viernes, 22 de marzo de 2019

6. Ética (3ª ev.).



Tetsuya Ishida (Yaizu, Shizuoka, 1973 – Tokio, 2005)

 "Mírate, tú también eres eso en lo que no solo no te has reconocido, sino de lo que nada has querido saber. Pero no temas, no solo no es tan malo como parece, sino que incluso es probable que sea lo que más te pertenece. No malgastes tu tiempo buscando en el espejo de los otros y prepárate para darle un mejor uso a tu inconsciente. Ahora bien, sin por el contrario lo que verdaderamente deseas es ser normal, entonces, has venido al lugar equivocado."

Gustavo Dessal.



LA NEUROSIS

1. La infancia.

a) Origen y manifestación de los síntomas neuróticos.
b) Winnicot: culpa, reparación y deseo.
c) Job y su absurdo castigo. 

2. El sujeto dividido.

3. La repetición.

4. La voluntad no es suficiente.

5. Autoconciencia.

6. Deseo e insatisfacción.

6.1. La obligación moral de sostener el deseo.
6.2. El deseo de los neuróticos.

7. Lacan: dos respuestas a la pregunta por el deseo. 

7.1. La transformación de la tristeza en falta.

7.2. Histeria.

a) Trastornos de conversión.
b) Identificación.
c) Institucionalización de la mujer que sabe.
d) El desamor.
e) Desafío.
f) Histrionismo histérico.

7.3. Obsesión o neurosis de coacción.

a) Coacción.
b) Congelación del deseo.
c) Donde desea no ama; donde ama no desea.
d) Exigencias.

8. Sentimiento de impotencia.

9. Forma de estar en el mundo.

10. Se distingue de las enfermedades orgánicas.

11. Defensa exitosa contra la locura.



LA PSICOSIS.

1. Relaciones parciales y relaciones totales.

2. Cuadros psicóticos: paranoia, esquizofrenia, melancolía y psicosis ordinaria.

2.1. La paranoia: delirios racionales secundarios.

2.2. La esquizofrenia: delirios racionales de ruptura.

2.3. El trastorno maniaco-depresivo o psicosis bipolar (melancolía): deliroides del deseo.

2.5. Psicosis ordinarias: automatismos mentales.

3. Testimonios de locos.

3.1. John Nasch.

3.2.Friedrich Nietzsche.

3.3. Daniel Paul Schreber.

3.4. Pacientes actuales.

3.5. Jean-Jacques Rousseau.

3.6. Ernst Wagner. 

4. ¿Qué es lo genuino de la psicosis? 

4.1. ¿Una enfermedad mental?

a) Continuidad, y no ruptura, entre cordura y locura. 
b) Dimensión moral y dimensión médica.
c) Si los locos son enfermos, en cualquier caso no son enfermos como los demás. 

4.2. ¿Es más grave la psicosis o la neurosis? 

4.3. La experiencia psicótica.

a) Historia clínica.
b) La certeza, la verdad, el saber, la revelación, la plenitud, la intensidad insoportable.
c) En lo referente a las relaciones con los otros o con el propio cuerpo. 
- La autorreferencia, el prejuicio.- La soledad permanente, la extrañeza.
- El horror y el fracaso.   
c) El delirio.
- El delirio de Schreber y las interpretaciones de Freud y Schaltzman.
- Los delirantes aman su delirio tanto como a sí mismos. - El delirio es un intento de curación, un intento de reequilibrio. - No hay correlación entre la inteligencia y la locura. 


LA CURA

1. "Se necesita tiempo para ser". (Jacques Lacan).

1.1. "Kairos".

1.2. "El cuidado del ser". (Heidegger). 

a) Desamparo biológico y dependencia del (confuso) lenguaje del ser hablante.
b) Las dificultades de la vida sexual.
c) La muerte es incomprensible.
d) La condición humana: "la falta en ser" (Lacan).

2. La cura es consustancial al ser humano.

2.1. El fantasma consciente del sujeto.
2.2. Demanda y contrademanda del síntoma.
2.3. El delirio.






Siempre se ha opuesto en la historia de la cultura la locura a la cordura. En la semiología clínica, la cordura se asimiló a lo largo del siglo XIX a las manifestaciones neuróticas (histeria, fobia, depresión, obsesión...) y la locura a la psicosis, término que Freud encumbra y que todavía sigue existiendo en determinados ambientes clínicos. Freud fraguó la neurosis como paradigma universal de la estructura subjetiva. Lacan avanzó un paso más y se atrevió a postular la locura como un axioma primario. No la locura en el sentido psiquiátrico de la palabra, sino la locura en el sentido de la negación de la normalidad como un paradigma válido para la condición humana. Cuando dice Lacan que todo el mundo delira, no quiso decir que todo el mundo es psicótico, sino más bien que nadie sabe lo que dice. De ahí que la normalidad en el ser humano es un concepto aberrante por inhumano. Es decir, contrario al ser del hombre. Muchas personas están preocupadas por ser reconocidas en la universalidad de la norma y de ahí esa presión creciente para que se normalicen: por ejemplo, todas las personas con alguna peculiaridad sexual lucha ahora políticamente para que eso se reconozca como algo normal. Todo el mundo quiere ser normal. Y al mismo tiempo esto entra en contradicción con el deseo íntimo que todos tenemos de ser únicos e irrepetibles, exclusividad que reclama como alimento narcisista. 

1ª ¿Qué tiene de paradójico el deseo de ser normal?

LA NEUROSIS

Como dice la palabra, la neurosis fue definida en primer lugar como una enfermedad de los nervios. Lo curioso es que este concepto que se creó en el siglo XVIII en el contexto de la medicina se acaba desplazando al terreno de la psicología. Esto es así porque todas los modelos médicos que intentaron explicar la neurosis desde la fisiología, la fisiopatología o incluso desde las descripciones clínicas no lograban atender con éxito a la propia neurosis. Por eso la neurosis fue girando poco a poco hacia la psiconeurosis porque quizá la neurosis tenía que ver más con las pasiones del sujeto que con sus neuronas. Son los propios neurólogos, como Freud, los que operan este desplazamiento, porque al diagnosticar a los neuróticos se daban cuenta de que sus síntomas parecían neurológicos pero en realidad no se podían explicar neurológicamente. Por eso empezaron a diferenciar lo médico-biológico de lo psíquico. A partir de aquí comienza la construcción de un saber nuevo.





2ª ¿En qué sentido la palabra "neurosis" no es la más adecuada para referirse a las enfermedades mentales?

1. La infancia.

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“On Holiday,” approx. 1999, by Tetsuya Ishida (1973–2005)


a) Origen y manifestación de los síntomas neuróticos.

Los síntomas neuróticos son la manifestación de un conflicto interior que hunde las raíces en la historia infantil, que es donde se genera y se gesta. Sin embargo, aunque se origina en ella, no tiene por qué aparecer una neurosis completa en la infancia. Sino que los síntomas suelen aparecer más tarde, por el encuentro con vicisitudes más o menos complicadas de la vida. Es entonces cuando la gente desarrolla lo que ya estaba en germen en la niñez.

3ª ¿Qué relación guardan la infancia y la adultez en la vida psíquica del individuo?

 b) Winnicott: culpa, reparación y deseo.


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Winnicott. 1896-1971

En los primeros momentos de relación del niño con la madre siempre hay un exceso de violencia. Dice Donald Winnicott que a la madre hay que destruirla (explícita o implícitamente) para luego volverla a crear. Igual que hay que destruir la realidad, los niños están continuamente rompiendo las cosas, para luego volverla a reconstruir simbólicamente. Estos momentos crean en el niño una situación de endeudamiento. Esta culpabilidad es necesaria para tener luego una vida de deseo. En cierta medida todos somos deudores de un capital que nos han dado y nos pasamos el resto de nuestra existencia devolviendo esa deuda. Mientras estoy deseando, estoy devolviendo esa deuda. Si yo no consigo tener un deseo en la vida, mi deuda aumenta exponencialmente. Lo que está en el fondo de la vida de cada cual es la solución a esta situación de deuda muy original, muy primitiva, colocada en nuestra infancia, que determina cuál va a ser nuestra conducta moral, es decir, cuál es nuestra relación con esa culpabilidad inicial, con esa deuda que tenemos y, en definitiva, todo lo que sale de ahí que será la vida del deseo futuro. En este núcleo profundo que genera el deseo es imprescindible que esté siempre la culpa: sin culpa no hay deseo (también sin deseo no hay culpa, porque luego tenemos los deseos que son culpables y los que no). Sin deuda no vivimos, la estamos siempre devolviendo, trabajando, deseando y acumulando capital psicológico y capital moral para devolver esa deuda. Como hemos sido tremendamente violentos en nuestra infancia y lo seremos al final, necesitamos de una fuerza de reparación con el otro. Es decir, ser una buena persona, que se ocupa de sí mismo pero que también tiene tiempo para ocuparse de los demás. Cuando se trata de una entrega exagerada despierta cierta sospecha: ¿lo hace con una bondad genuina o está reparando excesivamente una falta y se está pasando de rosca? Gente que trabaja e las ONGs en situaciones muy complicadas o que trabaja voluntariamente con pacientes muy graves, una manera de explicarlo es decir "¡qué habrá hecho esta persona para tenerse que ir a África a ayudar a estas personas!" Por un lado, qué bueno es, su conducta no puede ser sino aplaudida, qué generosidad. Pero al mismo tiempo se puede hacer una pregunta clínica del tipo "¡qué malo tiene que ser para tener que irse a reparar allí con esa fuerza y no poder vivir en la convivencia ordinaria sin hacer una especie de sacrificio, de entrega y de ofrecimiento global de su persona como pueda ser esa actividad reparadora tan intensa!". Es decir, que incluso las personas que tienen una conducta excesivamente buena están siempre bajo la sospecha moral, como lo podemos estar todos. Ningún ser humano está libre de ser analizado, estudiado en sus excesos como una negatividad.

4ª ¿A qué se refiere Donald Winnicott cuando afirma que "a la madre hay que destruirla"?
5ª ¿Qué deuda contraemos en la infancia y qué relación tiene con el deseo para el resto de la vida? 

c) Job y su absurdo castigo.

Job se pregunta, ¿q he hecho yo pare merecer ante Dios que me mande todas estas pruebas contra mí? Si yo no he cometido ningún pecado ni he hecho ninguna falta. No hay explicación: no he hecho nada malo pero a Dios le ha dado por castigarme, me ha arrasado las cosechas, me ha destruido y se me ha muerto toda la familia. Y encima me tengo que sentir culpable y pedir perdón. En un primer momento Job se rebela , pero después se retracta y se arrepiente, "polvo y cenizas", y se entrega a la fe y a la obediencia. Acepta lo absurdo del mal radical. 
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Este punto inexplicable también está presente en todo lo que nos sucede como seres humanos. Uno se puede remontar a su vida pasada y ver qué desgracias ha sufrido, ver cómo ha sido su infancia (que en definitiva siempre es la condición determinante de lo que va a ser nuestra vida). Nosotros cuando nacemos nos incorporamos a la lengua materna que tenemos  y que formará parte de nuestra identidad nuclear para siempre de la que no me puedo salvar.. Lo mismo pasa con el deseo. Yo me incorporo al deseo de una familia, de unos padres, que tienen sus estrategias, sus defectos, su modo de arreglárselas, sus sentimientos de culpa particulares, sus secretos familiares, sus ocultaciones, sus violencias más o menos latentes, su necesidad de gobernarse unos a otros, su utilización egoísta de los hijos por una vía o por otra, su capacidad para unir a los hijos y mantener cierta simetria y cierta armonía para que no se separen y no luchen entre ellos, para no crear envidias y desconfianzas mutuas en la familia... Cada uno se incorpora a una familia y si tiene suerte con ella todo le resultará mucho más fácil y si no, todo le será mucho más difícil para sobrevivir con cierta normalidad dado ese ambiente afectivo. ¿Esto supone que estamos acusando a los padres de ser los responsables de las dificultades psicológicas de los hijos? En ningún caso, porque no es posible establecer las relaciones de causa y efecto: a veces son los mismos padres para cuatro hijos y solo uno tiene serias dificultades psicológicas. Nos encontramos con un núcleo candente de la génesis de cada uno de nosotros, de la vida del deseo y de la responsabilidad.

