martes, 2 de abril de 2019

Habermas: ética y conocimiento-metafísica. (Contemporánea)).


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1929-

1. Intereses de la especie humana.

1.1. Intereses y saberes que promueven.

a) Interés técnico: la transformación de la naturaleza.
b) Interés práctico: la organización social de la convivencia.
c) Interés emancipatorio: ideal de la ilustración.

1.2. Relación de los intereses técnico y práctico con el ideal ilustrado en las sociedades industriales desarrolladas.

a) La jerarquía ilustrada de los intereses.

b) Monopolio de la racionalidad instrumental.

- Instrumentalización de la naturaleza.
- Instrumentalización de la persona.
- Tecnócratas, políticos profesionales y especialistas.


2. La racionalidad dialógica o comunicativa.

2.1. Función pragmática comunicativa del lenguaje.

2.2.Universales del habla.

a) Pretensión de inteligibilidad.
b) Pretensión de verdad.
c) Pretensión de rectitud.
d) Pretensión de veracidad.

2.3. Reglas ideales del discurso.

a) Reglas lógico-semánticas.
b) Reglas procedimentales.
c) Reglas que garantizan la ausencia de represión y desigualdad entre los participantes.
d) Universalidad e imparcialidad de la comunidad ideal de habla.
e) Teoría consensual de la verdad.
f) Normas morales aceptables.
- Politeísmo axiológico.
- Las mismas normas convivencia para personas con valores individuales distintos.
- Teoría consensual de las normas de convivencia.

3. ¿Es la racionalidad comunicativa la cristalización contemporánea del sueño ilustrado?

3.1. Fundamentos de una racionalidad absoluta..

a) Una teleología inmanente de la historia humana (Hegel, Marx).
b) Una subjetividad trascendental (Kant).


3.2. Racionalidad comunicativa condicionada.

a) La libertad para negarse a dialogar limita nuestra racionalidad.
b) Pero no definitivamente.
c) Contradicción performativa.

4. La fecundidad teórica y política del paradigma de la racionalidad comunicativa.

4.1. La racionalidad comunicativa como criterio de desarrollo moral.

4.2. La racionalidad comunicativa como criterio de desarrollo histórico  y político.
 a) Crítica del determinismo y del economicismo marxistas.
 b) Legitimación procedimental del poder y de las leyes en los sistemas democráticos.
 c) Patriotismo constitucional.



1. Intereses de la especie humana.

Para Jürgen Habermas, en consonancia con las tesis fundamentales de la escuela de la Escuela de Frankfurt, el conocimiento responde a un interés concreto. Por tanto, si somos capaces de sistematizar los intereses de la especie humana, constatables en su desarrollo filogenético e histórico, podremos establecer un sistema del saber. Partiendo de esta base, Habermas identifica los intereses siguientes.

1.1. Intereses y saberes que promueven.

a) Interés técnico: la transformación de la naturaleza.

 Aspira al control de la naturaleza por medio de las Ciencias de la naturaleza.

b) Interés práctico: la organización social de la convivencia.

Aspira a la comprensión de los hombres con vistas a establecer la comunicación y el entendimiento entre ellos por medio de las Ciencias humanas: historia, antropología, sociología, etnografía, etc.

c) Interés emancipatorio: ideal de la ilustración.

Aspira a liberar al hombre de los condicionamientos sociohistóricos que impiden el desarrollo de su racionalidad y su libertad. Lo realiza por medio de disciplinas tendentes al desenmascaramiento de las ideologías: el psicoanálisis freudiano y la propia filosofía, entendía como teoría crítica

1.2. Relación de los intereses técnico y práctico con el ideal ilustrado en las sociedades industriales desarrolladas.

a) La jerarquía ilustrada de los intereses.

Estos intereses tienen, de acuerdo con el ideal ilustrado, una articulación precisa: los intereses práctico y técnico, esto es, la organización social de la transformación de la naturaleza y de la convivencia, han de estar al servicio del ideal emancipatorio, es decir, la promoción de la libertad y la racionalidad del ser humano.

b) Monopolio de la racionalidad instrumental.

