, no hay un horizonte de verdad donde contrastarla y ponderarla

4. La era de la posverdad.

Marina Garcés.

“La credulidad de nuestro tiempo es voluntaria. No es fruto de una ignorancia ingenua, de una bobería virginal sino todo lo contrario. Nos creemos lo que más nos conviene para sostener la idea que queremos tener del mundo según nuestros intereses más inmediatos. A esto, los medios de comunicación lo han llamado posverdad, que simplemente quiere decir que nos importa un bledo que lo que nos dicen sea verdad mientras nos vaya bien. Ésta es la credulidad de nuestro tiempo y ésta es la base de nuestra relación tan acrítica con lo que pasa. Nos quejamos mucho, expresamos emociones muy intensas en las redes sociales, pero somos profundamente acríticos. La crítica no es emitir juicios de aprecio o de rechazo, un ‘me gusta’ o un ‘no me gusta’, o un piropo o un insulto. La crítica es la tarea de buscar criterios con los que discriminar lo interesante y no lo interesante de lo que ocurre, lo importante y lo descartable, lo bueno y lo malo, y poder actuar en consecuencia. Es una tarea práctica que nos obliga a interrogar y a adentrarnos en lo que no sabemos.”  
1ª Distingue entre ignorancia y posverdad.
2ª Distingue entre la tarea crítica y la expresión de las emociones. 


Las posverdades son mentiras de torpe confección, carentes de cualquier sesgo irónico, enunciadas con la seriedad y solemnidad del mentecato o del patán. Son el grado más elemental de lo mendaz, el descaro de la trola que no se protege y que no sólo pretende engañarnos sino insultar nuestra inteligencia y nuestra sensibiliad. 

a) La posverdad, decepcionante transparencia de la mentira.

Byung-Chul Han, en su libro La sociedad de la transparencia, trata la era de la post-privacy como "psicopolítica", señala las diferencias entre transparencia y verdad y aboga por la necesidad del secreto.


La posverdad debe quizá su gloria, no sabemos si efímera, a que ha acertado a dar nombre al malestar producido por fenómenos distintos que parecen responder a un espíritu del tiempo, fenómenos que sugieren un fracaso del consenso intersubjetivo, que parte de fuentes bien informadas, sobre los hechos acaecidos. Es deir, la posverdad se nutre de la oscilación indecidible entre versiones de la realidad que parecen no poder someterse a prueba de falsación y, en ese caos, bien la confianza ciega en fuentes que no habrían merecido crédito, bien la desonfianza rampante hacia otras que lo tenían ganado y pensaban que era de por vida. Que todo ello suceda en una época que ha consagrado "la transparencia" como gran imperativo no sólo de todo lo público, sino de la publicidad de lo privado, y por lo tanto de su inmolación artificial en las pantallas y en las redes sociales, en una época que se produce, difunde, exhibe ingentes cantidades de "datos" y los enarbola como si fueran emanaciones de la verdad, no puede sino inquietarnos.

Si la posverdad puede ser definida como una decepcionante transparencia de la mentira, es necesario oponerle un ejercicio minucioso e implacabale que denuncie las mentiras de la transparecia. 

b) Posverdad y disonancia cognitiva.




La posverdad es una especie de autoengaño, con todas las paradojas que esto implica, y sobro todo tiene que ver con la necesidad de querer confirmar permanentemente las ideas previas de las que uno parte, sin importar que los datos de la realidad te lleven a otro lado. Por eso la posverdad, en cierta manera, es una disonancia cognitiva. Cuando alguien sostiene una creencia fundamentalmente arraigada y se le presentan pruebas que van en contra de esa idea, la nueva evidencia no podrá ser aceptada. Se creará una sensación incómoda, la disonancia cognitiva. Debido a que es tan importante proteger esa creencia fundamental, automáticamente se ignorará e incluso se negará con todo tipo de excusas aquello que no encaje con su ideología.

 En cierto modo, las mentiras más logradas son las que nunca descubriremos como tales, porque persisten como versiones oficiales, porque han suplantado absoluta y permanentemente a la verdad. Así que cuando decimos de algo que es una mentira al tiempo la detectamos y la desmantelamos, la reconocemos y la desactivamos. Identificarla es asignarle el estatus de lo fallido, pero sin identidad y captura no hay disección y análisis.

c) Historia de la posverdad.

El Diccionario del inglés de Oxford eligió posverdad (post-truth) como la palabra del año 2016. Por su parte, el director de la RAE anunció que el término posverdad entraría en diciembre de 2017 en la versión en línea del Diccionario. El término post-truth califica aquella situación en la que los hechos objetivos son menos determinantes que la apelación a la emoción o a las creencias personales en el modelaje de la opinión pública. Por ejemplo, en esta era de la política de la posverdad, es fácil seleccionar cuidadosamente (cherry-pick) los datos y llegar a la conclusión que uno desee. Entraríamos en una especie de suspensión voluntaria de la capacidad de juzgar los hechos por lo que son -como si averiguar cuáles los hechos fuera tarea inútil- y una querencia por asumir "hechos" ya teñidos de color.

Varios autores han tratado aspectos basilares de la era de la posverdad, sin llamarla de esa manera, pero aludiendo a algunos aspectos armónicos.

En su libro On Bullshit. Sobre la manipulación de la verdad, Harry Frankfurt especuló sobre el término bullshit que se diferenciaría sutilmente de la mentira. Mientras que el mentiroso reconoce y hasta honra perversamente la verdad, tergiversándola pero teniéndola en mente y en cierto modo también en aprecio, el bullshitter vuelve irrelevante la diferencia entre verdad y mentira: o bien no domina el tema sobre el que habla, y entonces su discurso es una cháchara insustancial, o bien es escéptico sobre la posibilidad de hallar la verdad, y sustituye la corrección de sus juicios por la sinceridad, es decir, una verdad circunscrita y subjetiva. Pero sincerarse no es incompatible con fabular y a menudo quien se sincera se deja arrastrar por una logorrea sentimental que le hace ser taimadamente persuasivo.

  Mark Thomson en su libro Sin palabras: ¿Qué ha pasado en lenguaje de la politica?, recupera el concepto de "autenticismo" y lo identifica como ingrediente del discurso político que triunfa hoy: simplicidad expresiva que sugiere honradez emocional, sospecha de los meros hechos, que son fríos, anecdóticos, estadísticos y emborronan o distraen de las "verdades" que laten debajo, enfático desprecio de la retórica... lo cual no impide explicar en términos precisamente retóricos la operación.


Chris Rojek explica cómo la para-socialidad de los viejos medios -radio, televisión, films-, en la que nos hacíamos la ilusión de una interacción cara a cara con unos personajes mediáticos y celebridades que parecían abrírsenos en confianza, ha sido superada ampliamente por los nuevos medios, en los que se trata de abrir un espacio de (para)confesiones indiscriminado, de presunta autenticidad guionizada o escenificada por todos y para todos.



Hannah Arendt escribió en 1964 un ensayo iluminador, Verdad y política. La pregunta inicial que se plantea la autora es: ¿por qué verdad y política parecen no llevarse bien?, ¿por qué todo el mundo asume que la mentira es una herramienta necesaria y justificable para la actividad del político y hasta del hombre de Estado, mientras que la veracidad resulta impotente en este ámbito? ¿Qué nos dice esto de la naturaleza de la verdad, por un lado, y de la naturaleza de la política, por otro?