6º ¿Qué nos enseña Job sobre el núcleo candente de la vida del deseo? 
 

2. El sujeto dividido.


 El sujeto neurótico se encuentra dividido entre la pasión y la defensa, entre lo que se quiere y lo que uno se permite querer, entre el yo y la pulsión. El sujeto neurótico es la persona dividida por excelencia: quiere saber y no quiere saber, le gusta Pepita y no le gusta Pepita...; está dividido entre sentimientos contradictorios. Un neurótico es alguien en conflicto consigo mismo y con los otros. Que tiene un conflicto quiere decir que es paradójico, contradictorio, discordante. Dentro de él hay tendencias que al mismo tiempo van para un lado y tendencias que van para el otro. Y el mismo asiste a esa paradoja o a esa encrucijada.

En eso no se distingue mucho de lo que les pasa a la mayoría de las personas. Pero es que desde el punto de vista del Psicoanálisis de Freud, la condición humana es en realidad una condición neurótica. No es que Freud diga que todo el mundo está enfermo. Más bien al contrario: para comprender al ser humano hay que pensarlo como sujeto neurótico. Las personas somos por esencia neuróticas, excepto los que están locos. Dice Freud en el año 1900 en su obra
La interpretación de los sueños:


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1856-1939


"La investigación psicoanalítica no encuentra distinciones fundamentales sino solo cuantitativas entre la vida normal y la vida neurótica".

Freud enlaza normalidad y neurosis y las opone a la locura, a la psicosis.

7ª ¿Qué queremos decir al afirmar que el sujeto neurótico es el sujeto escindido por excelencia?










 3. La repetición.

Una persona neurótica, también, en esa contradicción entre los deberes y los deseos, entre el corazón y la razón, incurre en algo muy llamativo, que es la repetición. Las personas normales repiten menos. Pero un neurótico es el que repite lo que no va bien: cae siempre en lo mismo, en lo que no vale. Elige siempre novios con los que está todo el tiempo discutiendo o le hacen la vida imposible, como si siempre eligiera todo lo que le sienta mal. Esta compulsión a la repetición, por tanto, está muy presente en los sujetos neuróticos que tienden a la repetición de su infortunio.

8ª ¿Qué es la compulsión a la repetición?

4. La voluntad no es suficiente.

El sujeto neurótico sabe también que la voluntad no es la que a él le ayuda. Hay personas neuróticas que son muy tenaces, especialmente los obsesivos, que tienen una voluntad de hierro, capaces de sentarse a estudiar horas y horas una oposición durante años sin que nadie sea capaz de moverlos de ahí. Pero saben muy bien que lo que les pasa no lo superan con la buena voluntad ni con el esfuerzo de la voluntad, ni con el empeño. Lo que les pasa tiene más que ver con cierto entendimiento, cierta iluminación, con cierta claridad que le permite reconocer el fracaso de esa voluntad para curar de esa neurosis.

9ª ¿La vida es solo cuestión de fuerza de voluntad?

5. Autoconciencia.

Un neurótico, a diferencia de un loco, tiene conciencia de la parte enfermiza. Sabe que muchas de las historias que le pasan se deben a los tropiezos que ha tenido, porque se ha metido en líos, porque una de sus elecciones ha podido ser la causa de su sufrimiento actual. En el fondo sabe eso. A veces hay que abrirle los ojos con alguna explicación, pero acaba reconociéndose en esa historia de fracasos o de malas decisiones que le han llevado a estar angustiado. Esta autoconciencia o reconocimiento de la implicación subjetiva, es una diferencia fundamental entre la neurosis y la locura. El neurótico es capaz de adaptarse bastante bien al contexto social e histórico del mundo en el que vive. No así el loco que se ve a sí mismo como una excepción y es incapaz de relacionarse con la realidad y con la gente.

10ª ¿En qué consiste el reconocimiento de la implicación subjetiva de la propia persona en lo que no va bien de su vida?

6. Deseo e insatisfacción. 
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Baruch Spinoza. 1632-1677.


La psiquiatría se divide entre una corriente somática, que atiende a la parte orgánica, y otra que reivindica como protagonistas la palabra y el deseo. 


6.1. La obligación moral de sostener el deseo.

El deseo es un flujo psíquico que empuja todas las manifestaciones de la vida. Vivir es desear. Esto se sabe desde siempre, pero fue Spinoza el primero en elevarlo a esencia de la vida. Gracias a que somos insaciables mantenemos vivo el deseo. Que los deseos no sean satisfechos del todo sirven de estímulo a los siguientes. El duelo de un deseo es el alimento del que sigue. Porque cuando el deseo se sacia puede interrumpirse y enfermamos: la depresión es la falta de deseo. Todas las depresiones son estrangulaciones del deseo. 

Hay dos modos de entender la vida. Una, dejarse vivir pasivamente; y otra, tratar de guiarla activamente, intentando diseñarla y fabricarla. El deseo hay que construirlo. Si no fabricas una espera no hay deseo, y para conseguirlo hay que trazar un plan mezclando la lentitud y el diseño. Es una obligación moral sostener los deseos, no huirlos o evitarlos.


6.2. El deseo de los neuróticos.


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Cinta de Moebius





Los neuróticos son sujetos insatisfechos. "Gozan" de la insatisfacción, es decir, gozan y sufren a la vez. Gozo y sufrimiento son como una cinta de Moebius en la cual uno va pasando el dedo y nunca sabe si está dentro o fuera. La insatisfacción siempre está en el fondo de la neurosis. Por ejemplo, se enredan en asuntos amorosos que les agobian. Se atormenta con exigencias y deseos imposibles que jamás podrá satisfacer, o con culpas que nunca puede restañar. De hecho, mientras que un sujeto normal es capaz de consentir y encontrar de vez en cuando la satisfacción de alguno de sus deseos sin renunciar al deseo, un sujeto neurótico en el fondo busca la insatisfacción y la incapacidad: sabe que el goce de la insatisfacción del deseo incumplido es más satisfactorio que el deseo cumplido. Esto es así porque toda la estrategia del sujeto neurótico es mantenerse en el deseo precisamente por medio de la insatisfacción. 

11ª ¿Cómo se puede gozar de la insatisfacción?

Jorge Alemán. Capitalismo Crimen perfecto o emancipación.
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Jorge Alemán. 1976-

"El capitalismo ya no es un elemento exterior, está en nosotros. Es un crimen perfecto porque es una experiencia interior. No hay un imaginario social alternativo al capitalismo ni podemos vivir fuera de él, salvo que haga alguno de los divertimentos que el propio capitalismo propone. La depresión es el proyecto que el neoliberalismo tiene para extenderlo socialmente, de tal manera que los sujetos no solo pierdan, se destruyan sus posibilidades, se queden sin recursos para la vida sino que además se sientan ellos mismos culpables de eso."



7. Lacan: dos respuestas a la pregunta por el deseo.


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1901-1981





7.1. La transformación de la tristeza en falta.

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Un deseo se produce cuando ambicionamos, perseguimos, anhelamos algo que nos falta. El desarrollo habitual de una persona es aquella a la que desde el principio le falta algo y va a emprender una vida que dedicará a persiguir algo, o mejor dicho, objetos sucesivos de su deseo. Eso es estar sano desde el punto de vista psicológico. Los deseos son siempre relativamente insatisfactorios (cansan, se pierden, dejan de satisfacer, no se consiguen, son decepcionantes) y de esa insatisfacción hay que ir haciendo duelos sucesivos. Uno tiene una fase de tristeza porque ese deseo no es lo que parecía. Cuando el sujeto no hace duelo de esa tristeza, se suele decir que está deprimido (tristeza patológica). Una persona no deprimida siente una fase de tristeza, pérdida y duelo ante la insatisfacción de un deseo. Pero consigue transformar esa pérdida en falta y poner de nuevo en marcha el deseo. Por ejemplo, dejo una relación con la persona de la que estaba enamorado. Estoy un tiempo pesaroso, decepcionado, con relaciones ambivalentes con la culpa (me hecho toda la culpa -me pongo melancólico- o le echo a ella toda la culpa -me pongo paranoico-); pero pasado un tiempo sin tener relaciones con nadie, habiendo pensado incluso que no me volvería a enamorar, me veía solo con mis amigos, y de repente me empiezan a interesar una persona, la deseo: he convertido la pérdida que tuve en falta. Éste sería un duelo normal que el tiempo ha curado. No he olvidado del todo a mi anterior pareja (a veces tengo nostalgia, la echo de menos, pensaré si he salido ganando o perdiendo con la nueva persona con la que estoy), pero tampoco me he quedado tan acongojado que me impida la vida normal. Mi anterior pareja ha pasado a formar parte de mi historia (como buenos recuerdos si la experiencia fue buena o como malos recuerdos si la relación fue un infierno), ya no es un presente tan inmediato que me impida la vida.

12ª ¿Qué es "estar en falta"?
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Eugenio Trías. 1942-2013
Para Lacan hay una diferencia entre la insatisfacción del deseo del histérico y la del obsesivo: el histérico desea el deseo, no el objeto del deseo; el obsesivo desactiva el deseo en medio de la indecisión porque teme que el deseo le lleve a perder el control. El histérico teme que la satisfacción del deseo no esté a la altura de sus expectativas; el obsesivo teme una satisfacción que no esté bajo control. De las dos maneras intentan sortear la depresión o la locura.

13ª Según Lacan, ¿cuáles son los dos modos de entender la vida del deseo?

Cuando nos ocurren cosas que no comprendemos, incluso cosas que deseamos, sentimos miedo. Sufrimos por no entender y poco a poco caemos en un estado de pánico. Es la neurosis. En la neurosis histérica, el cuerpo enferma de miedo de estar enfermo, sin estarlo en realidad. En la neurosis obsesiva, el miedo mete cosas raras en lamente, pensamientos que no podemos controlar, fobias en las cuales las formas y objetos adquieren significaciones diversas que suscitan miedo. Por ejemplo se siente obligado por una necesidad tremenda de ir docenas de veces a verificar su un grifo está realmente cerrado. O si una cosa está en su lugar donde debe estar. No hay píldoras que curen esto. Hay que descubrir por qué esto nos pasa y saber qué significa.

7.2. Histeria.


De la histeria siempre se ponen ejemplos femeninos pero eso no tiene razón de ser. Los hombres son tan histéricos como las mujeres.

El histérico hace todo lo posible por mantenerse en la insatisfacción para poder seguir deseando (por ejemplo enferma justo cuando viene a visitarle la persona a la que lleva deseando ver desde hace mucho tiempo). Cuando su deseo parece que va a cumplirse, no sabe como responder porque su apuesta es la insatisfacción y entonces aparece el síntoma histérico para defenderse del cumplimiento del deseo. El sujeto histérico extrema la política de la insatisfacción hasta hacer de ella su modo de vivir. Con la cruz de la insatisfacción a cuestas, el histérico oscila entre la queja, la dedicación rabiosa, la decepción grandilocuente y la desgana depresiva. Al sujeto histérico le queda la "demasía de insatisfacción". El sujeto histérico es un sujeto insatisfecho que goza demasiado de la falta de satisfacción. 

a) Trastornos de conversión.




- "Conversión".


El cuerpo de un histérico es el pregonero de sus desórdenes psíquicos. Por ejemplo, los trastornos de conversión, llamados también trastornos disociativos, son un grupo de disfunciones pasajeras que tienen en común la ausencia de una enfermedad o causa física objetivable que pueda explicarlos. Se utiliza el término "conversión" porque el histérico convierte el conflicto psicológico en un trastorno físico.

- Síntomas.