El problema es que esto no ocurre en las sociedades industriales desarrolladas, en las que el interés emancipatorio está marginado de la vida social. Este está regido por la racionalidad teleológica, es decir, aquella que calcula los medios idóneos para alcanzar los fines propuestos y que, en opinión de Habermas, se expresa en dos tipos de acciones:

- Instrumentalización de la naturaleza.

Las que, apoyándose en los saberes empíricos, desarrollan reglas de cálculo que permiten pronosticar las consecuencias de nuestras acciones, evaluando, así, la idoneidad de los medios propuestos; en otras palabras, aquellas que instrumentalizan la naturaleza.

- Instrumentalización de la persona.

Se incluyen aquí cuantas acciones se realizan para influir, en aras de los propios fines, en competidores racionales; dicho de otro modo, aquellas acciones que instrumentalizan a las personas.

- Tecnócratas, políticos profesionales y especialistas.

Este monopolio de la racionalidad instrumental se constata socialmente en el hecho de que las decisiones económicas y políticas, que determinan tanto los intereses como las prácticas sociales, son tomadas al margen de los ciudadanos -puesto que se sustraen al debate democrático- por los apóstoles de la racionalidad tecnológico-instrumental, es decir, por los tecnócratas: los poderes económicos deciden lo que van a consumir/producir las personas, y los políticos profesionales diseñan las estrategias que hay que seguir (a estos habría que añadir los modernos ejércitos de terapeutas que colonizan la esfera privada: psicólogos, orientadores, asesores y consejeros de todas las especialidades). 

Urge, pues, desarrollar un modelo alternativo de racionalidad que fundamente la restauración de la jerarquía ilustrada de los intereses. El propuesto por Habermas es la racionalidad dialógica o comunicativa.

2. La racionalidad dialógica o comunicativa.

Habermas desarrolla su tesis retomando una vieja idea de la tradición filosófica que, por lo demás, mostró todo su potencial en el pensamiento de la razón que habita en el lenguaje o, si se prefiere, del lenguaje como articulación humana de la racionalidad del hombre. Y es que ya los griegos llamaron logos ("lenguaje") a la razón.

2.1. Función pragmática comunicativa del lenguaje.



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Wittgenstein.
  Ahora bien, el lenguaje tiene, desde los estudios desarrollados por la filosofía neopositivista y analítica, tres dimensiones (sintáctica, semántica y pragmática), y cabe preguntarse cuál de ellas es la fundamental a la hora de interpretar la realidad. Inspirándose en el segundo Wittgenstein (1889-1951) y sus seguidores -en particular, en los trabajos del filósofo inglés John L. Austin (1911-1960)-, Habermas se decide por la pragmática: el lenguaje es el medio por excelencia de la comunicación intersubjetiva. El lenguaje es un sistema de actos de habla.
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J. L. Austin.


De lo que se deduce los siguiente:

- El lenguaje es el "lugar" en el que se articula la racionalidad humana.
- El lenguaje es pragmática comunicativa.
- Las condiciones de la pragmática comunicativa son, a su vez, las condiciones de la racionalidad humana.
- Luego, una teoría de la racionalidad solo puede hacerse al hilo de la investigación acerca de cuáles son las condiciones que ha de cumplir el lenguaje para verificar su finalidad pragmática: vehicular la comunicación intersubjetiva.

2.2. Universales del habla.

Como la racionalidad, dice Habermas -fiel al ideal ilustrado-, es universal (recordemos que la racionalidad para Kant es "trascendental": todo sujeto construye y comprende la experiencia de la misma manera y no puede hacerlo de otra), habrá que desarrollar una teoría de la pragmática universal, es decir, una teoría que responda a la pregunta acerca de cuáles son las condiciones universales que se han de cumplir para conseguir el entendimiento intersubjetivo entre los hablantes.

