jueves, 11 de abril de 2019

Ortega y Gasset: el problema del hombre. (Contemporánea).


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1883-1955
1. “Quehacer” y “qué hacer”.

2. El tema de nuestro tiempo.

2.1. Racionalismo (culturalismo) y relativismo (empirismo radical y vitalismo).

2.2. Psicología, biología y teoría del conocimiento.

2.3. Perspectivismo.
a) Crítica al racionalismo.
b) Crítica al relativismo.
 

2.3. Conocimiento selectivo: facilidad y obstáculo.

2.4. Dios, representación de todas las perspectivas particulares.

3. La vida como realidad radical: superación del realismo y el idealismo.

3.1. Realismo e idealismo.

3.2. Realidad radical.

a) La realidad no es solo ni naturaleza (filosofía antigua, realismo) ni conciencia o sujeto (filosofía moderna, idealismo).

b) La realidad es la relación dinámica entre naturaleza y conciencia.

c)  La vida, realidad radical, es circunstancia.

3.3. El yo y la circunstancia: la vida biográfica (“mi vida”).

3.4. Creencias e ideas.

4. El hombre como proyecto de vida (o vocación).

4.1. Encontrarse, ocuparse y forzosidad de la libertad (drama).

4.2. Proyecto de vida.

4.3. Temporalidad.

4.4. Razón vital.

5. La generación en la historia.




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1. “Quehacer” y “qué hacer”.

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De la vida como “quehacer” y como “qué hacer” se deriva su eticidad o moralidad, porque  comprometen nuestro comportamiento y el decurso de nuestra existencia. La ética orteguiana,  no obstante no puede estar constreñida por normas y requisitos  que impidan su desarrollo y agosten, en último término, su auténtico hontanar, sino que debe gozar de libertad para expandirse y revitalizarse continuamente siendo apertura y no claustro, para propiciar en todo momento pautas de  comportamiento, un saber a qué atenerse en el decurso imprevisto de nuestra existencia.

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2. El tema de nuestro tiempo.

Cada tiempo histórico, que es la circunstancia en la que viven los individuos (personas, pueblos, etc.), se encuentra en una encrucijada: hacerse cargo o no de lo heredado de otros tiempos y organizar el mundo, o no, a su medida. Es decir, cada generación en su tiempo tiene un atarea histórica, que cumple o no. Esta tarea es el "el tema de nuestro tiempo" y llevarla a cabo se estar "a la altura de los tiempos". Pues bien, la filosofía solo estará a la altura de los tiempos si es capaz de hacerse cargo del tema de su tiempo que en el caso de Ortega es la superación del enfrentamiento entre cultura y vida.


2.1. Racionalismo (culturalismo) y relativismo (empirismo radical y vitalismo).

Enfrentar cultura y vida o anular ésta en nombre de la superioridad de la cultura es un error. Las soluciones que se han dado para superar el antagonismo entre ambas han sido insatisfactorias:

- El racionalismo negaba la vida y otorgaba todo el valor a la cultura. Hace las verdades absolutas, sin tener en cuenta peculiaridad alguna en su captación por el sujeto. En este apartado entra también el "culturalismo", al que se refiere Ortega muchas veces. Este movimiento que tiene su origen en la filosofía historicista del siglo XIX, pone el acento en la cultura entendida únicamente como "vida espiritual", dejando fuera los aspectos más biológicos y mundanos. Ortega, sin embargo, entiende que esos aspectos que él llama "vida espontánea", son igualmente constitutivos de la cultura porque "no hay espiritualidad sin vitalidad". Lo espiritual no es menos vida ni es más vida que lo no espiritual.