5. Verdades racionales y verdades factuales.
  
 Arendt comienza distinguiendo entre verdad racional y verdad factual o de hecho. Una verdad racional, como la que afirma que "la suma de los ángulos de un triángulo ha de ser igual a la suma de dos lados de un cuadrado", no puede ser cancelada con la quema de todos los libros de geometría, porque la mente humana será capaz de reproducir ese axioma. Como recuerda Arendt, Hugo Grocio dijo que "ni siquiera Dios puede lograr que dos más dos no sumen cuatro". Cosa diferente sucede con las verdades de hecho. Una verdad de hecho modesta (pero extremadamente modesta), como la del papel jugado en la Revolución Rusa por Trotski, desaparecido de todos los libros de historia soviéticos, es más vulnerable que una verdad racional. Arendt pone ejemplos más gruesos: el apoyo de Alemania a Hitler, la caída de Francia ante el ejército alemán en 1940 o la política de mirar para otro lado del Vaticano durante la Segunda Guerra Mundial son verdades factuales incómodas, que fueron negadas con diferente intensidad por Adenauer, De Gaulle o la jerarquía católica, y ponen en jaque a la propia realidad común y objetiva.




Ahora bien, la cosa no es tan sencilla porque los hechos son tozudos. En un caso como el de Trotski no se trata sólo de borrarlos de la historia oficial, ni siquiera de borrarlo físicamente de la faz de la tierra, sino de una operación más ambiciosa: borrar todos sus discursos y los de otros autores en los que le mencionen, hacer desaparecer las antologías sobre el marxismo en las que aparezca, sus artículos en la Internacional Comunista, manipular los documentos gráficos, fotos o filmaciones, donde aparece junto a Lenin y Stalin. Al límite, habría que matar a todos los contemporáneos de Trotski y ejercer un control de hierro sobre todas las bibliotecas y archivos de todos los países de la Tierra.

Sí, los hechos son tozudos. Pero su tozudez es tan grande al menos como su contingencia. No hay ninguna razón concluyente para que los hechos sean lo que son, siempre podrían haber ocurrido de otro modo: lo que fue no tiene mayor evidencia o verosimilitud que lo que podría haber sido. Y ese choque es un acicate para la mentira, es el caldo en el que vive y medra la figura imponente del mentiroso. De hecho, dado que el embustero tiene libertad para modelar sus hechos de tal modo que concuerden con el provecho y el placer, o incluso con las simples expectativas, de su audiencia, posiblemente resulte más persuasivo que el hombre veraz. La credibilidad estará de su lado; su exposición parecerá más lógica, porque, por así decirlo, lo inesperado -uno de los rasgos sobresalientes de todos los hechos- habrá desaparecido misericordiosamente. Es decir, el mentiroso ofrece una versión de los hechos más redonda y económica, se acerca más a la racionalidad y a la utilidad, casi podríamos decir que también a la belleza, que quien refiere un relato fidedigno.

El 21 de enero de 2017 el jefe de prensa del presidente de EE. UU Donald Trump, vertió críticas sobre cómo algunos medios habían recogido la información en torno a la toma de posesión del presidente electo en Washington el día anterior, asegurando que había sido la ceremonia de esa naturaleza más seguida de la historia, no solo presencialmente, sino también a través de los medios (dicho lo cual, no admitió preguntas). Los datos de asistencia al acto calculados a partir de las tomas aéreas, así como el dato concomitante de viajeros registrados en el metro de Washington D.C. ese día, demostraron que la asistencia en enero de 2009, cuando Obama tomó posesión por primera vez, fue muy superior. Incluso en las audiencias televisivas, los 30.6 millones de Trump se quedaron lejos de los 38 millones de Obama o de los 42 millones de Reagan en 1981. Cuando la asesora del presidente Trump, Kellyanne Conway, fue preguntada horas después en el programa de la NBC Meet the Press sobre las evidentes falsedades en la afirmación del jefe de prensa, respondió que no había que ser tan puntillosos, y que su colega se había limitado a presentar "hechos alternativos" (alternative facts). Él estupor fue manifiesto en todos los medios periodísticos, americanos o del mundo entero.



La expresión "alternative facts", que pertenece a la jerga jurídica, se refiere a que las partes enfrentadas en una disputa legal presentan sus propias versiones de los hechos para que el juez decida, es decir, tiene un contexto muy preciso, que no es asimilable a las obligaciones con la verdad de los hechos de un jefe de prensa en sede gubernamental. Fuera de este contexto profesional, en sentido general, que unos hechos puedan ser alternativos a otros suena extraño, suena como a varias dimensiones espacio-temporales simultáneas, suena a los "multiversos" de los superhéroes, donde una cosa sucede en un universo, pero no en otro, y ambas son verdaderas. Suena a ficción, en definitiva.

Se trata de dar naturaleza fáctica a la contrafacción, por más contradictorio que parezca. La contrafacción habitualmente es una hipótesis en la que nos ponemos para experimentar un vértigo, pero sin perder de vista su carácter hipotético: qué habría pasado si Lorca hubiera sobrevivido tras su ejecución en el barranco de Viznar, pero amnésico, hubiera envejecido sin conocer su identidad más que por unas ráfagas inconexas; si en 1942 hubiera ganado las elecciones en EE.UU. Lindbergh (con sus tesis racistas filonazis) y no Roosvelt o si, más contrafácticamente todavía, hubiera sido el Eje y no los Aliados quienes hubieran ganado la II Guerra mundial; si Hitler hubiera muerto en un atentado en París en 1944 durante una proyección cinematográfica; si los últimos Nazis que huyeron tras la derrota hubieran llegado a la cara oculta de la Luna y hubieran fundado allí una colonia belicosa que prepara en secreto su retorno a la Tierra, si el Mussolini ajusticiado hubiera sido un doble y el auténtico hubiera escapado a América y hubiera conspirado desde allí al servicio de la Operación Gladio en Italia. 

6. Webs, fake news, Face2face.

Solo un mes después de la toma de posesión del presidente Trum, The Washington Post hizo recuento de todas y cada una de las mentiras que habían salido de su boca o en la cuenta de Twitter. La media ascendía a cuatro al  día. A los cien días marcaba 492 falsedades. Tras 151 días de mandato, 669. A finales de abril de 2017, acosado por las posverdades que le apuntaban, Trump preguntó, en un encuentro con sus seguidores, que dónde habían oído hablar por primera vez de fake news. Se señaló a sí mismo: sí, fue él quien denunció las falsedades de la prensa que le acusaban de cosas que no había dicho o hecho, durante la campaña electoral. De sospechoso a víctima.  En cambio, parece más sensato afirmar que están proliferando las webs que difunden contenidos falsos. Se trata de las webs que difundieron, sin pruebas que lo avalaran, el espionaje que los responsables de la campaña de Trump habría sufrido por la inteligencia norteamericana todavía controlada por Obama. Estas webs cuentan con un número de seguidores en las redes equiparable al de los grandes medios. 


Resultado de imagen de face2face Más inquietante todavía son las tecnologías de procesamiento y manipulación de la imagen de vídeo desarrolladas recientemente. Face2face es un programa desarrollado por la Universidad de Stanford que permite tomar los gestos de un sujeto fuente y trasladarlos de manera realista al rostro de alguien dentro de un vídeo, para luego proponer un vídeo con el resultado. Es decir, teóricamente se podría tomar un vídeo de Donald Trump donde habla de cualquier tema, e introducir gestos faciales de un actor que hicieran plausible un audio (también manipulado, con su voz) donde declara la guerra a Corea del Norte, por ejemplo. 


7. Low cost de la mentira y volatilidad de la verdad.
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Quien propala posverdades ni siquiera se siente concernido por los desmentidos, ni obligado a desdecirse. Una vez desmantelada la mentira, no se le exige una retractación ni una disculpa. Además, siempre tendrá seguidores en Twitter o en Facebook que le jaleen.