Habermas sostiene que cuando una persona habla con otra, la comunicación, que es la función principal y originaria del habla, no se limita a una simple transmisión de información sino que establece entre ellas una relación interpersonal que tiene como finalidad el que se puedan entender. El lenguaje posee una serie de supuestos que todos los que hablan tienen que cumplir porque son "mandatos" suyos. Estos supuestos, los "universales del habla" son ciertos en cualquier lengua y, por tanto, válidos para todos los humanos. Cuando se habla no se pueden dejar de seguir si se quiere que los que oyen esas palabras acepten lo que se les dice. Estos universales del habla son: la inteligibilidad, la verdad, la rectitud y la veracidad.

a) Pretensión de inteligibilidad.

El hablante pretende decir algo inteligible.

b) Pretensión de verdad.

El hablante pretende que lo que dice es verdadero, en el sentido de que se corresponde realmente con lo que pasa en el mundo. Se habla de la realidad externa.

c) Pretensión de rectitud.

El hablante pretende que lo que dice es correcto, en el sentido de que respeta el orden normativo vigente en la comunidad de hablantes.

d) Pretensión de veracidad.

El hablante pretende que lo que dice es cierto, en el sentido de que se corresponde con lo que realmente cree. Se habla de las vivencias subjetivas.

2.3. Reglas ideales del discurso.

 Para entender cualquier cosa que se nos quiera decir, hemos de presuponer en el hablante inteligibilidad, verdad, rectitud y veracidad. De hecho, cuando creemos que nuestro interlocutor está diciendo algo ininteligible, falso, incorrecto o mentiroso sobre sus creencias, normalmente interrumpimos la comunicación y le exigimos que aclare sus pretensiones. Cuando dichas pretensiones no se cumplen, surge el discurso.

Como es obvio, en los actos de habla de nuestra vida diaria no se cumplen en su totalidad las pretensiones de validez ideales que presuponemos en la comunicación. En la vida ordinaria, el lenguaje acontece en una suerte de "espacio intermedio" en el que las pretensiones de validez ni se cumplen ni se conculcan por entero. Ahora bien, como hemos adelantado, cuando esas pretensiones no se cumplen, surge el discurso.

El discurso es aquel acto de comunicación por el que tratamos de validar argumentativamente si las pretensiones de validez de un acto de habla se cumplen o no. Dicho de otro modo, en el discurso tratamos de desvelar de forma argumental si lo que se está diciendo es, en efecto, verdadero, recto y veraz. Sin embargo, para que sea válida, la argumentación ha de respetar unas "reglas de juego" que configuran una situación ideal de habla, en la que quedan excluidas la coerción y la persuasión y en la que participan todos cuantos posean argumentos relevantes. Estas reglas son las siguientes:

a) Reglas lógico-semánticas.

Habermas entiende los discursos como los procesos en los que las personas que hablan logran fundamentar razonadamente sus propuestas comunicativas y las pretensiones de validez que subyacen a ellas.

- Un hablante no debe contradecirse.
- Todo hablante que aplica un predicado a un sujeto debe estar dispuesto a aplicárselo a cualquier otro que se parezca al anterior en todos los aspectos importantes.
- Diversos hablantes no pueden emplear la misma expresión con significados distintos.

b) Reglas procedimentales.

- Cada hablante solo puede afirmar aquello en lo que verdaderamente cree.
- Quien introduce un enunciado o una norma que no es objeto de discusión debe justificarlo.

c) Reglas que garantizan la ausencia de represión y desigualdad entre los participantes.

- Todo sujeto capaz de hablar y de actuar puede participar en la discusión. 
- Todos los hablantes pueden cuestionar cualquier afirmación, introducir cualquier afirmación en el discurso y mantener sus posiciones deseos y necesidades.
- A ningún hablante puede impedírsele el uso de los dos derechos anteriores por medios coactivos que tengan su origen tanto en el exterior como en el interior del discurso.

d) Universalidad e imparcialidad de la comunidad ideal de habla: ideales de la Ilustración.