El tipo de histeria de conversión presenta una enorme variedad de síntomas difusos, como parálisis motora o ceguera, trastornos del sistema nervioso, incluyendo temblores y parálisis localizadas, parestesias (entumecimiento y hormigueo son sensaciones anormales que se pueden producir en cualquier parte del cuerpo, pero son más usuales en las manos, pies, brazos y piernas) y estados variables de crisis de tipo epiléptico: miedo, sensación de haber vivido ya una situación -déjà vu-, náusea o sensación de algo que sube desde el estómago -aura epigástrica-, hormigueos en alguna parte del cuerpo, visión de luces, colores o figuras, olores anormales, en general desagradables, ruidos anormales y distorsión del sonido, convulsiones (contracción y distensión repetida y temblorosa de uno o varios músculos de forma brusca y generalmente violenta, que persiste durante varios minutos) mirada fija, pérdida de conciencia.



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- ¿Simulación?


En algunos casos se tiene la impresión de que el histérico obtiene beneficios a partir de su estado de incapacidad lo cual lo lleva a confundir el trastorno disociativo con la simulación. Sin embargo, los síntomas principales de las neurosis histéricas no están bajo el control consciente del paciente. Se ha comprobado que en algunos casos, estas personas presentan alucinaciones visuales, aisladas no acompañadas de pensamientos falsos.


b) Identificación.

Las mujeres histéricas, cuando relatan sus síntomas parecen identificarse con alguien, se diría que se los ha copiado a alguien (normalmente del padre). Asimilan un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforman, total o parcialmente, sobre el modelo de éste.

c) Institucionalización de la mujer que sabe.


La histeria tiene un componente sexual mucho más marcado que la obsesión. En el caso de las mujeres histéricas aparecen preguntas del tipo "qué es una mujer para un hombre, cómo se puede gozar de una relación así", etc. Siempre encontramos en la mujer histérica la presencia de otra mujer en la que deposita el saber sobre el deseo, sobre cómo tratar a los hombres. En ella se inspira. 

Un ejemplo sería durante el Franquismo el consultorio d Elena Francis.

d) El desamor.

Al sujeto histérico sobre todo le hace sufrir el desamor. No le interesa tanto el sexo como el amor. Y, más en concreto, las historias de amor. La pornografía del sujeto histérico es el "First dates" o "Sálvame Deluxe".  Se ponen muy pesados con los signos de amor: "hoy no me has dicho buenos días, cómo no me has llamado por teléfono hoy que tenía esa reunión tan importante...". No es que no haya signos de amor. Es que el sujeto no encuentra nada que pueda garantizarle el amor del otro. Siempre hay un sufrimiento de desamor que se acompaña siempre de esta pesada reivindicación de que no me quieres, etc.

e) Desafío.

"La histérica quiere un amo" (Lacan). Por ejemplo, quiere que el terapeuta sepa muchas cosas, pero que no sepa las suficientes como para no creerse que ella es el premio supremo de todo su saber: "curarás a todos pero a mi no". En realidad, la histérica no está hablando a su terapeuta, sino a ella misma, a su otro, que siempre es alguien a quien desprecia. Quiere un amo sobre el que pueda reinar. Ella reina, él no gobierna.

f) Histrionismo histérico.

El histrionismo es la exageración y afectación en la manera de expresarse de una persona. Un sujeto histérico siempre esparce humo allí por donde va. Todo está tranquilo hasta que pasa el histérico. El cazador acaba cazado, el médico enfermo. Necesita esparcir ese humo, hacerse notar, para mantenerse en el deseo, es decir, en la insatisfacción. Realizan apariciones inapropiadas y llamativas. Conductas asociadas incluyen egocentrismo, hedonismo, deseo continuo de apreciación y comportamiento manipulador persistente para conseguir sus propios objetivos. No se siente cómodo en las situaciones en las que no es el centro de atención. La interacción con los demás suele estar caracterizada por un comportamiento sexualmente seductor o provocador. Muestra una expresión emocional superficial y rápidamente cambiante. Utiliza permanentemente el aspecto físico para llamar la atención sobre sí mismo. Tiene una forma de hablar excesivamente subjetiva y carente de matices. Muestra autodramatización, teatralidad y exagerada expresión emocional. Es sugestionable, por ejemplo, fácilmente influenciable por los demás o por las circunstancias. Considera sus relaciones más íntimas de lo que son en realidad.

14ª ¿En qué sentido afirmarmos que el cuerpo es el pregonero de los desórdenes psíquicos?

7.3. Obsesión o neurosis de coacción.

a) Coacción.

Freud había explicado la obsesión por medio de la palabra "coacción". Se dio cuenta de que hay sujetos que tienen una coacción interior a tocar cosas que no quieren tocar, a sentir cosas que no quieren sentir, a pensar cosas que no quieren pensar, que dan lugar a la duda permanente, a la vacilación, los rituales obsesivos (como el lavado de manos), cavilaciones tremendas (hago esto o hago aquello). Si el sujeto histérico sufre de su cuerpo, el obsesivo sufre de lo que piensa, más en concreto sufre porque piensa cosas que no quiere pensar. Y con tal fuerza que no puede salir del pensamiento de esas cosas. Y puede estar atormentado con esos pensamientos durante años. A un pensamiento inocuo, intrascendente, se asocia una angustia tremenda. Se acaba metiendo en su propio laberinto.

15ª ¿Qué es la "coacción" para Freud?

b) Congelación del deseo.

El obsesivo hace de la satisfacción algo imposible: anuda el cumplimiento de su deseo a una posibilidad imposible. En el obsesivo dominan los problemas existencialistas y la preocupación por la muerte. Un obsesivo es alguien que ha elegido ser un muerto en vida. Va por el mundo protegido por un perímetro de protección. Es especialista en congelar el deseo, en ni siento ni padezco. Prevé todo, lo calcula todo, lo controla todo para que no pase nada imprevisto. Se juega todos las cartas a la seguridad del control. Ser ninguneado, rechazado, depender del deseo del otro, le lleva a un laberinto del que no logra salir.

c) Donde ama no desea; donde desea no ama.


Los sujetos obsesivos suelen tener muy escindido el objeto de amor y el del deseo.

d) Exigencias.

Entra mucho en el mundo de la culpa, de lo que pudo haber hecho y no hizo. Y en el mundo de la demanda de los otros.


8. Sentimiento de impotencia.

Cuando no pueden con la situación que tienen suelen deprimirse y estar tristes por acobardamiento de dar una solución a eso que están sufriendo. Pero la depresión no sería la causa, sino el efecto de no ser capaz de resolver ciertos problemas. De tanto protegerse acaban siendo incapaces de sostenerse en el deseo, se rinden y bajan los brazos: mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer. Este acobardamiento provoca crisis de angustia; se limitan la vida con fobias o con inhibiciones; presentan síntomas de conversión o dolores que no acaban de explicarse desde un punto de vista médico.

9. Forma de estar en el mundo.

Afecta al conjunto de la vida del sujeto. La neurosis no es parcial. Toda su vida está muy tocada. Aunque su "neura" le afecte a la pareja o con los hijos o con lo que sea, al final se acaba adueñando de todo.

10. Se distingue de las enfermedades médicas orgánicas.


Éstas siguen las leyes de la fisiología y de la anatomía, mientras que las neurosis siguen las leyes del lenguaje; sus síntomas están formados a través de los mecanismos del lenguaje. Por ejemplo, para entender una parálisis histérica, el terapeuta tiene que escuchar que representación del cuerpo tiene esa persona para saber por qué paralizó esa parte de su cuerpo y con qué palabras lo dice.


La "cura de charlas" de Breuer con su paciente histérica Anna O es el origen de la terapia de la palabra en la historia del a psicología.


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Josef Breuer. 1842-1925


A través de la narración de su caso clínico, se observa con claridad como Breuer improvisa y modifica el tratamiento de acuerdo con el extravagante cuadro sintomático de su paciente. Se podría decir por tanto que Breuer no aplicó el método catártico con Anna O. sino que lo fue improvisando sobre la marcha al tener que adaptarse a la conducta y sintomatología de su joven paciente y gracias a sus observaciones y comentarios. En este sentido merece la pena destacar que fue la misma Pappenheim la que describía el procedimiento curativo como deshollinar la chimenea o cura del habla que, no lo olvidemos, fue como acabaría denominándose al psicoanálisis.​

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Bertha Pappenheim. 1859-1936.


Al acabar el tratamiento catártico siguió adoleciendo de diferentes síntomas psíquicos y orgánicos y fue internada en un centro psiquiátrico del que una vez recuperada se consagró como una ferviente feminista y se dedicó a la lucha por los derechos sociales. Dirigió un orfanato en Fráncfort del Meno y fundó la liga de mujeres judías. 

La neurosis se cura con la palabra, y sobre todo con la propia palabra del neurótico. Debe hablar, contar, explicarse a sí mismo. Freud definia el psicoanálisis como la asunción por parte del sujeto de su propia historia, en la medida en que ella está constituida por la palabra dirigida a otro. El psicoanálisis es el reino de la palabra, no hay otro remedio. Freud explicaba que el inconsciente no es tan profundo como inaccesible a un examen profundo de lo consciente. Y decía que en ese inconsciente, el que habla es un sujeto dentro del sujeto, trascendiendo al sujeto.

16ª Explica la importancia de "la cura de charlas " de Breuer para el nacimiento del psicoanálisis.

Nietzsche:

"Hoy te parece equivocado lo que ayer aceptabas totalmente. Intentas apartarlo y con ello sentir que triunfó la razón. Sin embargo, antes eras otro, como todos. Y tal vez necesitabas ese error, tanto como hoy necesitas tus verdades. Era como una piel que escondía y protegía elementos que aún no tenías permitido ver".
 
11. Defensa exitosa contra la locura.
 

De todos modos, aunque hay tipos clínicos muy puros, en los neuróticos suelen cruzarse rasgos histéricos y obsesivos porque ambos comportamientos neuróticos son defensivos. Hay algo que el sujeto rechaza, repele. El sujeto piensa cosas que no quiere pensar y las echa fuera, se defiende. Se defiende de lo insoportable, de aquello para lo que no está preparado. Puede llegar a concentrar hasta tal punto la angustia hacia eso que no puede afrontar, que podría desarrollar una fobia. O puede llegar a tomar decisiones incomprensibles para salir de una insoportable cavilación obsesiva.

Los neuróticos son los que se salvan de la locura. La neurosis es una estructura, una organización, que constituye una defensa que permite al sujeto seguir deseando, mantenerse en la vida del deseo, con problemas, naturalmente, pero sin caer en la locura. La neurosis es un tipo de abrochamiento, una estrategia, para soportar las penurias de la vida sin enloquecer.


17ª ¿Por qué se puede definir la neurosis como una defensa exitosa contra la locura?


LA PSICOSIS


La locura es un fracaso de un proyecto humano. Es un drama, en el sentido más antropológico del término: un drama intenso y muy solitario. Pero no es solo un fracaso, en la locura también una lucha por mantenerse a flote en ese fracaso, un trabajo permanente por mantenerse agarrado a la vida y a los demás.

1. Relaciones totales y relaciones parciales.

En general, los psicóticos no son capaces de mantener relaciones totales con los demás. Solo consiguen tener relaciones parciales con los demás. Podemos verlo en las tres dimensiones de la relación total que puede tener un no psicótico pero que se le resisten al psicótico:

- La persona que no tiene una estructura psicótica puede conocer la interioridad de las personas, lo que quieren, cómo son sus aspiraciones, sus circunstancias, sus deseos. Es capaz de hacerse una imagen de cómo son los demás y desde ella valorar el tipo de relación que quiere tener con ellos. Y viceversa. Un psicótico, por su parte, conoce muy mal el deseo y la intimidad de los demás

- A pesar de lo anterior, el no psicótico se siente lo suficientemente opaco como para dar a conocer gradualmente su intimidad en el proceso de acercamiento a los demás. Es decir, tiene capacidad para mantener distintas distancias y puede llegar incluso a aceptar el contacto físico cuando se trata de relaciones sexuales. Los psicóticos no tienen esta capacidad de manejar su intimidad y las distancias de relación porque se sienten adivinados, robados los pensamientos (por ejemplo que en la televisión hablan de ellos.). Sienten que los demás son capaces de entrar en su conciencia. Un esquizofrénico puede tener una crisis y acabar ingresado si una persona se le acerca demasiado con un propósito de deseo físico. Cuando una persona tiene una excesiva dependencia de él siente que le está invadiendo, vive el proceso de acercamiento que conlleva ir conociéndose como una invasión que le angustia y que puede llevarle a descompensarse. Por eso están solos y aislados. Toda la rehabilitación terapéutica está encaminada a que hagan actividades, tengan relaciones, que se socialicen, que vayan en pequeños grupos, hasta donde lo admitan. Les resulta incluso difícil acercarse a una persona para ayudarla. Sin embargo, se la debe hacer responsable de no haber prestado ayuda a alguien que la necesitara.