Con independencia de su tamaño y de su alcance, las mentiras se han solido parapetar bien en la opinión ("no afirmaba, simplemente daba mi parecer") o en el error ("me equivoqué, no tenía mala intención"), cuando la verdad ha logrado abrirse camino y las ha dejado en cueros. Últimamente se ha extendido la peligrosa costumbre de apelar a difusos  relativismos cognitivos, a facultades ambivalentes o inestables o, como hemos dicho, a "hechos alternativos". Pero quizá el travestismo más antiguo y acreditado, el que permite un mayor refinamiento, sea el que se produce entre mentira y ficción: ambas se recortan contra el mismo fondo del a verdad fáctica (el discurso sobre los hechos), pero lo que distingue a una de la otra es el acto previo suscrito en el segundo caso, y la inexistencia de tal pacto en el primero. Y así, hay mentiras que, una vez descubiertas, se acogen a toro pasado a un pacto de ficción que nunca suscribió el mentiroso con nosotros. También sucede al revés: que hay ficciones que inopinadamente dan por válido el pacto específico y se acogen a la ley de la veracidad, a la máxima de la sinceridad que rige por defecto.

En cualquier caso, que podamos predicar de algo que nos dicen que es mentira debe a menudo recurrir a la prueba de un estado de hechos, más allá del juicio de intenciones sobre la adecuación entre lo pensado y lo dicho por nosotros. Como apunta Derrida en su libro Historia de la mentira: prolegómenos:
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Argelia. 1930-2004.
"Siempre será imposible probar, en sentido estricto, que alguien ha mentido, aun cuando se pueda probar que no ha dicho la verdad, (porque ante la excusa) me equivoqué, pero no quería engañar, y lo hice de buena fe (o) he dicho eso, pero no es lo que quería decir, de buena fe, en mi fuero interno, esa no era mi intención, hubo un malentendido", (quedamos desarmados).

La mentira de torpe confección, carente de cualquier sesgo irónico, enunciada con la seriedad y la solemnidad del mentecato o del patán, la hemos identificado con la posverdad. Se trata del grado más elemental de lo mendaz, el descaro de la trola que no se protege y que no sólo pretende engañarnos sino insultar nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad. Mentiras las ha habido siempre, quizá lo que caracteriza a las últimas sea lo siguiente: que una vez desenmarcaradas no se presentan como opiniones (una excusa habitual del mentiroso pillado en falta es escudarse en la opinión), ni tampoco como errores (una vez se le hace notar que no parecía expresar opiniones, sino referir hechos, suele refugiarse en el error, inducido por otros), sino apelar al relativismo de lo real, podríamos deir, a los "hechos alternativos",... y luego abandonar el escenario con una mueca, como si nunca hubieran sido proferidas, como si no se hubieran tomado decisiones, a verces irreversibles, a partir de esas mentiras.
 
La verdad es tan volátil que debemos enfatizarla para que simplemente valga algo, porque afirmada sin más no pesa lo suficiente contra nuestra reticencia para con los demás y nuestra mala conciencia para nuestro fuero interno. "Verdad de la buena"  o "además, de verdad", "sinceramente", son expresiones que dan por sentado que hay verdades que no son de las buenas (son como poco mentirijillas o mentiras piadosas). Lo que te he dicho, además, es "de verdad", como si hubiera que precisarlo, o como si mi acuerdo contigo (me acabas de dar tu opinión sobre algo y yo respondo asintiendo) no bastara si no le añade la coletilla que lo envuelve y dice "lo que digo, es de verdad". O como si yo no hablara habitualmente con sinceridad y debiera remarcarla.

8. La simulación, prueba del algodón de lo humano.

Qué fantásticas las coincidencias que encontramos entre el hacer y el fingir. Como si todo el hacer humano estuviera marcado por un estigma de falsedad, de impostura o, dicho de otra manera más benévola, como si toda mentira pudiera escudarse en un fatum antropológico, el homo faber como homo fictor.

Es paradójica la etimología: la ficción y los hechos, que parecerían contradictorios, se revelan próximos. "Ficción" y "fingir" proceden de fingere, que quería decir en latín primero amasar y luego modelar, y de ahí crear la apariencia de algo o simularlo. La misma raíz está presente en "figura y en "efigie". Así que fingere era en cierto modo una manera de hacer, de crear (de facere por tanto), que daba como resultado algo hecho, que podía imitar otra cosa, pretender ser lo que no era. Pero qué maravillosa paronomasia, o similitud de nombres: fitum y factum, que son sus participios respectivos, res factae y res fictae, cosas hechas y cosas fingidas o imaginadas.
Pieter Bruehel el Viejo. Bélgica. 1525-1569.
Y qué decir de "artificial", que significa arte o técnica, y por lo tanto se emparenta con facere. Debilita la poderosa "a" del "hacer" e introduce esa variación de la "i" (una apofonía, en términos filológicos) que parece conducirlo al dominio de lo "fictio", de lo fingido. Es la misma "i" que debilita el edificio, que nos pone en apuros ante lo difícil (cuando lo fácil es eso, fácil de hacer). Nos introducimos en la mentira como laberinto de palabras que complica el mundo, pero lo hace más estimulante, como un acertijo que nos desafía y nos hace más sagaces.

Lo que hace el ser humano (y lo que hace al ser humano) es lo artificial, lo hecho con arte y técnica obviamente humanas, pero artificial viene a cargarse de la desconfianza por lo fingido: en todo lo artificial hay algo de artificioso y de mentiroso, frente a la ingenua verdad esencial de lo natural. Adán y Eva vivían no sólo en medio de un lenguaje transparente, sino también en medio de un mundo carente de objetos: fue la expulsión la que les obligó a fabricarlos. La condición humana es la obligación de una economía, de una política, de una cultura, de una sociedad mediada por objetos, y por lo tanto alejada del estado de naturaleza original, de conexión inmediata con la obra del creador. Que el lenguaje dejara de ser transparente y pasar a poder ser equívoco o mendaz y que el mundo se poblara de objetos son dos caras de la misma moneda.

Parece que todo lo propiamente humano, lo que el hombre añade de su cosecha a lo que meramente se encontró, está impregnado de la sospecha de pose o de simulación o que toda simulación fuera la prueba de algodón de lo humano. En cuanto el hombre se pone a fabricar algo se levanta la sospecha de que amplía las cosas del mundo con un oscuro propósito, de que se toma la molestia para obtener algo, que con ese artificio suplantará algo que es o simulará algo que no es, pero que parece, y de que intentará disimular su intento, porque esa mentira que sospechamos esconde un secreto mayor.

En castellano tejemos mentiras (urdir, tramar), en inglés las forjan (forgery) y en latín, como hemos visto, las modelaban (fingere). Y en todos los casos, entre el puro hacer utilitario y honesto (del tejedor, del herrero, del alfarero) y los usos metafóricos por los que designamos con esas acciones al culpable mentir o imitar fraudulentamente, se extiende el terreno pantanoso de la ficción: también urdimos, tramamos, forjamos, modelamos historias, relatos, invenciones, que no nos incriminan, porque son ficción (con la que pactamos voluntariamente una suspensión de la incredulidad), pero tampoco nos absuelve plenamente, porque quien cuenta historias podría tener la tentación de contar la Historia, ser un cuentista pero pasar por cronista.

La mentira está hecha de palabras, mientras que la simulación es su equivalente mediante gestos, acciones, omisiones o silencios.
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Francis Bacon distinguía en su obra De la simulación y la disimulación,

"Tres grados de ocultación y veladura del íntimo sentir del hombre: el primero es reserva, discreción y secreto, cuando un hombre no deja que lo observen o se sepa quién es; el segundo es disimulo en lo negativo, cuando un hombre manifiesta signos y argumentos de que él no es el que es el tercero, simulación en lo afirmativo, cuando un hombre finge y pretende, con industriosidad y expresamente, ser lo que no es."