La ausencia de restricciones en el número de participantes relevantes (han de poder participar todos), garantiza el resultado. Y la ausencia de coerciones y la absoluta simetría de todos los participantes garantizan la imparcialidad de las conclusiones.




e) Teoría consensual de la verdad.

Para Habermas, es verdadera aquella proposición que los participantes en una comunidad de habla aceptasen como tal dentro de un discurso teórico. Se dialoga con otras personas porque se tiene el convencimiento de que se puede llegar a alcanzar con ellas un acuerdo o un consenso fundamentado en razones que todos comprenden y aceptan; en caso contrario, el diálogo carecería de sentido.

El consenso o acuerdo constituye, en opinión de Habermas, el final adecuado y esperado de todo discurso y los discursos tienen siempre pretensiones de universalidad puesto que lo que se defiende en ellos, aunque vaya dirigido a un interlocutor concreto con el que se está hablando, en el fondo busca el reconocimiento universal de lo que se dice y se defienden argumentos. 


f) Normas morales aceptables.

- Politeísmo axiológico.
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Max Weber.
Habermas acepta la tesis de Max Weber (1864-1920) que se puede denominar como politeísmo axiológico, según la cual es imposible que la razón establezca una jerarquía de los valores últimos que los individuos singulares asumen como directrices vitales: los valores morales son inconmensurables, carecemos de un criterio extrínseco que permitan evaluarlos objetivamente. 

- Las mismas normas convivencia para personas con valores individuales distintos.

En contra de lo que pensaba Weber, el reconocimiento de que cada persona cree en sus propios valores y no se puede comparar la escala de valores de unos o de otros, no significa que la moral no admite razones. No se trata de elaborar una jerarquía objetiva de valores que todo el mundo tenga que acatar, sino de justificar las normas sociales que regulan la convivencia entre personas que tienen valores últimos diferentes.

- Teoría consensual de las normas de convivencia.

Para Habermas, serían legítimas aquellas normas que fuesen aceptadas por los participantes en una comunidad ideal de habla que argumentasen sobre las normas que deben regular su convivencia, esto es, por los participantes en un discurso práctico.

3. ¿Es la racionalidad comunicativa la cristalización contemporánea del sueño ilustrado?

Para Habermas, la racionalidad discursiva desempeña un papel fundamental en la vida social, ya que, en muchas ocasiones, las personas interaccionan y se coordinan llegando a acuerdos entre ellas, de forma pacífica y armónica. Las personas son capaces no solo de perseguir egoístamente sus intereses, sino también de ponerse de acuerdo con los demás a través de procesos comunicativos y de coordinar solidariamente sus acciones.

El desarrollo de una racionalidad universal, fundamento de una convivencia libre y fraterna entre los hombres, era la esperanza que presidía la Ilustración y que Habermas hace suya. Ahora bien, ¿es la racionalidad comunicativa la cristalización contemporánea del sueño ilustrado? Expresado de otro modo: ¿hasta dónde llega la universalidad de la racionalidad propuesta por Habermas?

3.1. Fundamentos de una racionalidad absoluta.

Para los ilustrados, lo quieran o no, todos los seres humanos están sometidos a una lógica histórica y a unas posibilidades universales y necesarias de construcción y comprensión de la experiencia. Los seres humanos no pueden negarse a formar parte de la historia y de la manera de construir la experiencia. Son dos absolutos que se le imponen. Sin embargo, esos fundamentos absoluto del ejercicio de la razón, han fracasado.

a) Una teleología inmanente de la historia humana (Hegel, Marx).
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Hegel.

Teleología que forma parte del despliegue de la realidad racional en el tiempo (Hegel, 1770-1831). 

Sin embargo, este fundamento ha fracasado, pues no parece ni que el devenir de la historia sea racional -como demuestran los horrores del presente- ni que la libertad del hombre pueda reconciliarse con una interpretación determinista de la historia.

b) Una subjetividad trascendental (Kant).