- Fuera de las relaciones jerárquicas (laborales, por ejemplo), las relaciones personales deben tener un ideal de simetría, de reciprocidad. Un no psicótico, cuando tiene un amigo, busca un equilibrio en lo que da y en lo que recibe. Busca que no haya un dominio excesivo de una persona sobre la otra. A los psicóticos les cuesta mucho, cuando tienen trato con una persona, generalmente siempre uno de los dos es dominante. Es muy difícil que sepan intercambiar la simetría. Siempre, en cierto modo, hay una sumisión excesiva o un domino excesivo.

18ª Explica cómo es la experiencia personal de un psicótico a partir de su dificultad para mantener relaciones personales completas.

2. Cuadros psicóticos: paranoia, esquizofrenia, melancolía y psicosis ordinaria.

- La estructura psicótica de una persona puede cristalizar en paranoia, esquizofrenia o melancolía, e ir circulando luego y mezclándose: esquizo-paranoide, melancólico-paranoide, etc. 

- Existen psicosis de la razón, como la paranoia y la esquizofrenia, y psicosis del deseo, como la maniaco depresiva. Son de la razón cuando la psicosis afecta al pensamiento. Y del deseo cuando tiene que ver con el estado de ánimo. 

- Las psicosis de la razón son secundarias cuando los delirios del pensamiento guardan relación directa con la vida de la persona. Las psicosis de la razón de ruptura, sin embargo, son aquellas en que no hay relación entre el delirio y la vida de esa persona. Los "deliroiedes" son delirios directamente relacionados con el estado de ánimo de la persona.

- La soledad, como exceso de culpa (melancólico) o exceso de inocencia (paranoico), entre cuyos extremos se abre paso la soledad radical de cada uno. Cuando una persona se siente muy inocente o muy culpable es difícil llegar a ella. Sin embargo, detrás de todas esas apariencias de inaccesibilidad, en esas personas hay un punto de soledad en el que no han tenido lo que tenían que tener o no lo han sabido vivir, o por una serie de circunstancias no lo han experimentado. Ahí tienen un déficit grande al que hay que prestar oído y entender. No son tan importantes los delirios o los autorreproches, sino lo que estos delirios y autorreproches están encubriendo, algo mucho más profundo que está más allá de esas cáscaras de cosas raras que dicen. Entonces podrá producirse la comunicación de soledad a soledad

1.1. La paranoia: delirios racionales secundarios.

Es un trastorno delirante en que el otro es malo y me está haciendo la vida imposible. Se siente víctima inocente. Sus pensamientos delirantes de perjuicio, de persecución, de contenido siempre autorreferido son secundarias, es decir, comprensibles dado el perfil de la persona. El delirio paranoico se desarrolla poco a poco, es crónico, se sistematiza y se va aumentando con una narrativa cada vez más fuerte. Puede comenzar por pensar que le persigue un compañero y acabar describiendo una persecución generalizada. Cuando los delirios se presentan de esta manera progresiva entonces hablamos de una crisis sin automatismos.

El paranoico cree que hay un complot, le siguen, le persiguen, todo el mundo habla mal de él, que la culpa siempre es de los demás, mientras que él es inocente y víctima de todo lo que está sucediendo. Vive en tal mundo de inocencia que esta falta de culpa le impide volver a desear: no hay amigos con los que poder relacionarse porque todos van contra mí. Mi vida queda restringida y fuera de las posibilidades de poder establecer relaciones equilibradas y simétricas. Ese exceso de inocencia le impide hacerse responsable de su propia vida porque la culpa siempre la tienen los demás. No admite ningún compromiso.

El paranoico no se siente en deuda con la vida. Son los demás los que tienen que cumplir con él. Se pasan la vida quejándose, reclamando cosas, repartiendo cosas, como si la sociedad le debiera algo expresamente. Hay gente que se siente maltratada en el trabajo por alguna circunstancia que no tiene que ver con un maltrato real (que puede existir, por supuesto). Sin mayor motivo, más allá de las lógicas dificultades que tiene estar en un ambiente laboral, de repente, se sienten que está sufriendo acoso. Ante esta situación cogen una depresión, pide la baja, y no hay manera de que vuelva a trabajar hasta que no consigue que un tribunal le reconozca una indemnización o una pensión. No es un caradura que está simulando una enfermedad. Es otra cosa más profunda: la sociedad le debe algo que le tiene solo le va a resarcir si la sociedad le paga una pensión, precio que él ha puesto a esa deuda vital, sin que sepamos muy bien de dónde proviene esa solicitud. Se sienten acreedores de la sociedad que es la que les tiene que dar la devolución de la deuda vital.

Ante un paranoico no te puedes acercar intentando interpretar por qué se siente perseguido, tratando de convencerle de que eso es falso, demostrándole que tú le estás ayudando y que lo que está pensando son fantasías, facilitándole la vida, ayudándole a que tenga más relaciones. Solo nos podemos acercar a él si realmente siente que tú estás mirando su soledad y que en cierto modo tú tienes una tolerancia o una visión de ese punto de soledad profunda suya. Detrás de todo lo que un psicótico puede decir está el punto de soledad, ese núcleo candente donde la culpa, la deuda, la inocencia se están poniendo en juego. Al psicótico se le puede llegar si su ternura y tu ternura se comunican un poco, sin que se sepa muy bien por qué con unas personas pasa y con otras esa relación de afinidad no circula. Al intentar explicar Montaigne (1533-1592) su amistad con La Boitie (1530-1563), no pudo decir otra cosa que:

 "Porque él era él y yo era yo".

19ª ¿Cómo es la vida del deseo de un paranoico?

1.2. La esquizofrenia: delirios racionales de ruptura.

Sus
síntomas primarios son las alucinaciones auditivas. En este caso las ideas delirantes no son explicables de acuerdo con el perfil de esa persona. Por eso en esta polarización de la psicosis hablamos de ruptura porque lo que esa persona razona desde su delirio no tiene relación con su vida. De hecho sus brotes se producen de manera rápida e instantánea o de manera muy crítica. Suele ocurrir después de este movimiento de ruptura, que el esquizofrénico se haga paranoico. Entonces se hace esquizoparanoide.

Es difícil que un esquizofrénico salga de su rincón. Pero si lo hace, ya ha hecho mucho. Puede llegar incluso a vivir en un hogar independiente con cierto apoyo, y a veces sin él.  Aunque su vida sea muy rara y muy solitaria. Pero será difícil que despliegue una vida de ayuda, de colaboración y de intercambio con los demás. Incluso aunque sea muy buena persona. Tiene muy buenos sentimientos pero no los puede compartir.

20ª Compara los delirios de un paranoico con los de un esquizofrénico. 

1.3. Los trastornos maniaco depresivos o psicosis bipolar (melancolía): deliroides del deseo.

Si el paranoico se siente desbordantemente inocente de los ataque que sufre de los demás, el melancólico se siente absolutamente culpable. La ruina es uno mismo, su propio ser; esta autoacusación melancólica de indignidad se manifiesta sin ninguna modestia; en contraste con la riqueza de los pensamientos del maniaco depresivo, sus acciones son, sin embargo, inadecuadas y estériles: gastos ruinosos, empresas excesivamente audaces que ponen de manifiesto la pérdida del sentimiento de lo imposible. Hablamos de "deliroides" porque su delirio no se refiere a sus pensamientos, sino que se correlaciona directamente con su estado de ánimo de culpa, de ruina  y de estar haciéndolo todo muy mal.

Estas personas pueden sentirse tan tremendamente culpable como para quedarse parada, no hacer nada, no tener ninguna actividad y creer que por culpa de ella y de sus faltas, de sus errores y defectos, creer que todo su entorno se va a ver complicado, que sus hijos, por ejemplo, se van a morir o van a perder el trabajo, van a enfermar y que todo lo que sucede en su entorno es muy negativo y siempre por culpa suya. Los otros son víctimas o perjudicados de su culpa. En esta crisis melancólica, el psicótico se mete en la cama y comienza a reprochárselo todo. Tanta culpa le impide volver a desear porque teme hacer daño a cualquier persona con la que se pueda relacionar. 

Ahora bien, una cosa es sentirse culpable y otra hacerse responsable. Hay un dicho dentro del psicoanálisis que dice que si una persona se siente culpable, hay que tener cuidado porque no se puede confiar en ella. El exceso de culpabilidad es una excusa para poder hacer lo que quiera. Decía Freud que cuando una persona se lamenta mucho en realidad esas autoculpabilizaciones en realidad son acusaciones contra los demás. Su culpa no es limpia. El melancólico se queja de todo lo que le ha sucedido, echándose la culpa de todo, indigno y sin autoestima, pero en el fondo está haciendo acusaciones a los demás. Los depresivos melancólicos son como verdugos: quien tiene que aguantar a alguno de ellos presiente la violencia oculta de los tristes, que siempre están tristes contra alguien. Sus suicidios siempre son contra alguien, dejan un muerto (su propia muerte), que no admite duelo. El suicida, por ejemplo, que se tira por la ventana delante de su madre diciendo: "bueno, mamá, adiós". Esa madre queda dañada de por vida, como si el suicida buscara una venganza oscura y siniestra contra su madre.

El melancólico es quien se siente con una deuda ante la vida que no puede reparar nunca, por eso sistemática y periódicamente, se hunde. Probablemente, sus primeras relaciones infantiles con la madre fueron tan excesivamente conflictivas que no fue capaz de salir de ellas con la suficiente tranquilidad, equilibrio, bienestar, con una vida del deseo bien establecida. Se siente tan excesivamente culpable que no puede devolver su deuda en su integridad y se encuentra siempre en una situación de precariedad.

Miguel de Unamuno. Del sentimiento trágico de la vida.

"En una palabra, que con razón, sin razón o contra ella, no me da la gana de morirme. Y cuando al fin me muera, si es del todo, no me habré muerto yo, esto es, no me habré dejado morir, sino que me habrá matado el destino humano. Como no llegue a perder la cabeza, o mejor aún que la cabeza, el corazón, yo no no dimito de la vida: se me destituirá de ella." 

21ª ¿Cómo es la vida del deseo de un melancólico?


1.4. Psicosis ordinaria: automatismos mentales.

También se puede tener una estructura psicótica no desencadenada (no han aparecido todavía los síntomas primarios de crisis: delirios, alucinaciones, voces). Se trata de una psicosis discreta (o locura normalizada u ordinaria): sujetos que parecen demasiado normales, pero en los que se sospecha esa estructura psicótica. Suele ser el caso de los esquizofrénicos que aún no han desencadenado sus "síntomas primarios" (así les llamaba el psiquiatra y filósofo Jaspers), esenciales ("patognomónicos"). Por ejemplo, un psicótico que se desencadena a los 30 años, hay que preguntarse cómo era antes de desencadenarse. Suele tratarse de psicóticos que no consiguen aprender a delirar y se quedan ahí colgados. 


El problema, sin embargo, es identificar esos síntomas primarios de la esquizofrenia ( voces de otros en el propio interior, la sonorización del propio pensamiento -el pensamiento mete ruido-, robo y difusión del pensamiento -que te quiten ideas-) y distinguirlos de otros síntomas accesorios (comunes a las neurosis obsesivas).