Es decir, una cosa es callar sobre uno mismo, otra disimular un cierto rasgo o manera de ser auténticos, y el tercero construir signos para presentarnos de manera distinta a como somos, estamos o sentimos.

Por decirlo en términos más coloquiales: tengo un moratón en un ojo fruto de una pelea una noche de farra. A la mañana siguiente puedo quedarme en mi casa encerrado para evitar que me vean y especulen sobre la causa, puedo salir a la calle con gafas de sol o maquillar mi herida (en inglés "máscara" es maquillaje de ojos, precisamente), o puedo salir tal cual y explicar a quien me pregunta que ha sido fruto de un accidente fortuito, el pomo del batiente de una ventana me golpeó cuando trataba de cerrarlo ante una súbita ventolera. La cuestión, como resulta evidente, es que la mentira, la simulación, exige un esfuerzo intelectual, emocional y creativo superior a las otras dos: destreza para construir un relato de un suceso que no ha tenido lugar, eligiéndolo entre un catálogo de relatos posibles, pericia para escoger el momento y el interlocutor oportunos y habilidad para resultar convincente al exponerlo. En cierto modo, la mentira o la simulación a su vez implican a las otras dos: una disimulación o un control de las propias emociones para que no nos traicionen y también un secreto sobre lo realmente acaecido.



  



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 Decimos de una persona que es muy natural cuando juzgamos que no escode ni representa nada, que se muestra tal cual es, que lo exterior de su persona y lo interior coinciden, con una espontaneidad que no admite filtros ni cálculos. Como si la naturalidad no pudiera ser objeto de fingimiento, como si la naturalidad no fuera a menudo la forma piadosa en que el interesado justifica su mala educación, su grosería. Como si debajo del velo de la socialidad y de las buenas maneras pudiéramos de algún modo llegar al puro meollo de la esencia en bruto, incontaminada, del buen salvaje. Pero debajo de la última máscara no hay nada, sino la pura calavera. La máscara no es más-cara, la careta no es una careta pequeña, el ornamento mentiroso de una cara, que está debajo, a profundidad variable. En realidad llamamos cara a una forma estabilizada de máscara. Como la última máscara provisional tras una fuga a puro salto de máscara que ya nos va cansando, y que nos dejamos puesta por pereza momentánea. Persona es máscara, como enseña la etimología: era la careta del actor que permitía proyectar la voz (pero-sonare).





9. Fotografía y mentira.

a) Lo natural verosímil pero no espontáneo.

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En el mismo origen de la fotografía tenemos representada la oscilación entre el documento y la puesta en escena. La famosa foto de Daguerre de la vista del Boulevard du Temple desde la ventana de su piso-estudio tiene dos tomas con idéntico encuadre, efectuadas el mismo día (en 1839), aunque a diferentes horas. La segunda de ellas es mucho más famosa que la otra, sin duda. En la primera el Boulevard du Temple, que era una calle muy concurrida del París de mala nota, con locales de ocio nocturno y espectáculos teatrales de melodramas con crímenes, aparece completamente desierto. Eso era lógico, pues el tiempo de exposición de esas primeras tomas era tan largo -al menos 15 minutos, a veces horas, incluso en exteriores soleados- que nada que se moviera, viandantes, caballos o carruajes, quedaba fijado en la foto. Se trata pues, de una foto que, dejada a sus solas fuerzas "testimoniales", digamos, traiciona la veracidad perceptiva del espectador, que sabe que hay tráfico de gente no reflejado luego en la imagen: el dinamismo de la vida urbana parece ausente.
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En una segunda toma, realizada horas después, Daguerre, que se ha percatado que a la foto le falta el factor humano para hacerse verídica, insta a dos figurantes para que se emplacen en una pose de un estatismo a la vez natural, verosímil, pero no espontáneo: un limpiabotas y su cliente, únicos elementos humanos de la imagen, realizando una acción casi estática pero inducida por el fotógrafo. Un contrapunto humano al vacío espectral (y falso) de la ciudad. Es la primera fotografía de un ser humano.

Es decir, la fotografía, desde su mismo origen, alteró el mundo que pretendía meramente retratar, aunque fuera por una limitación técnica prontamente resuelta. La imagen fotográfica, que es presuntamente huella de la realidad, pero que se demuestra no menos capaz que la palabra de mentir el mundo que dice duplicar y conservar para nuestros ojos.

b) Las fantasmagorías de Joan Fontcuberta: desmontantdo el aparataje científico.


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Barcelona. 1955-

De la misma forma que Foucault desmonta una a una la cientificidad de las ciencias sociales y humanas, desde la historia a la medicina, desde el derecho a la psicología, desde la criminología a la psiquiatría, desde la sociología a la propia filosofía, Fontcuberta deja en cueros las evidencias visuales que fundamentan algunas de aquellas ciencias, más algunas otras ciencias naturales y práctica: la botánica, la zoología, la paleontología, el periodismo, etc. Sus montajes fotográficos, museísticos y editriales, desmontan sistemáticamente los aparatos de certificación de casi toas las ciencias naturales, sociales y humanas.



- Herbarium (1982-1985).
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El autor fotografía pseudoplantas que construye con detritus industriales, piezas de plástico, huesos y hasta pedazos de plantas auténticas o restos animales. El fotógrafo comienza aquí su falsificación de la naturaleza, su condición de "diseñador genético" de entes artificiales. Crea especies vegetales no existentes, amplía el catálogo de la botánica, y fotografia el resultado. Rotula esos engendros con denominaciones en latín, pero es una nomenclatura inventada que simula la jerga taxonómica de Linneo. 

- Fauna (1985-1987).
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Es un bestiario fantástico, constituido por lo que parecen animales disecados, pero no existentes, que han sido manufacturados aplicando técnicas de taxidermia. Las piezas se acompañan de radiografías, esqueletos, cuadernos de campo con dibujos, mapas de viaje, caras, registros sonoros, vídeos. Se trataba de darle consistencia científica a la historia de un archivo científico desaparecido y encontrado años más tarde por dos naturalistas alemanes de los años 30 a los que dota de una biografía fantástica, apoyada en documentos, y señalados como presuntos autores del descubrimiento y catalogación de nuevas especies animales. El propósito era apropiarse de la retórica y poner a prueba los mecanismos de validación científica e historiográfica a la que recurren los muesos de ciencias naturales. Hay fotografías que muestran a los especímenes en entornos naturales, incluso acompañados por el investigador, en fotos a veces movidas o mal encuadradas, con la urgencia de la ocasión, pero en localizaciones que también son fantaseadas. 

- Constelaciones (1993). 

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Nos frece visiones de un cielo estrellado, presentadas como fotografías astronómicas de nuevas constelaciones y bautizadas con nombres de apariencia de nomenclatura científica del ramo, o incluso tomando la denominación de galaxias o constelaciones realmente existentes. Las fotos muestran regueros de puntos de luz a partir de un centro, como explosiones de estrellas que diseminan en derredor materia cósmica. Conforme recorremos el camino que nos invita a seguir la exposición, las formas que dibujan empiezan a resultar familiares, y al final resultan ser el producto del impacto de insectos contra el parabrisas de un coche.

- Retsh-Cor (1993).
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Nos introducimos en el dominio de la etnografía. Se trata de mostrar los vestigios de un pueblo asentado en la zona de Rochester, que habría sido aniquilado a mediados del siglo XVII, tal y como demostraban los hallazgos de excavaciones (ficticias), todo ello documentado con fotografías de restos pictóricos y escultóricos, dibujos de artistas de la tribu sobre cuero o cortezas de árboles, cartas manuscritas, mapas de exploradores, vitrinas con muestras de artesanía.

- Aerolitos (2000).