- El relativismo caía en el error contrario al subordinar la cultura a la vida. Reduce las verdades a esa parte de realidad que sujeto en su particularidad conoce. Al hablar de relativismo, Ortega se suele referir, sin decirlo, al empirismo más radical (el de Hume, por ejemplo), que tomando como única fuente de conocimiento la percepción, concluye que de las "cuestiones de hecho" (las fácticas, las relativas al mundo, a los hechos), solo podemos tener probabilidad, pero no seguridad (porque su contrario es posible). La única seguridad absoluta se daría en "las relaciones de ideas", es decir, en las matemáticas, precisamente porque no hablan del mundo, sino de ideas. El "vitalismo" sería, en alguna medida, la posición enfrentada al culturalismo, es decir, esa filosofía que prima los aspectos más biológicos de la vida. Ortega insiste en que la reforma radical de la filosofía consistirá en fundir ambas realidades: cultura y vida (raciovitalismo).

2.2. Psicología, biología y teoría del conocimiento.

Se debe buscar una síntesis superadora de racionalismo y relativismo. Cree ver en los desarrollos recientes de la psicología, la biología y la teoría del conocimiento, cada uno de forma independiente, una nueva actitud que viene a corregir la manera unilateral de plantear las cosas del racionalismo y del relativismo

- En psicología, una nueva concepción del sujeto hace ver que capta la realidad de manera selectiva, pero sin que ello implique deformación alguna de esta.

- Por su parte , la biología ha venido a demostrar la existencia de umbrales de percepción más allá de los cuales no es posible al sujeto por sí mismo ver u oír, sin que ello implique que se deforme la realidad que nos es dado percibir.

- También la teoría del conocimiento demuestra una capacidad selectiva para las verdades, en virtud de la cual los individuos, los pueblos y las épocas alcanzarían a conocer unas y a ignorar otras.


2.3. Perspectivismo.

Las personas conocen una perspectiva de la realidad, perspectiva que es real y válida, aunque parcial. Pero la perspectiva no es solo un aspecto del conocimiento, como si nuestro conocimiento fuera incompleto o defectuoso, sino que las perspectiva es un componente de la realidad; la realidad solo se nos presenta desde una determinada perspectiva. La perspectiva es la forma que adopta la realidad para el sujeto, sin caer por ello en el subjetivismo: la sierra de Guadarrama es distinta según se la mire desde Madrid o desde Segovia, pero ambas visiones son verdaderas.


a) Crítica al racionalismo.

La pretensión de conocer de forma absoluta es la que supone un exceso, por cuanto no transmite la realidad, sino su abstracción, lo que no deja de ser una ficción. La pretensión racionalista de reflejar una única realidad es falsa. Nadie ve “la” realidad ni puede obtener una verdad que se corresponda con ella. Todo lo que tenemos son puntos de vista diferentes de la realidad. Al contrario, justamente la perspectiva falsa es afirmar una verdad única. Por ejemplo las ideas de Platón, como “arquetipos” de una realidad unidimensional que sería la referencia de todas las perspectivas y que nos permitiría alcanzar “la” verdad, no existen.

Las formas diferentes de ver la realidad no suponen la falsedad de una de ellas, sino la sustitución de una verdad intemporal por una verdad vital sensible a las variaciones individuales e históricas. Cuando se asume la dimensión vital, la filosofía supera la pretensión incondicionada (“utópica”) que la ha acompañado siempre y se muestra capaz de desarrollar una razón vital que sustituya a la “razón pura”. De esta manera se supera la ingenuidad –semejante a la de los pintores renacentistas que creían reflejar la realidad en sus cuadros cuando solo la retrataban desde su punto de vista- de construir una filosofía en la que latía la intención de alcanzar la verdad absoluta cuando solo se accedía a la perspectiva de sus autores.

En efecto, se observa en la filosofía anterior esa misma sencillez esquemática y esa ingenuidad (ese “primitivismo”) que en la pintura, al constatar su pretensión de haber descubierto la verdad. Esa pretensión totalizadora es lo que precisamente expresa el concepto de mundo. Frente al “mundo”, el concepto de “horizonte” refiere el conocimiento de la realidad a la perspectiva del sujeto que conoce.