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Karl Jaspers. 1886-1969

Se dice entonces que presentan automatismos mentales: van con frecuencia a urgencias porque oyen voces pero no acaban de materializar un delirio. Los automatismos dan mucha angustia y el delirio les estabilizaría un poco, pero no consiguen romper a delirar. De hecho, en los manicomios antiguos estas personas con automatismos pero sin delirio podían aprender a delirar viendo a los locos que sí sabían hacerlo.


Clérambault. 1872-1934


Uno de los psiquiatras que mejor ha diagnosticado las psicosis es Gaëtan de Clérambault.

En 1905 se convirtió en asistente médico en la enfermería especial para los enfermos mentales de de Policía de la Prefectura. Clérambault proporcionó una taxonomía completa de los síntomas psicóticos sobre la base de rasgos sutiles y matices, que ordenó de un complejo sistema de categorías, subcategorías, grupos y subgrupos. En última instancia, todos los síntomas categorizados podían ser definidos por una característica única y común, su autonomía / automatismo natural puro. Hay un automatismo inicial puro pero, enseguida, si se comienza a hablar con el paciente éste comienza a realizar una narrativa de lo que le está pasando. Por ejemplo, el automatismo inicial puro sería cuando esa persona oye "una voz que no dice nada" (cuyo significado es no tener significado). En ese momento, Clérambault prohibía que nadie hablara con ese paciente porque en el momento en que alguien hablara con él, el psicótico comenzaría a trabajar sobre esos primeros procesos y a construir una historia para dar significado a esas voces.

El famoso psicoanalista francés Jacques Lacan declaró que su "entrada al psicoanálisis", se debía en gran parte a la influencia de de Clérambault, a quien consideraba como su "único maestro en psiquiatría".


22ª ¿A qué se refiere Clérambault con la expresión "una voz que no dice nada"?

3. Testimonios de locos.

Algunas afirmaciones frecuentes de pacientes psicóticos más o menos lúcidos son:

- "La verdad no tiene tratamiento."

- "Yo no pienso; yo sé."

- "Estáis en el engaño; la verdadera realidad de las cosas es que...".

Veamos también algunos testimonios de personas muy distinguidas que no están en los polos de la locura más deficitarios (es decir, más paranoico, más melancólico), sino en un polo más creativo, capaces de transmitir algo de lo que les pasa, capaces incluso de hacer el trabajo de recuperación por ellos mismos.

3.1. John Nasch (1928-2015).




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Nobel de economía. 1994


 Diagnosticado de esquizofrenia paranoide. Dice a propósito de su locura:

"Me sentía como un profeta: solo, en medio del desierto, con una verdad trascendente que transmitir y sin nadie a quien hablar."

"Yo era infeliz al recuperarme porque la normalidad no me hacía feliz. La locura empieza cuando descubres una segunda realidad en tu mente. Y a veces la eliges porque te hace más feliz que la normalidad. Así, alcancé un punto en que yo era más feliz loco que cuerdo."

Le preguntaban también en una entrevista:

"- ¿Cómo un hombre tan inteligente como usted, tan lógico, premio nobel además, cree que los extraterrestres o los criptocomunistas le envían mensajes?

- Nasch: Porque las ideas sobre los seres sobrenaturales vinieron a mí de la misma forma que mis ideas matemáticas." 

3.2. Friedrich Nietzsche (1844-1900).

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Vitalismo.
   

Al final de su vida, cuando ya estaba completamente enloquecido, poco antes de ingresar en un manicomio, escribe en su obra Ecce homo: cómo se llega a ser lo que es:

" No es la duda, es la certeza lo que hace locos a los hombres."


3.3. Daniel Paul Schreber (1842-1911).

Hijo del médico ortopedista Daniel Gottlob Moritz Schreber, Daniel Paul fue el tercero de cinco hijos. Emprendió con éxito una carrera en el poder judicial. En 1884, luego de un fracaso en las elecciones para el Parlamento (Reichstag), sufrió un episodio de hipocondría, con un intento de suicidio. En octubre de 1893, fue nombrado Presidente de la Sala en la Corte de Apelaciones de Dresde. Víctima de insomnio, que atribuyó al exceso de trabajo, fue enviado pronto a un asilo psiquiátrico, en Sonnenstein. Meses más tarde fue apartado de sus funciones y puesto bajo tutela especializada. En 1900, luego de un juicio en el que convenció a las autoridades de su salud, logró ser dado de alta, publicó sus memorias, donde expone de manera detallada sus delirios, en los cuales cree que es perseguido porque su nervios atraen a Dios, quien por ello desea convertirlo en mujer. Aduce, en una carta abierta (marzo de 1903), que su médico psiquiatra, el doctor Paul Flechsig, pretende hipnotizarlo para controlarlo.


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Juez

 



Schreber fue liberado de hospitales psiquiátricos alrededor de 1902, después de la publicación de sus Memorias. Reasumió sus actividades privadas, que condujo muy bien hasta 1907, cuando su madre murió. Luego pasó por una hospitalización final. Schreber murió en 1911, en un asilo. Aunque el libro de Schreber se hizo famoso debido a su valor como una memoria psicológica, la razón por la que Schreber escribió el libro no fue por razones de psicología. El propósito de Schreber se expresó en su subtítulo (que no se tradujo como parte de la edición inglesa, sino que se reproduce plenamente en su interior): 



"¿En qué circunstancia puede una persona considerada loca ser detenida en un asilo contra su voluntad declarada?" 



Schreber, un jurista consumado, escribió sus memorias para plantear una cuestión legal, a saber, hasta qué punto es legítimo mantener a alguien como él en un asilo cuando declara expresamente que desea su libertad. Schreber apeló contra los tribunales por ese ingreso y ganó el pleito. Esto afirmó el juez que dictó la sentencia por la cual Schreber podía salir del manicomio en el que estaba internado con el diagnóstico de paranoia. 

"Frente a esta concepción (la del perito que quería mantenerle ingresado), el demandante (Schreber), defiende el punto de vista más radicalmente opuesto: la seguridad de su conocimiento de Dios y la certeza inmediata de que se relaciona con Dios y con milagros divinos está inmensamente por encima de todas las ciencias humanas. Aquella seguridad se ha convertido en el centro de su vida. Y así debe ser, porque Dios se le revela también ahora, de nuevo, todos los días y a todas las horas a través de sus milagros y de su lenguaje."

Los neuróticos tienen convicciones más o menos débiles. Los locos tienen certezas.  Y la certeza de un psicótico es algo que determina completamente toda su vida. La certeza del Dr. Schreber era que se iba a convertir en la mujer de Dios con el cual iba a procrear una nueva raza.



3.4. Una mujer paciente de los Doctores Fernando Colina y José María Álvarez (siglo XXI).


"A ustedes les cuesta mucho entender esto, pero cuando se ha probado la plenitud, uno siempre quiere volver a ella. Ser uno más no es agradable. Y cambiar de estado (de estar cuerdo a estar loco), es como cambiar de acera: solo hay que dar un paso. Lo difícil es mantenerse en la plenitud sin que aparezca el horror."
 
Un instante más allá del subidón de la autorreferencia (plenitud), se vuelve persecutorio (horror). La psicosis es una dimensión de la experiencia donde no existen casualidades: todo tiene su por qué. Con lo terrible que es soportar que todo tenga su por qué.

23ª Explica cómo se dan cita en el loco, a la vez, la plenitud y el horror.

3.5. Jean-Jacques Rousseau (1712-1778).

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Ilustración.

Rousseau fue loco melancólico paranoico. Escribe en una carta a un amigo suyo en la que esboza la utilidad de los delirios:

"No sé qué ceguera, qué tenebroso humor me hizo inventar, para ensombrecer mi vida y el honor de otras personas, esa trama de horrores en la cual la sospecha, que mi mente predispuesta cambiaba casi siempre en certeza, no fue mejor disimulada respecto a otros que respecto a vos. El delirio del dolor me hizo perder la razón en vez de perder la vida."

Afirma también en sus Confesiones la posición de la potencia narcisista de la psicosis:

"Emprendo esta obra de la que no hay ejemplo y no tendrá otros imitadores. Quiero mostrar a mis semejantes un hombre en toda la verdad de la naturaleza. Y ese hombre seré yo."

3.6. Ernst Ernst Wagner (1874-1938).


El 4 de setiembre de 1913, el maestro de escuela rural Ernst Wagner, asesinó a cuchilladas y golpes de mazo a su esposa y a sus cuatro pequeños hijos. Después se dirigió a un poblado cercano (Vaihingen) donde había trabajado poco antes. Prendió fuego a distintos solares y esperó a que los despavoridos habitantes emergiesen de sus hogares para que él, agazapado entre las tinieblas de la noche, disparar sus armas de fuego prácticamente a bocajarro contra sus víctimas. Fueron gravemente heridas veinte personas de las que nueve murieron. Wagner fue masacrado por la multitud enfurecida que lo dejó creyéndolo muerto pero no era así. Fue detenido, se le hallaron 500 cartuchos sin usar y reveló que había tenido planeado aún asesinar a otros miembros de su familia y luego volarse la tapa de los sesos entre las lenguas de fuego de otro incendio producido por él mismo. Al ser conducido a prisión reclamó para sí la pena capital. Pero no fue condenado a muerte. En su proceso judicial fue evaluado por el connotado psiquiatra Robert Gaupp y diagnosticado como un caso de paranoia. Fue confinado hasta su fallecimiento por tuberculosis en 1938 y su caso constituyó uno de los primeros en que se consideró válida la inimputabilidad por causa de patología psiquiátrica.







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Asesino en serie



  

Se pone de manifiesto la autorreferencia, el momento en que todos los ojos del mundo están pendientes del psicótico:

"Todo el tiempo escuchaba alusiones. La cosa llegó a tal extremo que en cuanto dos se reunían yo era el tercero del cual se hablaba." 

4. ¿Qué es lo genuino de la psicosis?

No hay que idealizar la locura. Aunque lo que suele ocurrir es que se la denigra: de los locos se huye, como se suele recelar de las personas diferentes, para que no se nos pueda confundir con ellos. No se debe estigmatizar a los locos porque son personas que comparten la misma naturaleza humana que los demás y que como los demás afrontan la tragedia de vivir. Todos los locos tienen un punto de cordura y todos los cuerdos un punto de locura.

4.1. ¿Una enfermedad mental?

Si es cierto que los dos miedos estructurales de todo ser humano son el miedo a la muerte y el miedo a la locura, se podría decir que son sobre todo los que se creen cuerdos los que tienen el máximo interés en calificar de enfermos a los que no lo parecen, para de alguna manera distinguirse de ellos, apartarlos y estigmatizarlos.

Al calificar como enfermo a una persona con estas experiencias psicológicas tan llamativas asimilamos su caso al de otras enfermedades en las que el paciente, de manera pasiva, parece víctima de algún agente patógeno que le ha tocado sufrir sin que tenga responsabilidad en que le haya tocado a él y sin apenas responsabilidad tampoco en su curación: es, después de todo, un paciente.
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1939-1992

 Guattari fundó, junto a Jean Oury, la clínica de La Borde como instancia crítica a la psiquiatría, planteando alternativas para acoger a los pacientes mentales en un entorno abierto, abandonando los papeles autoritarios, limitando las jerarquías, abriendo la libertad de la palabra, abordando la locura como un problema colectivo. Afirma Guattari:

"Hablar de enfermo mental es una fórmula aseptizada, higiénica, para no hablar de los locos. Es mejor hablar de los locos, porque ese término es muy transversalista. Uno puede estar loco de amor, de ira, de mil maneras y eso pone la marca de la locura también en las personas supuestamente normales."

a) Continuidad, y no ruptura, entre cordura y locura.