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La (falsa) noticia de rabiosa actualidad de la sección de curiosidades, sucesos, a medio camino entre España directo y Cuarto Milenio, es la "escenificación de una noticia": la caída de grandes trozos de hielo en enero de 2000 en distintos puntos de la geografía española, con testigos-actores que recogen muestras y proporcionan datos coincidentes. El hecho fue presentado como noticia que despertó el interés de televisiones y centros de investigación como el CSIC. Demuestra la parte impensada de ficción que hay en lo que se nos vende habitualmente como información. 

- Sputnik (1996-1997).
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Fontcuberta se inventa un cosmonauta ruso, Ivan Istochnikov (Joan Fontcuberta en ruso), que habría desaparecido en el espacio al romperse el anclaje que le unía a la nave Soyuz 2 en octubre de 1968, mientras realizaba una maniobra de acoplamiento a la plataforma espacial soviética. El suceso se data un año después de que el único tripulante de la Soyuz 1 y candidato principal a ser el primer hombre sobre la Luna, Vladímir Komarov, muriera al estrellarse su nave en el retorno a la Tierra, y sólo pocos meses después de que Yuri Gagarin, el famoso primer tripulante de una nave espacial en órbita alrededor de la Tierra, se estrellara en un vuelo de entrenamiento a bordo de un MIG-15. La circunstancia hace plausible que, en ese momento de la Guerra Fría, la URSS quisiera ocultar ese fracaso añadido a su carrera espacial. La muestra aparece atribuida a una supuesta fundación Sputnik, constituida para recuperar la memoria del cosmonauta desaparecido, dirigida por una tal Olga Kandakova (un apellido que recuerda sospechosamente a Kodak). Kandakova siempre tiene anunciada su presencia en la inauguración de las exposiciones de la muestra, en cada ciudad a donde va, pero no comparece por varias razones. Fotcuberta se inventa al cosmonauta y su pericia y se inventa las pruebas de vida que lo muestran con un ser histórico, con una biografía, unos estudios, una familia, una carrera. Se inventa su accidente y las mentiras construidas para esconderlo, y se inventa a los que recuperarían la memoria del cosmonauta y le tributarían los honores que su país le hurtó.

En 2006 el programa de la Cuatro Cuarto Milenio dedició rendir un "merecido homenaje" a un gran hombre borrado de la historia: Ivan Istochnikov. Íker Jiménez y su colaborador caen en la trampa. Muestran las fotos con Istochnikov, y sin él, fruto de la manipulación de las autoridades. Hablan de la subasta de papeles desclasificados en Sotheby's y del hallazgo, por Michael Arena, de las fotos originales. Relatan los datos conocidos sobre el accidente de la Soyuz 2y barajan las posibles explicaciones a la desaparición del cosmonauta: el sabotaje, el suicidio y hasta la abducción por entes extraterrestres.

c) Homo photographicus.

Estamos inmersos en un orden visual distinto. El homo photographicus de hoy dedica más tiempo a hacer fotografías que a contemplarlas o simplemente verlas.  La foto que hace, y que incluye a menudo (el selfie como género que renueva el autorretrato de una manera inédita) quiere decir "aquí he estado yo", incluir al sujeto en el acontecimiento más que documentarlo, y aspira a desdencadenar un diálogo, suscitar una respuesta, que puede ser un texto escrito, un mensaje de voz, un emoticono u otra fotos de los destinatarios

Es tal la profusión de fotos, la banalidad del suceso que recogen, el cansino amontonamiento y la cuasi identidad de cada imagen en varias tomas entre las que nos negamos a elegir y conservamos y ofrecemos en su redundancia, que se dan cuatro condiciones:

- Materialidad cero: nadie imprime nada.

- Nadie recuerda nada, el olvido es instantáneo, si queremos preservar nuestra integridad mental y, además, el propósito no es la memoria, sino el juego y la autoexploración.

-  El acontecimiento y el lugar son triviales, no solemnes, el instante no es decisivo, sino compulsivo, la autoría es volátil o intrascendente. Recibimos al día decenas de fotos cuya autoría se pierde en las potenciales mediaciones múltiples, quién sabe si transformadoras, por las que ha pasado en su circulación por la red.


11. De utilitati credendi (San Agustín): el fingimiento de la confianza.

Resultado de imagen de PascalSegún una variante apenas secularizada de este precepto agustiniano, hay que forzar a las gentes a creer, y por tanto obligarlas a fingir que creen, o de aquello que recomendaba Pascal:

"Arrodíllate, reza, y la creencia vendrá por sí sola".

Sugiere que el autoengaño es un mecanismo temporalmente válido para la superación de un problema, que fingir algo es el camino para o tener que fingirlo en el futuro. Pero claro, a condición de que ese engaño o fingimiento no perjudique a terceros y tenga un propósito de enmienda o mejora, que el tribunal de nuestra conciencia nos tolere esa mentira piadosa en aras e una Verdad diferida mucho más valiosa.

a) Creo en la terapia.

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Se trata de la divisa extraoficial adoptada por Alcohólicos Anónimos. La idea es que quien entra en el programa, aun no confiando en que pueda ayudarle a superar su adicción, debe actuar como si esa confianza fuera plena. Es decir, no se trata de fingir que no bebo (pero sigo haciéndolo a escondidas) para conseguir no beber, sino fingir confiar plenamente en el programa (imaginamos que, sobre todo, en las reuniones de grupo con otros pacientes), y que esa confianza fingida poco a poco devenga mi pauta de conducta sin necesidad de fingimiento (aunque debe reforzar débilmente la confianza de los demás, porque los demás están sometidos como yo al dichoso lema, y puede suponer que finjo mi confianza tanto como ellos la suya). La cosa funciona si el fingimiento tiene que ver no con el asunto primordial (beber o no beber)  sino con mi fe en la terapia. Es decir, es una que no atañe a mis acciones, sino a mi confianza en que podré emprender acciones positivas o evitar las negativas. Fingir que creo en la terapia es un pecado venial cuya penitencia es precisamente evitar que caiga en el pecado capital: de la confidence a la performance

b) Ropajes del fingimiento.
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Si lo trasladamos al mundo del deporte, parece que es el implícito argumentativo del slogan de Nike: porque me he visto haciéndolo en mi imaginación, me he convencido de que puedo hacerlo, y entonces lo hago: Just do it! El chándal o las deportivas Nike son en ese caso los ropajes del fingimiento, bajo los cuales late la determinación de mi superación deportiva. La pirueta publicitaria es que ese disfraz se convierte en el filtro mágico, en el amuleto que he de procurarme para lograr mis objetivos, en el fetiche que porto conmigo para o operar la magia. El fingimiento no es una operación puramente verbal o mental, está mediado por una marca, pero la fidelidad a la marca debería obligarme a esforzarme más.

c) Fake it'till you make it.
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1897-1945
 Si lo trasladamos al mundo de la política y de los medios de la comunicación suena a aquello de que la repetición de una mentira la vuelva verdadera, de Goebbels. Por ejemplo, la repetición de que Irak poseía armas de destrucción masiva llevó a emprender acciones militares contra Irak. Los informes y las tomas aéreas de supuestas fábricas de armas químicas que se mostraron, y que no eran en absoluto concluyentes, hicieron a muchos que su fingimiento de fe se volviera fe a secas. 

12. Mentira y comunicación.

a) La mentira, frustración de la comunicación. 
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San Agustín. 344-430
Para San Agustín la mentira en su acepción clásica no es la inadecuación entre lo que se dice y la realidad de los hechos, sino la inadecuación entre lo que se piensa y lo que se dice: es la voluntad de engañar lo que constituye la mentira. Es posible decir la verdad (conforme a los hechos) pero que esto resulte un efecto casual, impremeditado y finalmente contrario a mi intención, que ha sido la de engañar, porque lo que albergaba en mi fuero interno (in pectore) no se correspondía con lo que pronunciaban mis labios (in lingua). La palabra le fue dada al hombre solo para decir la verdad, y por tanto el mal uso de esa facultad sólo produce pecados o caos. La mentira es la frustración de la comunicación.