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b) Crítica al relativismo.

Sin embargo, no hay que confundir el perspectivismo con el escepticismo y el relativismo. Sí que existe la verdad, de eso no duda Ortega, pero la forma de conquistarla es “complementando” las visiones parciales de los diferentes sujetos desde su perspectiva vital e histórica. Por ello, la verdad es vital e histórica, y sin ese proceso de conquista de la verdad, esta “quedaría ignorada”.

2.4. Conocimiento selectivo: facilidad y obstáculo.

Ortega concibe al sujeto conociendo la realidad no con el carácter absoluto de una verdad que anula la peculiaridad de cada individuo, sino seleccionándola hasta hacer suyos algunos de sus rasgos. Lo que Ortega quiere decir es que no se trata de ver las cosas como meros objetos que no pueden sobrepasar su objetividad, que sería la manera racionalista de verlas, ni como artilugios que se reducen al uso particular que un individuo puede hacer de ellos, que es la visión relativista. La propuesta de Ortega va más allá de una y de otra: las cosas son aquello que reviste para nosotros cierta utilidad o que supone un obstáculo, lo que nos otorga una facilidad o una dificultad.

Frente al árbol que observo como un absoluto, estaría el servicio que me presta para comer sus frutos, por ejemplo. Ese mismo árbol puede ser también un obstáculo con el que me golpeo al circular por un camino estrecho. Nadie puede negar la existencia del “objeto-árbol”, pero lo relevante de nuestro conocimiento de él no es que sea árbol ni que sea objeto, sino que me fue útil o incómodo en determinadas circunstancias y que, a pesar de ello, reconocemos en él otras cosas que puede ser sin negar lo que es para nosotros.

Frente al relativismo, la verdad no puede ser negada; frente al racionalismo, la verdad debe adquirir una dimensión vital como verdad de un individuo.

2.4. Dios, representación de todas las perspectivas particulares.

Lejos de ser un obstáculo o una insuficiencia, el conocimiento de la realidad desde la perspectiva de cada individuo, generación o época le proporciona el punto de vista que le corresponde. La unión de todas las perspectivas particulares solo puede corresponder al ser divino. Según esto, Dios no tiene un conocimiento absoluto, como pretendió el racionalismo, sino que en él se darían cita la totalidad de las verdades parciales que corresponden a cada sujeto (por eso la verdad absoluta no está al alcance humano). Si Dios representa esa combinación de todas las perspectivas particulares, nuestra participación en la conquista de la verdad es insustituible y nuestro destino es observar y conocer la realidad desde nuestro punto de vista. A esto llama Ortega “el tema de nuestro tiempo”.

3. La vida como realidad radical: superación del realismo y el idealismo.

Las dos tradiciones dominantes en la historia de la filosofía, el realismo y el idealismo, se conforman como verdades a medias. El realismo porque considera la realidad exterior independiente del sujeto. Y el idealismo porque hace depender la realidad del sujeto pensante.

3.1. Realismo e idealismo.

- El realismo es característico de la filosofía antigua y medieval, y concibe la realidad (sustancia, naturaleza) al margen del ser humano.

- El idealismo es característico de la filosofía moderna, desde Descartes, y reduce el sujeto a ser pensante y hace del yo, con sus ideas innatas o estructuras a priori, el juez último de la realidad

3.2. Realidad radical.

Ortega siempre toma el término "radical" en su sentido más estricto: "de raíz", lo que está pro debajo, sujeta y sustenta la realidad. Por eso la vida es la realidad más radical; por eso la reforma de la filosofía debe ser radical e ir a la raíz.

a) La realidad no es solo ni naturaleza (filosofía antigua) ni conciencia o sujeto (filosofía moderna).

- Las cosas, incluido el ser humano, no son algo fijo e inmutable, la sustancia independiente del realismo.