Los puntos de vista anteriores pierden de vista la continuidad que existe entre los cuerdos y los locos. El propio lenguaje la delata: se dice de alguien que está loco por alguien o que es un loco de los ordenadores o se le llama loco de forma cariñosa cuando hace algo atrevido que nos atraen. Pero sobre todo, neuróticos y psicóticos comparten las mismas experiencias humanas que en el caso de los psicóticos son llevadas hasta el extremo:

- El histérico tiene miedo a que su deseo se acabe y no haya más y el maniaco depresivo es capaz de emprender el proyecto más atrevido, más maniaco, cuando no está paralizado por la melancolía.

- El obsesivo es capaz de perderse en su propio laberinto para o dejarse llevar por le deseo y perder el control y el paranoico sentirse perseguido injustamente por los demás.

- El obsesivo es capaz de justificarse su propia inacción y el esquizofrénico delirar y convertir sus pensamientos en una revelación.

- El miedo al deseo del histérico o del obsesivo, es también el miedo de los paranoicos a los demás, el del esquizofrénico a las voces de otros que le hablan o el miedo del melancólico a sí mismo.

- La paranoia representa la absoluta inocencia y la melancolía la absoluta culpabilidad. Entre estos dos extremos se sitúa la posibilidad difusa de sentirse lo suficientemente inocente y lo suficientemente culpable.

Las mismas experiencias humanas nos hacen neuróticos o psicóticos según su grado de intensidad. 

25ª Cita cinco argumentos que apoyen la siguiente expresión: "Las mismas experiencias humanas nos hacen neuróticos o psicóticos según su grado de intensidad". 

b) Dimensión moral y dimensión médica.

Es importante que tanto el neurótico como el psicótico se hagan responsables de su "neura" o de su locura, que se vuelvan conscientes de que de la misma manera tienen algo que ver en su aparición también tienen mucho que ver en equilibrar su vida.

Por lo tanto, parece mucho mejor acentuar más la parte moral de las dificultades psicológicas que la parte propiamente enferma. Curiosamente, hoy en día se suelen moralizar las enfermedades físicas y medicalizar las enfermedades mentales. Así, por ejemplo, a un enfermo de cáncer se le hace responsable de su enfermedad por no haber seguido las medidas de prevención que recomiendan las autoridades sanitarias (alimentación, deporte, revisiones) y se le hace también responsable al ponerse de moda que el enfermo de cáncer es un luchador que se embarca en una batalla a vida o muerte, como si lo fundamental de su curación no dependiera de las terapias médicas. Por el contrario, se relativiza la responsabilidad del deprimido como si la depresión se tratara de un virus del que ha tenido la mala suerte de contagiarse y del que solo se curará con la medicación sin que su lucha personal sirva para gran cosa.

Además de sacar a la locura del grupo de las enfermedades físicas (del cerebro, por ejemplo), tampoco avanzamos demasiado si afirmamos simplemente que se trata de una enfermedad mental. Al catalogarla como enfermedad mental, estoy reconociendo que los sujetos psicóticos están determinados por completo por una potencia, que es el cerebro o la genética o el organismo, que es quien de verdad está conduciendo enfermizamente todas sus acciones. Pero entonces, ¿qué pintan estas personas en su psicosis? Tendríamos que decir que no tuvieron nada que ver con la decisión de enloquecer y que, por lo tanto, tampoco tienen ninguna posibilidad de hacer nada con lo que les pasa porque en el fondo es una cosa del cerebro. Este determinismo científico dejaría de lado la decisión del sujeto. Cuando en realidad lo importante es hablar de las decisiones que toma el sujeto, si acierta o se equivoca. Todo lo que se cargue del lado de la enfermedad se quita de la responsabilidad del sujeto, de su capacidad de decisión , es decir, se quita de todo lo que es más propiamente humano: que el patrón lo pone en marcha el sujeto, no su organismo. La locura es un drama cuyo protagonista es el propio loco. Podemos, por ejemplo, entender que un obsesivo se niegue a acudir a un examen, por ejemplo, porque le angustia una situación en la que no tiene el control porque previamente se ha convencido de que es imposible prepararse bien el examen; sin embargo, esa persona debe asumir la responsabilidad de no haber hecho el examen. 

Dice Kant (1724-1804) en su obra Antropología:

"Para decidir si estaba loco o no (refiriéndose a una persona que cometió un delito), el tribunal no puede enviarle a la facultad de medicina sino que tendrá que enviarle, dada la incompetencia del tribunal, a la de filosofía."

Y, por su parte, Hegel (1770-1831) escribe en su libro Enciclopedia de las ciencias filosóficas a propósito de lo que él considera que es la locura parcial, es decir, que el loco nunca está completamente loco, siempre queda un resto de razón.


"Por consiguiente, el verdadero tratamiento psíquico retiene también el punto de vista de que la locura no es una pérdida abstracta de la razón ni por el lado de la inteligencia ni por el de la voluntad ni por el de la responsabilidad. Del mismo modo que la enfermedad física tampoco es una pérdida abstracta, total, de la salud (eso sería la muerte)".

26ª Moralización y medicalización de las enfermedades física y mentales.
27ª Según Hegel y Pinel ¿cómo ha de afrontarse cualquier enfermedad y en especial la mental?

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Philippe Pinel.
Precisamente por eso se le puede tratar y se le puede curar, como hacía el iniciador de la psiquiatría moderna, Philippe Pinel (1745-1826), quien creía que podía curar a los locos porque nunca estaban locos del todo, que siempre quedaba algo de cordura que había que pulsar y rescatar del sujeto a partir de ahí su propia capacidad de maniobrar. Cuando asume su protagonismo, el loco puede encontrar su propio punto de equilibrio, equilibrio muchas veces absurdo para los demás. Aunque choque con el sentido común hay que tomarse muy en serio lo que dicen los pacientes porque son los que dan las claves de su propio equilibrio porque los sujetos psicóticos están implicados en la causa y en remedio de su drama. Detrás de un loco siempre hay un gran pensador, alguien que está continuamente cavilando como sale de su drama. No pueden permitirse el lujo de abandonarse a sí mismos: solo puede hacerlo quien está sano.

 Pensar la locura de esta manera ayuda a acercar la locura a la cordura que tanto se separaron como si fueran opuestos durante el siglo XIX. Antes, sin embargo, había cierta mezcla entre ambas, por ejemplo en la melancolía (la tristeza por excelencia, el delirio de indignidad, la convicción de que uno es el más despreciable de todos los seres humanos).

 A este respecto, afirma otro de los padres de la psiquiatría moderna, Emil Kraepelin:

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1856-1926




"Solo los psicoanalistas se toman en serio lo que dicen los locos. Pero solo se lo toman en serio cuando saben que están locos" 



c) Si los locos son enfermos, en cualquier caso no son enfermos como los demás.

- En la unidad de psiquiatría de un hospital, no están en la cama como el resto de los enfermos.

- De ningún modo quieren ingresar en el hospital porque son los demás los que están equivocados.

- Tampoco quieren tomar los medicamentos neurolépticos (para que no se acelere el pensamiento) porque les hacen sentir más indefensos y les limitan en las relaciones. Y si es una psicosis paranoica, la negativa es aún mayor porque esos medicamentos les hacen sentir que se quedan sin herramientas para estar vigilante y a la defensiva.

- Los locos consideran que los locos son los demás. Un esquizofrénico puede sorprenderse, por ejemplo, de que los demás no oigan voces.

- Los locos tienen una querencia de volver a estar locos.

4.2. ¿Es más grave la psicosis que la neurosis?

No siempre es más grave la psicosis que la neurosis obsesiva o histérica. Hablamos de psicosis, o de locura, cuando nos referimos a experiencias que comparten sujetos, algunos de los cuales están muy trastornados y otros están bastante poco trastornados. Es decir, estamos en un campo muy amplio. Esto hay
que entenderlo porque, por ejemplo, ante una persona con diagnóstico de esquizofrenia todo el mundo piensa que tiene que echar a correr, cuando en realidad hay esquizofrénicos que están perfectamente estables, más incluso que otras personas que no están locas. En efecto, hay neuróticos obsesivos o histéricos que están mucho más limitados por sus neurosis de lo que lo están otras personas con su psicosis, que están bastante equilibrados. De la misma manera, también, en el polo opuesto encontramos esquizofrénicos muy desestabilizados.

4.3. La experiencia psicótica.

Por lo tanto, la psicosis es un tipo de experiencia distinta y muy amplia. Pero, ¿de qué tipo de experiencia estamos hablando? Se trata de una experiencia que no es un capricho personal, sino que viven la vida con otra intensidad, con otra profundidad, desde otra dimensión.

a) Historia clínica.


Hablamos de experiencias que el sujeto tiene en este momento, que ha tenido o que puede llegar a tener. Pudo tener un brote hace cinco años y, sin embargo, ahora encontrarse estable. O no haber tenido nunca un brote, pero presentar indicios clínicos en los que se puede temer que si se rompe alguna vez lo hará con una psicosis en lugar de con una neurosis obsesiva o histérica.

b) La certeza, la verdad, el saber, la revelación, la plenitud, la intensidad insoportable. 


Afirma la psiquiatra y psicoanalista Chus Gómez: 

"Decía Bertrand Russell que la matemática es hablar rigurosamente de no se sabe qué. Pero la locura es hablar rigurosamente de algo sobre lo que se tiene una certeza".

Lo más común, lo que más llama la atención de las experiencias psicóticas, es, lo veíamos en los testimonios anteriores, la certeza. Esa convicción tan densa que determina por completo la vida del sujeto. Esa certeza le da una misión en la vida y jamás puede olvidarse de ella. Si tiene la convicción de que le van a envenenar, se pasará la vida y arruinará la vida de su familia en evitarlo. 


De hecho hay quienes creen que los delirios se hacen razonando. Hay locuras incluso que se denominan "locuras razonadas", que son un tipo de locura muy vinculada con la paranoia. Sí, los locos razonan, razonan muy bien, sobre todo los paranoicos. Los paranoicos que se dedican a la ciencia, a la psicología o a la psiquiatría, son mucho mejores teóricos que los que no están paranoicos.

Sin embargo, el delirio no es solo una cuestión de razonamiento o de pensamiento. Porque los golpes o borbotones del delirio llegan como una revelación. Al sujeto no se le presentan cavilando, sino que se le imponen de pronto, de una vez. Con esa revelación, con esos momentos fecundos es con lo que luego después construyen toda una trama. Por eso, lo que hay que entender es que esa revelación, ese momento fecundo, esa oleada de plenitud, de certeza (como pensaba Lacan), no debe ser tratada como hacen algunos terapeutas que le dicen al delirante que eso es falso, que es un alucinación. Ese delirio no puede ser tratado como verdadero o falso, porque no es fruto solamente de un razonamiento, sino que está, sobre todo fraguado, por revelaciones incuestionables para el psicótico. Lo único que hace el razonamiento es reunir esas revelaciones. Por tanto, razonar con él no sirve para nada. El psicótico tiene un soporte muy superior, una intensidad muy superior, que son precisamente estos momentos fecundos o estas revelaciones. No se puede razonar con alguien que no duda, que se siente vinculado directamente con la verdad y una la revelación con la que tiene que hacer algo, de la que no puede pasar.


28ª ¿En qué sentido el loco es un gran pensador?


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Chus Gómez y José María Álvarez. Psiquiatra y psicólogo, respectivamente.




b) En lo referente a las relaciones con los otros o con el propio cuerpo.


Lo genuino de la locura es:

- La autorreferencia, el prejuicio.

"Todo lo que sucede está referido a mí", escribe Schreber en sus Memorias. La autorreferencia es el síntoma cardinal de la paranoia.


- La soledad permanente, la extrañeza.


Los locos, por más cercanos que sean a los demás, siempre tienen un punto de distancia. Ni siquiera al delirio de un loco se le puede sumar el delirio de otro loco: los delirantes que deliran sobre Dios, por ejemplo, no se juntan para razonar juntos. Porque el delirio es "su" delirio y no vale para nadie más. Y no lo continúa el siguiente psicótico que tendría el mismo delirio y lo mejoraría.