En este caso estaríamos también ante una mentira, por  más que sea conforme a los hechos: digo que no llevo dinero a un gorrilla que me ayuda a aparcar, cuando creo que sí llevo unas monedas. Pero luego, ante el kiosko de prensa o la panadería, descubro que he salido de casa sin un céntimo. Y al revés: no miento cuando le digo al gorrilla que no llevo dinero porque pienso que es así, pero luego descubro que sí guardo unas monedas. 

b) La mentira, condición de posibilidad de la comunicación.


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Umberto Eco. Italia. 1932-2016.
Umberto Eco sostiene que nuestra condición de seres que nos intercambiamos signos, nuestra naturaleza semiótica, está edificada sobre la facultad de mentir: no es que la mentira frustre la comunicación -como pensaba San Agustín- es que es su condición de posibilidad. Para poder comunicar con verdad algo, debe existir la posibilidad de hacerlo engañosamente. Se podrá afear la conducta de quien engaña hábilmente, pero habrá que reconocerle destrezas comunicativas eminentes. Tan es así que, a juicio de Eco, que afirma en su libro De los espejos y otros ensayos:

"Cuando mentimos con elegancia e inventiva, deseaamos siempre, por un lado, convencer de que estamos diciendo la verdad y, por otro, ser desenmascarados para que se reconozca nuestra habilidad: a veces el asesino confiesa su crimen, que había quedado impune, para que el investigador reconozca su habilidad."
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"El nombre de la rosa". 1980.
De ahí la manía de Eco de escribir sobre lo falso y todos sus alrededores. La falsedad es un acicate epistemológico, un resorte creativo y una energía renovable que alimenta no sólo la producción y la interpretación de los signos que nos rodena, sino también las enseñanzas que podemos sacar de la mentira y de toda su parentela: la ficción, la ironía, el error el secreto, la conspiración. En agudo contraste con otras especulaciones sobre la especulación en el siglo XX, como las de Habermas y Apel, que destacaron la sinceridad como imperativo de la ética discursiva. Afirma Eco en su Tratado de Semiótica General (1975):

"Semiótica es la disciplina que estudia todo aquello que puede usarse para mentir (...) Si una cosa no puede usarse para mentir, en ese caso tampoco puede usarse para decir la verdad: en realidad no puede usarse para decir nada (...) La posibilidad de mentir es el propium de la semiosis, de igual forma que para los escolásticos la posibilidad de reir el el propium del hombre como animal racional".
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René Magritte. La trahison des images, 1928–1929
Si signos son lo que decimos, dibujamos, contamos, cantamos, fotografiamos, grabamos o exhibimos en lugar de otra cosa, y esa otra cosa, razonablemente, no está presente cuando la representamos de tal manera (precisamente recurrimos a su signo para evocarla aunque no esté), entonces la posibilidad de representarla falsamente está al cabo de la calle. Si el signo es lo que sustituye y representa a otra cosa en su ausencia, nada impide que ese sustituyo y representante lo sean de una cosa distinta, exista esta o no. Que ese signo nos valga y produzca sus efectos incluso cuando suplanta al representante legítimo, secuestrado y amordazado, digamos, y, más allá, construye en nuestra mente un estado de cosas que no corresponde a nada factual, o incluso en su contrario, querrá decir que la remisión semiótica ha funcionado. Ha funcionado, incluso, demasiado bien: no es disfuncional, sino archifuncional.

c) Antropología de la mentira.
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Miguel Catalán. 1958-
 
 Miguel Catalán ha demostrado la coexistencia paradójica de nuestro rechazo visceral a admitir la mentira y sin embargo su universal práctica. Mientras declaramos, en una suerte de descarga simbólica, odiar o desconocer la mentira, ensayamos todos los días "en la penumbra del teatro vacío" de nuestra interioridad, las palabras que mienten nuestros pensamientos, para luego interpretarlos "ante la expuesta luz de los focos". Luego negaremos categóricamente, llegado el caso, haber perpetrado dicha interpretación o, al menos,  haberlo hecho conscientemente. 

Y, sin embargo, de esa negación airada y su sorprendente afirmación en los hechos de la vida cotidiana no se debe deducir la hipocresía infamante de la especie. De la misma manera que la verdad a menudo se emplea para hacer daño, que la sinceridad es un arma al servicio de la humillación o de la soberbia, y por tanto no sirven invariablemente para hacer el bien, tampoco la mentira es un instrumento de maldad en todas las ocasiones, sino que frecuentemente tiene fines razonablemente buenos y encomiables. La interacción social está trufada de pequeñas mentiras, las más de las veces incruentas.

Podríamos decir que si algo sólo comunica verdades es una máquina o un dios omnipotente e infalible, no un ser humano, y no comunica, en cierto modo se somete a una ley ciega o la dicta. El hombre no sería propiamente hombre sin la facultad de engañar.

d) El animal irónico o cínico.
 
Veamos la idea filosófica que late bajo la trama detectivesca de El nombre de la rosa. El hombre es un animal irónico o cínico, cuya humanidad resulta de cambiar la mentira con la risa: en cierto modo la ironía es una mentira de risa o de broma (una afirmación que sabemos falsa pero cuya falsedad compartimos con nuestro interlocutor), y el cinismo es reírse de la mentira (un cínico se burla de la mentira, disuelve el contrato social o el decoro en la que ésta medra). 

En la risa encontramos a alguien que produce un mensaje que no se cree, que es mentira, porque sabe qué es verdad, y espera que los destinatarios puedan compartir esa mentira para reirse juntos. Al productor de la broma, esta prueba de verdad de su mentira graciosa, le aleja del riesgo de convertirse en un "troll" que agrede para reírse del agredido. Al destinatario de la broma, le permite no tomarse tan en serio el objeto de la broma, de manera que se ponga a salvo del fanatismo.

Afirma Eco en su libro Sobre literatura:

"La ironía consiste en decir, no lo contrario de lo verdadero, sino lo contrario de lo que se presume que el interlocutor cree verdadero. Es ironía definir como muy inteligente a una persona estúpida, pero sólo si el destinatario sabe que esa persona es estúpida. Si no lo sabe, la ironía no se capta, y se ofrece sólo una información falsa. Por lo tanto, la ironía, cuando el destinatario no es consciente del juego, se transforma sencillamente en una mentira".

La ironía es una mentira consentida y pactada.
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Rumanía. 1911-1995.

Emil Cioran. Conversaciones.

"No sólo el conocimiento nocivo; todo conocimiento llevado hasta sus últimas consecuencias es peligroso y nocivo, porque —hablo de la vida misma y no de los llamados conocimientos filosóficos— la vida es soportable únicamente porque no llegamos hasta las últimas consecuencias. Sólo si se tiene un mínimo de ilusiones, es posible una empresa; de lo contrario, no es posible, y una amistad tampoco. La lucidez completa es la nada".



Emil Cioran. El aciago demiurgo.



"Sin embargo, ¿acaso no es la esencia del deseo tender hacia cualquier cosa, salvo la muerte? Desear es no querer morir. Así, pues, si uno se pone a desear la muerte es que el deseo se ha vuelto contra su función propia; es un deseo desviado, erguido contra los otros deseos, destinados todos a decepcionar, mientras que él mantiene siempre sus promesas. Apostarle a él es jugar sobre seguro, es ganar de todas maneras: no engaña, no puede engañar. Pero lo que esperamos de un deseo es, precisamente, que nos engañe. Que se realice o no, eso es secundario; lo importante es que nos disimule la verdad. Si nos la revela, falta a su deber, se compromete y reniega de sí, y debe, por lo tanto, ser tachado de la lista de los deseo."