Subjetividad depositaria de las condiciones de posibilidad de toda experiencia (Kant). 

No obstante, el sujeto es una realidad constitutivamente histórica y es, por tanto, su inevitable instalación histórica la que determina las condiciones de posibilidad de construcción y de comprensión de la experiencia.

3.2. Racionalidad comunicativa condicionada.


Para Habermas, por el contrario, la universalidad de la razón comunicativa no es absoluta -como pretenden kantianos y hegelianos- sino condicionada. ¿Por qué condicionada?

a) La libertad para negarse a dialogar limita nuestra racionalidad.

 Porque la racionalidad comunicativa es una racionalidad basada en el procedimiento argumentativo de una comunidad de diálogo. Y, por lo tanto, la libertad del ser humano le faculta para negarse a dialogar. La universalidad de la razón comunicativa dependerá de que los seres humanos quieran, efectivamente, someterse al arbitraje de una comunidad de diálogo. 

Así pues, la única limitación de la universalidad de la racionalidad comunicativa radica en aquellos que no quieren dialogar, aquellos que se apartan voluntariamente de la praxis lingüística comunicativa. De este modo, vuelve a plantearse el viejo problema de la Ilustración: ¿es la racionalidad humana esencia del ser humano o accidente por el conquistado?

b) Pero no definitivamente.

Si la única limitación de la universalidad de la racionalidad comunicativa nace de la capacidad que tienen los seres humanos de negarse a participar en el diálogo, es obvio, que, para afirmar una universalidad sin limitaciones, bastará con mostrar la imposibilidad de que el hombre rehúse el diálogo. Esta es la solución a la que se aproxima Habermas en el siguiente pasaje de su obra Conciencia moral y acción comunicativa:

"Los particulares no tienen posibilidad de no participar durante largos periodos en los contextos de acción orientada al entendimiento. Esta posibilidad supondría la retirada en el aislamiento monádico de la acción estratégica o en la esquizofrenia y el suicidio. A largo plazo, la posibilidad es destructora."

La racionalidad es fruto de una apuesta, de un compromiso ético sin el cual es imposible. La razón Ilustrada, depositaria de una esperanza de una convivencia humanizada, demanda de nosotros el compromiso ético de su promoción. La racionalidad exige "voluntad" de razón. 

c) Contradicción performativa.

No obstante, quien participa en el diálogo no puede argumentar dialogalmente contra los requisitos de la racionalidad procedimental explicitados en las condiciones  de la comunidad ideal de habla, ya que quien así procediera incurriría en la llamada contradicción performativa, esto es, negaría de forma explícita lo que implícitamente reconoce en su praxis lingüística. 

Pongamos que  yo no estoy de acuerdo con la tesis de Habermas según la cual la pretensión de verdad es un requisito de la comunicación y así se lo hago saber:

"Señor Habermas, la pretensión de verdad no es un requisito del proceso de comunicación lingüística".

Ahora bien, al decir esto, me estaré dirigiendo a Habermas con la presuposición de que este ha de aceptar que lo que yo digo es verdad. Luego, mi praxis lingüística, mi acción comunicativa, presupone que la verdad de lo que yo digo es una pretensión inherente a la praxis lingüística comunicativa, aunque haya dicho lo contrario.

4. La fecundidad teórica y política del paradigma de la racionalidad comunicativa.

Una vez reconocida que la única limitación de la universalidad de la racionalidad comunicativa radica en aquellos que no quieren dialogar, Habermas se lanza a apuntalar todo lo posible la racionalidad comunicativa mostrando su fecundidad teórica y política.

4.1. La racionalidad comunicativa como criterio de desarrollo moral.

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Kohlberg.

Hemos dicho que la comunidad ideal de diálogo es un procedimiento argumentativo que garantiza la racionalidad de la conclusión, racionalidad que se constata en su universalidad e imparcialidad -rasgos constitutivos de la racionalidad desde la Ilustración-.