- A su vez, la conciencia, las ideas, no están aisladas, implican siempre un pensar en algo, las cosas.

b) La realidad es la relación dinámica entre naturaleza y conciencia.

Así pues, la realidad no es la naturaleza ni la conciencia, es la relación entre un sujeto y su mundo; o lo que es lo mismo, la realidad radical, la que es anterior y fundante de cualquier otra, es la vida humana, a la que están subordinadas tanto las cosas como las ideas. La realidad indudable y fundamental sobre la que las demás se asientan y adquieren sentido (realidad radical) es la vida, que designa una relación dinámica entre yo (sujeto) y mundo (realidad), sin prescindir ni otorgar prioridad a ninguno de los dos términos.

c) La vida, realidad radical, es circunstancia.

En la vida. "mi vida", se sintetiza la realidad cósmica y la realidad personal. La vida no es solo un hecho biológico (que lo es), ni un hecho cultural) (que también lo es), sino la realidad donde se funden lo biológico y lo cultural. Por eso la vida es:

- Un darse cuenta.

- Fatalidad: lo que nos viene dado.

- Libertad: lo que podemos elegir.

- Futurición: la vida humana está proyectada hacia el futuro.

- Proyecto: el hombre por el hecho ser histórico está abierto a la posibilidad de construirse, de irse haciendo en la vida; el hombre es una pregunta constante por su ser, esta pregunta es la que exige la respuesta por su propia vocación, por su propio proyecto. La vida del hombre se le es dada vacía, este debe de llenarla, darle un sentido, asegurarse en el mundo, sorteando obstáculos y disponiendo de ellos para construir la vida misma.


- Circunstancia: todo lo anterior se puede sintetizar en que la vida es "circunstancia".

3.3. El yo y la circunstancia: la vida biográfica (“mi vida”).

La vida a la que alude Ortega no es un término biológico, sino biográfico: supone que un yo tiene que vivir en una determinada circunstancia, no como algo fijo, sino atendiendo a su entorno. El yo y la circunstancia son las dos dimensiones de la vida humana.

- El yo no es el yo pensante del idealismo, aislado del mundo real, sino que debe adquirir conciencia de sus circunstancias.

- Estas, a su vez, limitan el horizonte humano y le sirven de acceso al mundo. La circunstancia es lo que tiene sentido para el sujeto de aquello que le rodea, y se manifiesta, a la vez, como limitación y como vía de acceso al mundo: la época, el país, la familia, el lugar, el cuerpo, la mente, y todo aquello que el yo se encuentra como dado constituyen la circunstancia.

3.4. Creencias e ideas.

Por lo tanto, hay unas circunstancias, unos elementos, que la sociedad nos transmite, que constituyen los supuestos de la vida humana, y que Ortega denomina creencias.

- Las creencias son la parte de la realidad que las personas no se cuestionan: los supuestos, las convicciones y las respuestas sobre los que se asienta nuestra vida y que hemos heredado.

- Frente a las creencias, están las ideas o pensamientos que tenemos sobre las cosas. Cada ser humano elabora ideas sobre lo que le rodea. Son las respuestas que damos a los problemas que hemos decidido afrontar. Con las ideas nos encontramos, en las creencias “estamos”. Cuando las ideas son aceptadas por la comunidad se convierten en creencias.

4. El hombre como proyecto de vida (o vocación).

El hombre es historia, vida, pero esa vida está por hacer, por “hacerse”, puesto que es el hombre el que tiene que hacerse a sí mismo, utilizando su libertad. Vivir es elegir constantemente lo que se quiere hacer con la vida. Hay la obligación de hacer algo (vida es elección), pero nadie está obligado a hacer algo determinado (se puede elegir entre diferentes alternativas). El yo, pues, no es algo fijo, sino que se va haciendo en unas circunstancias sobre las que ejerce su libertad.