1ª ¿Cómo es posible que la función del deseo sea disimular la verdad? ¿Qué verdad?
2ª ¿Qué relación establece el texto entre el deseo y el sentido de la vida?
3ª ¿Están en este texto unidos deseo y verdad? ¿Conoces algún autor en que sí estén unidos?

12. Mentiras
piadosas y mentiras maliciosas.

¿De qué tipo de mentira hablamos cuando hablamos del arte popular o de la publicidad? ¿Son mentiras piadosas o mentiras maliciosas? Son mentiras maliciosas cuando nos confunden sobre el objeto de nuestro goce o sobre los cimientos de nuestras convicciones y actos. Pero son mentiras piadosas cuando, por el contrario, nos ayudan a gozar y a encontrar razones para actuar, consuelos a nuestra finitud. Se trataría en este caso de productos no aspiran a ninguna elevación y, por lo tanto, no pueden traicionarla. No serían muy distintos en ese aspecto del gran arte de todos los tiempos no ha renunciado nunca a la provocación de efectos: desde Sófocles y Eurípides (y Aristóteles que teorizó sobre la catarsis trágica en sus obras) en adelante, el arte siempre ha buscado un efecto en su receptor. El arte popular es consolatorio, no nutritivo ni pretende serlo.
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  a) "¡Emociónese Vd. así!". El kitsch como mentira artística.


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BigPinkHeart, el gran corazón rosa convertido en cojín, un objeto pionero en la mentalidad consumista del kitsch. El kitsch es un sucedáneo de la obra de arte: pretende asegurar el goce sin pasar por la aduana del descubrimiento, de la experiencia y del juicio de gusto. No segura de su valía, la pieza kitsch debe incluir, representada, la reacción que debe suscitar, no dejarla al albur del público. No solo eso, ese efecto debe ser encarecido, señalizado, debe contener su propia promoción. El kitsch es a la vez un prospecto famaceútico y un folleto publicitario de la fruición estética. Un "¡emociónese Vd. así!"
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Las series de Netflix, Spotify, la identificación primaria y absoluta con el héroe, el culebrón televisivo con sus desgarros sentimentales, la canción bailable con la incitación a moverse no sólo en el ritmo, sino a veces en la propia letra, que incluye incluso las instrucciones para una coreografía simple, la pornografía y su obvia estimulación directa.
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b)  La enseñanza como "playlist".

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Italia. 1927-

Rafael Sánchez Ferlosio. La hija de la guerra y la madre de la patria.

«Los contenidos de enseñanza no pueden nunca adaptarse, en cuanto tales, a las idiosincrasias o las condiciones personales de los estudiantes, sino que necesariamente han de ser éstos los que tengan que adaptarse a las impersonales condiciones de los conocimientos (...) la noción misma de “conocimiento”, o al menos la pretensión o aspiración humana que desde siempre ha estado detrás de ese concepto, como una condición inapelable, es la de que los conocimientos no conocen a nadie, ni llaman por su nombre de pila a cada quisque, ni tan siquiera saben advertir si alguno los alcanza, si hay alguien que los esté enseñando o aprendiendo. A la propia naturaleza del conocimiento pertenece esa absoluta y radical impersonalidad, que es, por tanto, la que se corresponde con los fines de la enseñanza misma (...) La idea de adaptación es una idea centrípeta por excelencia, que piensa el conocer como asimilación de los objetos; y asimilarlos, familiarizarlos, hacerlos semejantes a lo propio, es despojarlos justamente de cuanto en ellos había por conocer; se diría, pues, que se trata de desvirtuar la actividad c
ognoscitiva, suplantándola por su fingimiento».

c) Los mecanismos de la persuasión engañosa: "especialistas en ti".
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La publicidad consuela con un remedio de argumentación, en el que se invita al receptor a completar un razonamiento incompleto -un entimema-, que en realidad es capcioso, y que además está amortizado, pues parece inducirnos a tomar decisiones nuevas (adquirir un producto, asentir a una opinión política), pero lo hace a partir de premisas, argumentos, recursos estilísticos que pertenecen al universo de lo ya asumido, y por tanto nos empuja a hacer, aunque sea de manera distinta, lo que siempre hemos hecho. Por ejemplo, Volkswagen nos mostraba su escarabajo, o su furgoneta California, en pequeño, sobre un fondo blanco, con frases que parecían minimizar más que ensalzar el producto, reconocer sus limitaciones más que exaltar bombásaticamente sus virtudes: "No deje que su bajo precio le eche para atrás", o un "Piense en pequeño". En el fondo, lo que VW era asumir un posicionamiento distinto, entre beat y hippie, en un mercado saturado de marcas de status, de aspiración social. Cuando la agencia de publicidad DDB de Bill Bernbach hacía una loa de la modestia, del ahorro, de una austeridad espartana en el diseño y en los accesorios, no estaba conmoviendo los cimientos de la industria, sino identificando otro nicho de mercado, otro estilo de vida susceptible de ambicionar otro mundo posible de productos y servicios. Si durante los años cincuenta puede decirse que el capitalismo norteameraicano se dedicó a comerciar con el conformismo y la mentira consumista, durante la década siguiente ofreció autenticidad, individualidad, diferencia y rebelión, de manera que Bernbach, junto a otros creativos de la época, idearon un consumismo moderno generado por el desencanto hacia la propia sociedad de consumo de masas. La mentira proseguía su camino triunfal, no pretendiendo engañara a todos, sino a cada uno ("espialistas en ti", como diría El Corte Inglés).

13. La realidad supera a la ficción.
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Méjico. 1968-

Jorge Volpi. Leer la mente.
 
 "Los humanos somos rehenes de la ficción. Ni los más severos iconoclastas han logrado combatir nuestra debilidad y nuestra dependencia de las mentiras literarias, teatrales, audiovisuales, cibernéticas. Pero ellas no nos deleitan, no nos abducen, no nos atormentan de forman adictiva por el hecho de ser mentiras, sino porque, pese a que reconozcamos su condición hechiza y chapucera, las vivimos con la misma pasión con la cual nos enfrentamos a lo real. Porque esas mentiras también pertenecen al dominio de lo real."


a) La mentira: realidad exagerada.

Si podemos decir que en ocasiones "la realidad supera a la ficción" es porque de ordinario sucede al revés, porque los mundos narrativos ficcionales son más enrevesados o explotan combinatorias que parecen inasequibles a la crónica, al informe o al documento: los narradores de ficción, fingen personajes, espacios, tiempos y relaciones causales entre acontecimientos, también, como en las series de Netflix, fingen poder acceder a fuentes de conocimiento fuera del alcance del cronista o del historiador. Las ficciones, como muchas mentiras, no son déficits de imaginación, sino superátits. Los fingimientos en general no son operaciones sustractivas, por las que la simulación del acto sería menos compleja que el acto mismo que se pretende simular, sino aditivas o expansivas, digresivas o barrocas. La ficción a menudo no es sino una realidad exagerada, la hipérbole de la realidad, una realidad a bout de soufflé, hiperestesiada, llevada al límite de la exasperación.

b) La mentira: realidad confortable (Aristóteles).

Los mundos narrativos suelen ser pequeños mundos comparados con el mundo a secar. Eso es lo que les convierte en tan confortables. En cierto modo, todo cuadra, todo aboca a un desenlace, cosa que no sucede en el irrefrenable acontecer de la realidad, que sólo arbitrariamente puede ser acotada y explicada (precisamente mediante operaciones de acomodación narrativa). 