Si aplicamos este principio a la moral, resulta que el grado de desarrollo moral de un sujeto vendrá dado por su grado de asunción de la universalidad e imparcialidad como criterios de elección racional de normas morales.

Ahora bien, este criterio es, precisamente el que utiliza Kohlberg (1927-1987) en su análisis del desarrollo psicológico de la conciencia moral. Kohlberg establece, efectivamente, seis estadios de desarrollo moral que jerarquiza en función del grado de universalidad e imparcialidad de los principios morales asumidos por los agentes.

En el último estadio de desarrollo, los individuos seleccionan alternativas basándose en criterios morales que estiman válidos para todos -universalidad- porque representan intereses que no son individuales, sino universalizables -imparcialidad-.

Por consiguiente, puede afirmarse que la teoría de la racionalidad comunciativa es capaz de fundar, como demuestran las investigaciones de Kohlberg, criterios de evaluación moral del desarrollo moral.

4.2. La racionalidad comunicativa como criterio de desarrollo histórico  y político.

a) Crítica del determinismo y del economicismo marxistas.

El materialismo histórico de Marx se propuso desarrollar una teoría de la evolución histórica a través del estudio de los diversos modos de producción que se han sucedido a lo largo de la historia del hombre. Para Habermas, sin embargo, la propuesta marxista adolece de graves insuficiencias: asume una concepción teleológico-determinista (se diría que la historia avanza según una lógica propia no decidida por los seres humanos), es economicista -puesto que centra su interpretación de la organización social en la categoría fundamental del trabajo- y, por último, asume un concepto de racionalidad próximo al de racionalidad tecnológico-instrumental.


- En el cambio social, no solo es relevante el aprendizaje técnico, sino también el moral, que posibilita una integración social más madura y nuevas relaciones de producción.

- La racionalidad se plasma en el desarrollo de las fuerzas productivas, pero también en las formas de integración social: mecanismos de regulación de conflictos (moral y derecho), imágenes del mundo y formaciones de identidad de la sociedad.

b) Legitimación procedimental del poder y de las leyes en los sistemas democráticos.

La legitimación del poder viene dada por aquello que confiere a los que lo detentan el derecho a poseerlo y ejercerlo. Las leyes son legítimas cuando proceden de un poder que la comunidad reconoce como el encargado de elaborarlas. 

En los sistemas democráticos la legitimidad se obtiene solo a través de los procesos democráticos que expresan la voluntad política de los ciudadanos: el poder se legitima, pues, procedimentalmente, ya que cuando la voluntad política se elabora a través de procesos democráticos es cuando ese poder puede ser reconocido por sus destinatarios.

Se puede evaluar el grado de desarrollo de una sociedad en función del grado de desarrollo de su racionalidad, esto es, de su grado de asunción de los principios de razón comunicativa: un diálogo sin coerciones entre los individuos implicados. Para Habermas, pues, serán legítimas aquellas políticas que promuevan el mayor grado de participación responsable, información y ausencia de coerción, en función de los recursos sociales disponibles. La racionalidad comunicativa se convierte, así, en el criterio de inspiración y evaluación de los proyectos políticos; en otras palabras, en el vector que orienta la praxis emancipatoria.

c) Patriotismo constitucional.

En opinión de Habermas, la mejor manera de solucionar el problema de cómo cohesionar y hacer sentirse miembros de una misma comunidad a los ciudadanos de las actuales sociedades multiculturales , multinacionales y multiétnicas es el patriotismo constitucional. El elemento de cohesión entre los ciudadanos tiene que ser, no tanto la fidelidad a un contenido constitucional que puede variar, cuanto la aceptación de los principios y valores constitucionales y democráticos, es decir, la valoración de la discusión democrática, los espacios públicos de discusión y el respeto a los derechos humanos. Gracias a sus propiedades procedimentales, el proceso democrático garantiza la legitimidad y, por ello, puede sustituir, cuando resulta necesario, las carencias de la integración social.





















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