- El horror y el fracaso.


La locura es un fracaso. Porque quien tiene que echar mano de un delirio es alguien que está mal, porque si hubiera "triunfado" estaría en otras cosas, en otros ideales.


c) El delirio.


¿Por qué los locos tienen la querencia a hacer estas construcciones que llaman tanto la atención? ¿Para qué les sirven los delirios? ¿Cómo se fabrica un delirio? 


- El delirio de Schreber y las interpretaciones de Freud, Schaltzman.

Se despertó una mañana con la idea de que sería agradable "sucumbir" a las relaciones sexuales como una mujer. Se alarmó y sintió que este pensamiento había venido de algún otro lugar, no de sí mismo. Incluso la hipótesis de que el pensamiento había venido de un médico que había experimentado con la hipnosis en él, Pensó que el médico había invadido telepáticamente su mente. Creía que su psiquiatra principal, el profesor Paul Flechsig, tenía contacto con él usando un "lenguaje nervioso" del que Schreber dijo que los humanos no son conscientes. Él creía que cientos de almas de las personas se interesaban por él y se ponían en contacto con sus nervios usando "rayos divinos", diciéndole información especial o pidiéndole cosas. Durante una de sus estancias en el asilo de Sonnenstein, llegó a la conclusión de que hay "hombres fugaces e improvisados" en el mundo, que él creía eran almas que temporalmente residían en un cuerpo humano, por medio de un milagro divino. A medida que progresaba su psicosis, creía que Dios lo estaba convirtiendo en una mujer, enviando rayos para que le hicieran "milagros", incluyendo hombres pequeños para torturarlo.

Aunque Freud nunca entrevistó al propio Schreber, leyó sus Memorias y sacó sus propias conclusiones. Freud pensaba que los disturbios de Schreber eran resultado de deseos homosexuales reprimidos, que en la infancia estaban orientados hacia su padre y su hermano. Los impulsos internos reprimidos se proyectaron hacia el mundo exterior y condujeron a alucinaciones intensas que se centraron primero en su médico Dr. Flechsig (proyección de sus sentimientos hacia el hermano), y luego alrededor de Dios (quien representó al padre de Schreber, Daniel Gottlob Moritz Schreber). Durante la primera fase de su enfermedad, Schreber estaba seguro de que el doctor Flechsig lo perseguía y hacía intentos directos de asesinar su alma y convertirlo en una mujer (tenía lo que Freud pensaba ser alucinaciones de emasculación, que de hecho, según las palabras de Schreber "experiencia de castración" .

En 1974, Morton Schatzman publicó Soul Murder, en el que dio su propia interpretación de la psicosis de Schreber. La interpretación de Schatzman se basó a su vez en la investigación de WG Niederland a partir de los años 50, (Niederland había trabajado previamente con los supervivientes de los campos de concentración nazis). Schatzman había encontrado panfletos de crianza de niños escritos por Moritz Schreber, padre de Daniel Schreber, que enfatizaba la necesidad de domesticar a la bestia salvaje rebelde en el niño y convertirlo en un ciudadano productivo. Muchas de las técnicas recomendadas por Moritz Schreber se reflejaron en las experiencias psicóticas de Daniel Schreber. Por ejemplo, uno de los "milagros" descritos por Daniel Schreber fue el de la compresión torácica, de apretar y apretar. Esto puede ser visto como análogo a una de las técnicas de Moritz Schreber de un artilugio elaborado que confinó el cuerpo del niño, forzándolo a tener una postura "correcta" en la mesa. Del mismo modo, el "milagro de la congelación" podría reflejar la recomendación de Moritz Schreber de colocar al bebé en un baño de cubos de hielo a partir de los 3 meses de edad. 


A Freud le llamaron la atención dos siguientes aspectos de los delirios:


- Los delirantes aman su delirio tanto como a sí mismos.

Porque sí no fuera así, podrían renunciar al delirio. De hecho, cuando un psicótico renuncia al delirio, cuando ya no lo necesita, es porque ha hecho un trabajo de madurez interior impresionante.
 

- El delirio es un intento de curación, un intento de reequilibrio.


No delira quien quiere sino quien puede. Cuando el sujeto echa mano del delirio es
porque con él intenta reordenar las relaciones con los otros, aunque sean relaciones locas y restaurar el propio movimiento de la vida, mediante un equilibrio "suplente" apuntalado por el delirio. De hecho hay nada más terrible, en un servicio de salud mental, que ver a un loco que no rompe a delirar. Está muy angustiado, en una especie de perplejidad terrible y con gran riesgo de paso al acto (en el que puede matarse o matar a cualquiera). Si rompiera a delirar, si atara cuatro cabos y por ejemplo empezara a pensar que los marcianos tienen una misión para él, podría empezar a calmarse porque las cosas comenzarían a tener una lógica, desde la que poder defenderse y maniobrar desde su caos interior con un lenguaje desde el que sostenerse. Porque el delirio tiene una función de estabilización. Es una carretera principal por la que el loco intenta reencontrar lo que fue su estado de equilibrio anterior. Aunque, todo hay que decirlo, hay delirios que sí consiguen ofrecer esa lógica mientras que otros no lo consiguen.

29ª ¿Por qué afirma Freud que los locos aman su delirio más que a sí mismos?

- No hay correlación entre la inteligencia y la locura. 

Hay delirios de personas con una capacidad intelectual desbordante (por ejemplo, un ingeniero industrial puede dar todo tipo de detalles delirantes de microelectrónica, se trata de delirios completamente lógicos, adecuados por completo a la ciencia, rigurosos y pegados completamente a la realidad) y también de personas mucho menos inteligentes. Aunque es cierto que hay una preeminencia de la psicosis entre los matemáticos, como si para estas personas fuera más fácil hacer números que entablar relaciones con las personas. De hecho, la teoría matemática de Nasch es una matematización de cómo deberían ser las relaciones sociales (teoría de juegos). El fracaso en las relaciones sociales, en el lenguaje, suele echar mano de un delirio en el que se presente el mundo de manera unívoca, sin equívocos (mala intención, doblez), donde las cosas quieren decir lo que dicen, donde todo es preciso y por lo tanto se disuelve cualquier equívoco generador de la angustia paranoica. El rigor es muy psicótico.

30ª ¿En qué sentido la teoría de juegos de Nasch, por la que obtuvo el premio nobel, está muy relacionada con un delirio paranoide?

Hay delirios estrambóticos, muy llamativos y completamente chiflados.

Y también hay delirios muy discretos, que constan de dos o tres piececitas: el sujeto está loco, pero con ese pequeño movimiento, discreto, se mueve en un cierto equilibrio. Tal delirio es una verdadera conquista del loco. 


LA CURA

Los seres humanos creemos en la felicidad a pesar de que la realidad nos desmiente o pone verdaderos inconvenientes a ese anhelo. Freud, en su obra Malestar en la cultura (1930) es muy rotundo. Afirma que la felicidad no forma parte del programa de la especie humana. Es decir, el ser humano no reúne las condiciones objetivas para acceder a esa felicidad que, no obstante ha anhelado, anhela y anhelará. Sin embargo, negarnos a seguir la prédica de la felicidad, no significa declararnos portavoces del sufrimiento.

1. "Se necesita tiempo para ser". (Jacques Lacan).

 1.1. "Kairos".

  El discurso científico-técnico lleva colonizando la realidad humana desde el Renacimiento. Este discurso va desecando el saber curativo de los médicos que tuvo su mayor esplendor en la época en que los médicos para curar el cuerpo sabían que tenían que pasar por el alma, un contexto en el que la medicina y la filosofía todavía no se habían separado. 

En griego, la palabra cura viene de "kairos". Siginifica dos cosas: cura y cuidados. En inglés se conserva mucho más la familiaridad entre estos dos significados. "Cure" es curar o cura y "care" que es cuidado o cuidar. Suenan muy parecido al término "kairos" que en español "cura" y "cuidados" que las palabras se han separado más en su solidad. Lo interesante, no obstante, es que el "kairos" griego también remite a otra significación que es "el tiempo que cada cosa requiere". Cada cosa tiene un "kairos": un tiempo que no se puede adelantar ni retrasar. El tiempo que a cada cosa le corresponde. 

Hay dos razones por las cuales resulta conveniente tener presente que las cosas requieren su tiempo, su "kairos".  La primera, porque es lógico que cualquier persona que quiera "curarse" de su infelicidad está concernida por la preocupación por el tiempo que ese va a requerir: ¿esto va a durar mucho? ¿Cuánto tarda esto en curarse? Pero también hay una segunda razón. Para los griegos la cura estaba asociada a una temporalidad. En este sentido, Jacques Lacan afirma:

"Se necesita tiempo para ser".

Ser no es algo dado, es algo que requiere tiempo. 

1.2. "El cuidado del ser". (Heidegger).
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Heidegger. 1889-1976

El filósofo alemán Martin Heidegger se ocupó del término cura para intentar devolverlo a su origen griego. Habla a menudo del "cuidado del ser", es decir, hay que ocuparse de la "impropiedad del ser". Impropio, ¿en qué sentido? En que solo el ser humano está concernido por el lenguaje, el sexo y la muerte de una forma incomparable con el resto de los animales.

a) Desamparo biológico y dependencia del (confuso) lenguaje del ser hablante.

Estamos bombardeados con documentales que nos muestran la extraordinaria capacidad que la mayoría de los seres vivos tienen para acceder muy rápidamente a una cierta independencia. Si comparamos el año que le lleva a un niño comenzar a tener un cierto dominio de su esquema corporal con la media hora que necesita un cabrito para ponerse de pie y empezar a corretear por el campo. Si hay algo que es característico del ser humano es esa indefensión originaria con la que viene a la existencia, ese desamparo, esa dependencia inaugural que no es solo dependencia de los cuidados que se le deben procurar para garantizar su supervivencia, sino una dependencia respecto de un medio muy particular, muy específico, muy incomparable con respecto al resto de las especies que es el medio del lenguaje. El ser humano desde sus comienzos entra a una existencia que está atravesada por algo que no forma parte del campo de lo natural, del reino viviente, que es el campo simbólico, es decir, el campo de las palabras. 

Es cierto que existe toda clase de formas de comunicación, incluso en los seres más primitivos y más primarios (incluidos los virus). Pero que exista un sistema de comunicación no significa que se encuentre en el mismo plano que el lenguaje humano que tiene una característica muy distintiva: mientras que en el campo de lo viviente los sistemas de comunicación están al servicio del intercambio de información en el campo humano sirve para todo lo contrario, sirve para la desinformación, para provocar el malentendido, la confusión, es decir, para hacer reinar el caos allí donde imaginamos que "hablando se entiende la gente". Todos los días vemos que hablando la gente no se entiende.

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Benjamin. 1892-1940
 Walter Benjamin. Ensayos escogidos. 

"El hombre es aquel que nombra, y por ello vemos que habla la pura lengua. Toda Naturaleza, en cuanto se comunica, se comunica en la lengua, y por lo tanto en última instancia en el hombre. Por ello el hombre es el señor de la naturaleza y puede nombrar las cosas. Sólo a través de la esencia lingüística de las cosas llega el hombre desde sí mismo al conocimiento de éstas: en el nombre. La creación de Dios se completa cuando las cosas reciben su nombre del hombre, de quien en el nombre habla sólo la lengua" 

31ª ¿Cuál es la dependencia específica del ser humano respecto al resto de los animales? ¿Nos comunicamos como ellos?

b) Las dificultades de la vida sexual.

 Freud no se puso a hurgar en la importancia de la sexualidad en el ser humano. Fueron sus pacientes los que al ponerse hablar le fueron descubriendo que eso tenía en la vida de ellos que un principio el propio Freud no imaginaba ni sospechaba. Además se dio cuenta de que la vida no tenia un gran peso por tratarse de una fuente de felicidad en el ser humano, sino por todo lo contrario. Nos encontramos, a diferencia de todo lo que el sentido común o el humor popular nos quieren hacer creer, en el fondo la vida sexual es una fuente más bien de preocupación que de felicidad. O al menos si comparamos el tiempo de felicidad que nos procura con el tiempo de "comedura de tarro" que nos procura, no se necesita ser psicoanalista para saber que, si somos más o menos sinceros con nosotros mismos, la disimetría es bastante evidente. 