Como advierte Aristóteles, mientras en la historia unos hechos suceden después de los otros, en la narración de ficción suceden unos a consecuencias de los otros: no solamente en conexión de causas y efectos, sino también de medios y fines. Además, mientras que la historia tiene que ver con individuos y acontecimientos particulares, la literatura tiende a representar los generales: aunque los personajes reciban nombres propios, valen más como tipos ideales o arquetipos que como personas. En una palabra, la ficción es un cosmos más ordenado y más inteligible que la historia, y a su vez la historia es un cosmos más ordenado y más inteligible que el relato diario de la información. De ahí que tanto información como historias  necesiten acercarse al modo novelesco para resultar más sólidas: sólo manejando un número limitado de personajes y de situaciones, sabiendo qué motivaciones les mueven a cada una de éstas, cuál será su desenlace, en definitiva, es posible dar al relato la consistencia, la bella clausura y hasta, eventualmente, la moraleja apropiadas.

Al respecto, afirma Eco en su libro Seis paseos por los bosques narrativos:

"Si los mundos narrativos son tan confortables, ¿por qué no intentar leer el mismo mundo real como si fuera una novela? O también, de otro modo, si los mundos de la ficción narrativa son tan pequeños y engañosamente confortables, ¿por qué no intentar construir mundos narrativos que sean complejos, contradictorios y provocadores como el mundo real?"

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Estación King's Cross.


La cuestión es que la confusión entre historia o documento con ficción novelesca puede resultar en una mentira tierna o patética, como la de quien busca en los registros de ciudades francesas de provincia a una tal Emma Bovary, pregunta en Baker Street en pos de trazas de Sherlock Holmes o incluso se empeña en localizar en el mapa de EE.UU el Springfild de los Simpson.


c) Mentir para no comprometerse.


Pero también es cierto que no todas las mentiras son operaciones aditivas, con todo lujo de detalles, que amueblan y decoran con elementos realistas un esencial vacío referencial, como el tramoyista incorpora mesas, sillas, sofás, cuadros o bibelots reales en el salón clase media donde personajes de la ficción teatral no viven pasiones reales sino que representan pasiones simuladas. Hay mentiras tímidas, que dicen lo justo para no comprometerse, que no cruzan decididamente el umbral de la pura fabulación para así poder retractarse o achacarlo todo a un malentendido o a un error. Pero las que lo cruzan, deben hacerlo con la determinación de quien aspira a construir un mundo y dotarlo de todo su equipamiento. Un equipamiento que no solo es paisaje y paisanaje (seres humanos en un determinado marco espacio-temporal), sino acciones que los vinculan, con sus causas y sus efectos.

d) Mentiras banales para secretos banales.

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A día de hoy el reto real de los agentes secretos no es tanto proteger personas o cosas valiosas, sino información clasificada, y hacerlo contra la pericia de los piratas informáticos, presentados a menudo como unos frikis obesos que están sentados en sus infestos cuchitriles, rodeados de trozos de pizza a medio devorar, y que hacen saltar las encriptaciones más sofisticadas tras un somero análisis. Por ejemplo, la única "novedad" de WikiLeaks será imponer una era vintage en la economía del secreto: una vuelta al mensaje manuscrito, memorizado y destruido una vez leído, a prueba de hackers, y un retorno de los viejos buenos tiempos de los espías "analógicos", que viajan sin dispositivos electrónicos, en diligencia, por caminos poco transitados, a salvo de geolocalizadores.
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Ilustración de 1900.

Con WikiLeaks nos enteramos de que los Secretos del Poder, que suponíamos comprometedores y terribles, eran triviales, gacetillescos, de hackerazzi. El efecto a medio plazo de esos secretos aireados con tanto bombo y platillo no causaron escándalo o indignación, sino decepción y desencanto. Se trataba de torpezas o mezquindades de seres falibles y definitivamente pequeños, poderosos pero corrientes: que Gadafi usaba bótox y era un hipocondríaco, que Berlusconi celebra fiestas salvajes con menores de edad, que Putin era un machista con arrebatos violentos. La banalidad del mal por fin revelada. Como el Mago de Oz (que vive en la Ciudad Esmeralda, al centro del País de Oz y ha ganado reputación de ser un ser superior, pues ha mantenido a raya a las Brujas del Este y del Oeste, que le han hecho la guerra durante años), descubrimos que ese ser sobrenatural todopoderoso capaz de conceder gracias o quitar posesiones o incluso la vida, era un ser muy natural, un hombrecillo que movía los hilos tras la cortina, pero amante de la escenografía y delos efectos especiales. En breve: mostraba los verdaderos poderes (insignificantes, ridículos) de Hillary Clinton y no afectaba demasiado ni a Berlusconi ni a Putin, que ya imaginábamos así. El secreto desvelado dejaba más en evidencia a los espías que a los espiados, que no se merecían esa atención. La banalidad de las mentiras está a la altura de la banalidad de los secretos que aquellas intentan ocultar.

e) El prestigio del secreto.


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Max Beckmann.

Ahora bien, la cuestión es que el secreto, por mucho que se desvele como falso, como vacío, como un saber compartido previamente, aunque quizá anegado entre otras informaciones, o tenido por poco relevante, tiende siempre a refugiarse más allá, a poner delante suyo otra puerta con otra cerradura o veladura que nos lo tapa. Es decir, padecemos una indeclinable atracción por los secretos.

Siempre cabrá sospechar que los verdaderos detentadores del secreto dejaron escapar a propósito esas minucias para entretenernos (y entretenerse). Los verdaderos secretos permanecen ocultos, más allá de los hackers. Es decir, no hay definitiva "ilustración" que nos permita superar la fase del secreto: el secreto se retroalimenta de la ceremonia solemne de su desvelamiento, y a la decepción sucede la sospecha, desplazada a una trastienda o recámara más oculta, incógnita. Dice Humberto Eco en su libro Los límites de la interpretación:

"Cada vez que se piensa haber descubierto un secreto, éste sólo será tal si remite a otro secreto, en un movimiento progresivo hacia un secreto final".


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Geroge Simmel. Alemania. 1858-1918.

Simmel explicó perfectamente el prestigio del secreto:

"Del misterio y secreto que rodea a todo lo profundo e importante, surge el típico error de creer que todo lo secreto es al propio tiempo algo profundo e importante. El instinto natural de idealización y el temor natural del hombre actúan conjuntados frente a lo desconocido, para aumentar su importancia por la fantasía y consagrarle una atención que no hubiéramos prestado a la realidad clara."

f) La mentira del espectáculo y el espectáculo de la mentira.

Walter Benjamin decia que la humanidad, que era un espectáculo para los dioses olímpicos en la era de Homero se había convertido e la suya en un espectáculo para sí misma. Nunca en la historia de la humanidad el regodeo en la mentira había sido mayor y había alcanzado a tanta gente, nunca el espectáculo de la mentira haía alcanzado esa dimensión, en la que parece priar no tanto quién la fabrica y profiere, quién la denuncia y a quién perjudica, sino precisamente que podamos contemplarla, que esté hecha para nuestros ojos, que pose en el mundo cn jactancia y descaro. De repente nos daos cuenta de que si "la mentira del espectáculo" es en cierto modo una tautología (todo espectáculo es una puesta en escena e la que adoptamos una máscara, conscientes de que estamos siendo observados y juzgados, y en la que los objetos son atrezzo, decorado), "el espectáculo de la mentira", que no lo esra, lo está siendo. Las mentiras -las mentiras desveladas como tales, el mismo acto de su desvelamiento- aspiran de forma descarada a la notoriedad pública, cuando antes pretendían la reserva, la discreción, el silencio y el olvido.























 

 
 


   




 


























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