4.1. Encontrarse, ocuparse y forzosidad de la libertad (drama).

La vida humana es, de entrada, un “estar ahí”. El hombre es acción, drama. La libertad da un carácter problemático a mi vida. La vida no es una realidad acabada, es algo que tengo que hacer. Puesto que el hombre es forzosamente libre, el mundo está abierto a múltiples posibilidades de las que tiene que ocuparse. Lo contrario del ocuparse es la “despreocupación”, el dejarse arrastrar, entregarse a las costumbres (que es también una forma de ocuparse).

4.2. Proyecto de vida.

Ese “ocuparse” no es arbitrario, sino conforme a un proyecto limitado por las circunstancias en las que se mueve cada persona. Sin embargo, ese “proyecto de vida” que puede ser asumido o no por el propio individuo. La realización de ese proyecto o vocación permite el perfeccionamiento del sujeto, pues marca la distancia desde lo que es a lo que “tiene que ser”. Se dice entonces que lleva una vida auténtica. Pero cuando lo que hacemos no realiza nuestro proyecto entonces decimos que se falsifica nuestra vida.

4.3. Temporalidad.

La vida es temporalidad. Decidir lo que vamos a ser (vocación) y realizar el proyecto que somos (autenticidad)  es la nota fundamental de nuestra existencia y eso supone un compromiso con el futuro; en función de este descubrimos el pasado, que nos dirá qué medios tenemos para realizar nuestro proyecto. En este sentido, el pasado aparece como un arsenal de posibilidades. Estos medios que proporciona el pasado y con los que contamos permiten, a su vez, realizar el futuro “proyectado” desde el presente.

4.4. Razón vital.

Frente a la razón pura Kantiana (la razón ajena a todo lo demás que encuentra en sí misma las estructuras del conocimiento), Ortega propone la razón vital, una razón "encarnada", vinculada a la vida y, más allá, a la historia. Es, pues, la razón que medita desde y sobre la estructura de la vida misma.

A diferencia de la razón pura, que por su abstracción es incapaz de comprender la complejidad de la vida humana, la razón vital no deja de lado las circunstancias concretas en las que se desarrollan los hechos, para captar su racionalidad o irracionalidad. La razón vital es histórica, en la medida en que la razón no tiene estructura fija, sino que se va haciendo a lo largo de la vida. Como hemos dicho, la vida humana se desarrolla dentro de los límites que establece el pasado: no es la naturaleza la que nos determina a ser de una manera u otra, sino la historia.

5. La generación en la historia.

"Generación" es un concepto frecuentemente utilizado por Ortega. Las generaciones, evidentemente, nacen unas de otras, pero cada una encuentra un mundo ya dado (el establecido por las generaciones anteriores) y, a su vez, siente la necesidad de hacer su propio mundo y pensar sus propias ideas. Sin embargo, no todas las generaciones asumen ese papel. Hay tiempos en que la nueva generación coincide con las anteriores, mientras que, en otras ocasiones, la generación que se incorpora siente su propia diferencia.

La sociedad humana es concebida por Ortega como un proyecto en el que los individuos alcanzan una cierta identidad y perfeccionamiento. La identidad es fruto de la pertenencia a una misma generación, esto es, un grupo de individuos nacidos en un intervalo de quince años, que comparten ideas, deberes, tareas. Las generaciones marcan el ritmo de la historia, que se mueve según estas se suceden.

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Aunque los individuos se presenten formando parte de una generación, la sociedad no integra a todos los individuos como iguales: en todo grupo existe una masa y una minoría sobresaliente. Quienes se conforman con pensar lo que la “gente dice” pertenecen a la masa; los individuos que buscan hacerse su propia opinión pertenecen a la élite. Esta élite despierta en los demás el deseo de perfección y seguimiento, pero cuando no es así, cuando se produce la “rebelión de las masas”, el proceso de perfeccionamiento social entra en crisis y la sociedad carece de liderazgo.

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