El sexo en el campo animal está destinado a algo muy concreto que es la perpetuación de la especie. No tenemos mucha seguridad de que el animal esté interesado en el sexo por el sexo en sí mismo. A pesar de que también tenemos toda clase de películas donde vemos las cosas estrafalarias que tienen que hacer algunos pajaritos para conseguir que la hembra les preste atención, algunas de ellas bastante más ingeniosas que las que tienen que hacer los seres humanos. 

32ª ¿El sexo nos hace más felices?

c) La muerte es incomprensible.

Por supuesto, la compartimos con todo el reino viviente. Pero ningún ser vivo, salvo el ser humano, tiene los medios para formularse la pregunta por la muerte. Eso no quiere decir que el animal no esté concernido por la necesidad de la supervivencia. Pero la muerte no constituye para él una cuestión existencial. 

Fernando Savater. Las preguntas de la vida.

 "La muere nos hace realmente humanos, ya que nos muestra cuan mortales somos. No es mortal quien muere sino quien está seguro de que va a morir. Además es muy personal porque no se puede ceder, es decir, que cada uno debe morir por si mismo y no puede “contratar” a alguien para que muera por uno. La muerte no sólo es necesaria, sino que resulta el prototipo de lo necesario en nuestra vida. Empezamos realmente a pensar cuando descubrimos que tarde o temprano moriremos, ya que a partir de ese momento elaboramos nuestros propios pensamientos y no repetimos lo que otros dicen. Los animales al carecer del tipo de pensamiento que tiene el humano, no son mortales en la misma forma que estos. Si bien mueren, no son conscientes durante su vida de que morirán. Cuando el momento les llega pueden sentir algo de miedo, porque el instinto les dice que algo malo les sucederá, pero en realidad no entienden que. La muerte es siempre inminente, ya que puede alcanzar a cualquiera sin importar edad, sexo, o
estado de salud. Todos pueden morir en cualquier momento ya sea por accidente o por crimen. Desde el primer momento que empezamos a vivir, ya estamos listos para morir."


d) La condición humana: "falta en ser" (Lacan).

La sumatoria de lenguaje, sexo y muerte, no prometen felicidad garantizada, sino que nos conducen a comprender que si nosotros tenemos que pensar qué es la cura o qué es el cuidado del ser, tenemos que cambiar nuestra manera de pensar, a diferencia del campo médico, y darnos cuenta de que lo que aflige al ser humano no es una aflicción contingente, no es fruto de una circunstancia que a unos les pasa y a otros no. No partimos de la idea médica según la cual se presupone que hay algo que está preparado para una cierta armonía, que es el organismo, el cuerpo, es una máquina concebida para funcionar, para compensar sus desequilibrios y que por circunstancias contingentes (por la intromisión de un acontecimiento accidental o vírico...) esa condición originaria se ve alterada. En cambio, en lo que respecta a la condición humana la afección del hombre no es una afección contingente, sino una afección que le es consustancial. Por eso Heidegger afirma que el ser humano es un ser impropio y que por lo tanto el ser del que nos ocupamos es un ser que tiene que confrontarse a una vida en la cual las palabras confunden más de lo que aclaran, la muerte es decididamente incomprensible y el sexo resulta de una u otra manera algo más bien perturbador. Esto nos permite entender que cuando nos referimos al ser humano con la expresión de Lacan "una falta en ser", estamos hablando de un ser que sufre la falta, esa carencia (lenguaje, sexo, muerte), como un vacío y, por lo tanto, es lógico que busque de forma desesperada algo a lo que aferrarse para poder soportarlo. Impropiedad que caracteriza nuestra existencia y que todos compartimos. Esto no quiere decir que se pueda curar a alguien de su condición humana, pero hay que tratar de transmitir algo que les ayude a ocuparse o a preocuparse de esas tres limitaciones con las que no tienen más remedio que aprender a coexistir. 

33ª ¿Qué es "la falta en ser" a la se refiere Lacan y a qué se debe? 
34ª ¿En qué sentido afirmamos que el ser humano es un "ser impropio"?



Antonio Escohotado. Ludopatías.
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Antonio Escohotado. 1941-

"El fracaso, los pesares derivados de la falta de virtud, las verdaderas enfermedades, las heridas del tiempo y toda suerte de agravios sociales y personales riegan con su amargura la vida. Basta que esa amargura rebase ciertos límites para caer en la dependencia de algún placer ambivalente, muchas veces de raíz masoquista, que ayuda a seguir viviendo cuando falta la decisión necesaria para el suicidio, y falta también la alegría de existir."


2. La cura es consustancial al ser humano.

No se trata de que alguien pueda necesitar eventualmente de la cura, sino que el ser mismo, por su propia condición humana, está convocado a la cura más allá de que lo sepa o no. Todos los seres humanos estamos convocados a la curación en nuestro ser. Por esa falta de esencia, de identidad, esa inconsistencia que nos conduce a una especie de errancia. Somos seres erráticos y si no lo somos es porque en nuestra existencia encontramos algunos asideros que nos permiten esa corriente que nos lleva a la errancia. Pero nuestro horizonte es de errancia. Por eso no es tan extraño entender por qué de repente a alguien, un buen día, le da por salir a la calle, ponerse a caminar... lo llamamos loco... no es que le haya ocurrido algo raro. Lo que le ha ocurrido es que un buen día eso a lo que estaba aferrado para no echarse a andar y a andar, se soltó, se le perdió de sus manos. Tal vez eso no nos pueda pasar a cualquiera de nosotros, pero ninguno está completamente exento de la posibilidad de esa errancia. 

35ª ¿Por qué la cura es consustancial al ser humano?

Existen algunas vías mediante las cuales la propia estructuración de la subjetividad encuentra formas para lograr una cierta autocuración de esa existencia originariamente errática, carente de identidad, inconsistente. 

2.1. El fantasma consciente del sujeto.

Por ejemplo, una de ellas, es el hecho de que la mayoría de nosotros somos capaces de redimirnos de esa carencia originaria, de esa inconsistencia, de esa insustancialidad que nos caracteriza, mediante el escenario de una ficción. El ser humano solo puede vivir en el interior de una ficción, de un cuento que se ha contado. Tenemos mayor o menor conciencia de ese cuento, pero todos jugamos una serie de papeles de ese cuento y encontramos alrededor nuestro a los actores complementarios que sirven para sostener la trama. No porque vayan a jugar el papel exactamente que nosotros queremos. No es necesario. Nosotros en nuestra imaginación se lo vamos a hacer jugar. Ahí encuentra el sujeto un papel, un argumento, un relato, con el que distraer ese vacío originario de identidad. El papel y el argumento son variadísimos pero de alguna manera todos tienen una cierta pauta más o menos común: el hecho de que nuestro cuerpo interviene en la creación de esas ficciones. Da el tono, la sustancia del argumento. Y, del cuerpo, ciertos lugares en especial cumplen un papel muy importante: la boca, el ano, la mirada y la voz. Si prestamos atención a cómo cada uno cuenta su cuento, algo se perfila: la relación con la mierda, los logros, la importancia de la mirada -ver o mostrarse-, la voz. La historia que se juega en el escenario de esa ficción (el fantasma consciente del sujeto) es muy variada pero al mismo tiempo está fuertemente condicionada por el clima dramático que le impone esa parte predominante del cuerpo.

Para Ortega y Gasset, hay una rigurosa articulación entre la complejidad de lo real, por un lado, y su aprehensión en múltiples perspectivas individuales, por el otro. Esta vida individual en que lo real se manifiesta tiene una estructura dramática: es la peripecia, con sus dificultades y facilidades, sus pesadumbres y felicidades, de un yo en su circunstancia, de una persona en su mundo. Y, como drama que es, su comprensión cabal ha de ser narrativa. Es la narración de lo que le pasa a quien le pasa el único método de comprensión de la singularidad de la vida. Como la tarea narrativa es el reto por excelencia de la literatura, resulta que esta disciplina logra alcance metafísico: es el lugar privilegiado de la comprensión de la realidad radical en su singularidad constitutiva. Se trata de la comprensión de la vida como "bio-grafía" ("escritura de la vida").

36ª ¿Qué es el fantasma consciente del sujeto?

2.2. Demanda y contrademanda del síntoma.

El síntoma posee el rango de una curación espontánea. Ese cuerpo extraño, ese doble nuestro en el que nosotros no podemos reconocernos, sin embargo en él encontramos un curioso hospedaje para la impropiedad de nuestro ser. Eso que somos sin saber que somos, algo de eso encuentra su alojamiento en el síntoma. No es casualidad, por lo tanto, que, aunque el síntoma nos hace sufrir, sin embargo nos aferramos a ellos como el náufrago se aferra a un madero. Entonces, ¿a qué atender, a la parte del sujeto consciente que pide liberarse del síntoma o a la parte del inconsciente que se aferra a él?

Lacan se dio cuenta de que la demanda del sujeto de que se le libere del síntoma por el malestar que le produce, está marcada por una división o contradicción interna que nos obliga a reconocer que su demanda consciente de curación posee una suerte de contrademanda en la que reconocemos (cosa que el sujeto ignora por completo), hasta qué punto está gozosamente adherido a ese síntoma del que se queja, del que quiere ser liberado (es una demanda inconsciente del sujeto de que nadie le quite el síntoma).

El síntoma es el reservorio de una sabiduría que el sujeto no sabe que posee, que es la que le da a la existencia su auténtica densidad, lo único que tiene y que reclama la experiencia que le corresponde. Existe la posibilidad de que el sujeto y el síntoma entablen una conversación que el psicoanalista interpreta para que el sujeto y el síntoma, que hablan lenguas distintas, lleguen a alguna clase de entendimiento parcial (después, a veces, de una lucha encarnizada). A veces no se consigue, bien porque el sujeto se empeña en desentenderse del síntoma, obstinado en exitinguirlo, o bien porque le tiene tanto cariño que no hay forma de quitárselo un poquito. Pero cuando se consigue es porque el sujeto consiente en dejarse enseñar por la sabiduría del síntoma. Cuando esto último sucede, a poco que el sujeto posea el coraje de asomarse y de leer lo que allí se escribe, es muy probable que su vida cambie algo. El oráculo del síntoma no habla con la voz de los dioses ni de los manuales de autoayuda. Tampoco con los consejos del coaching ni de los ideales de normalidad y vida feliz homologados por los protocolos cognitivo-conductuales. Pero aquí no acaba todo. El sujeto que se haya atrevido a leer en su síntoma, también tendrá después que mirar de cerca a aquello que no está escrito, tendrá que descubrir el sentido de sus síntomas recubre esa falla originaria, esa ausencia de escritura inaugural que, de haber existido, habría hecho de él un ser propio, un ser que se habría podido encontrar a sí mismo.

Miguel de Unamuno. Del sentimiento trágico de la vida.

"Aunque lo creamos por autoridad, no sabemos tener corazón, estómago o pulmones mientras no nos duelen, oprimen o angustian. Es el dolor físico, o siquiera la molestia, lo que nos revela la existencia de nuestras propias entrañas. Y así ocurre también con el dolor espiritual, con la angustia, pues no nos damos cuenta de tener alma hasta que esta no nos duele."


37ª Demanda y contademanda del síntoma.

2.3. El delirio.

Freud se dio cuenta muy pronto de que el delirio es un intento de curación, de dar sentido a una experiencia que se presenta para el psicótico como el derrumbamiento de su mundo. Para recomponer su mundo con esos fragmentos, necesita un relato que explique lo que pasó, por qué pasó, quién lo hizo, quién el culpable. El delirio es una manera de intentar autocurar eso que se vino abajo. Por eso Freud afirmó que los psicóticos aman el deliro más que a sí mismos.








 

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