jueves, 12 de abril de 2018

Nietzsche: el problema de Dios.


1. La escisión entre razón y vida.

La filosofía de Nietzsche hace de la vida la fuerza primigenia y el criterio de valor a bsoluto. Este vitalismo le lleva a criticar radicalmente la cultura occidental, que está en decadencia porque ha adoptado una actitud intelectual contraria a la vida.

1.1. Apolo y Dionisos.

Nietzsche comienza por una crítica a la filosofía: los griegos hiciero soportable el carácter terrible de la existencia (simbolizado por Dionisos, dios de la vitalidad desbordante, creadora, aunque cruel y destructiva), creando un bello mundo ilusorio de representaciones artísticas (simbolizado por Apolo, dios luminoso del orden, la regularidad, lo mesurado y formalmente perfecto). A su síntesis perfecta entre lo apolíneo y lo dionisíaco, es decir, entre razón y vida, unidas en un ùnico mundo en constante devenir (Heráclito), le puso fin Socrates, que inició un modelo de filosofía que potencia en exceso la razón. Platón acentuó ese error al inventar el "mundo verdadero" de las ideas, opuesto al mundo del devenir sensible, que desde entonces fue visto como "engañoso", "aparente".

Este error se produjo porque Platón consideró el lenguaje algo autónomo, como si los conceptos universales designasen seres superiores al mundo real y existentes por sí mismos, cuando en realidad tanto el lenguaje como la razón son instrumentos al servicio de la vida. De este "culto a la gramática" surgieron la metafísica y la ciencia, saberes vacíos, que han ahogado la espontaneidad de la vida bajo el peso de huecas abstracciones formales (el "ser", "lo uno", "la sustancia", etc.).

Nietzsche emprende, asimismo, una crítica de la moral antinatural, intelectualista, de Sócrates y Platón, que entienden la virtud exclusivamente como un ejercicio racional, donde el cuerpo, las pasiones y los instintos, que pertenecen a la parte menos valiosa del alma, deben reprimirse.

1.2. El sacerdote.

Finalmente, Nietzsche plantea una crítica a la religión: el cristianismo agudizó la tensión entre razón y vida al proyectar los valores en un Dios trascendente, frente al cual el hombre y la naturaleza son negados. Si la moral antigua era una moral de señores, donde "bueno" equivalía a "noble", "bello" o "aristocrático", y "malo" a "ruin", "débil", "vulgar" o "plebeyo", la religión cristiana, con su resentimiento hacia todo lo que es fuerte y elevado, basada en la obediecia, el sacrificio, la mansedumbre y el gregarismo.

Esta inversión de los valores antiguos y el triunfo de los valores decadentes del cristianismo es llevada a cabo por los sacerdotes. El sacerdote es una casta híbrida de aristócrata y esclavo. Como aristócrata tiene un espíritu creador, quiere dominar y dar un orden al mundo. Pero es incapaz de una creación afirmativa, su única forma de crear es negar lo que hay; es, por lo tanto, un ser "reactivo", un "resentido", un esclavo. Y como esclavo condena todo lo que constituye la esencia del mundo sensible (ya que, como tal se siente a disgusto en él, es incapaz de asumir el carácter trágico de la existencia). Mediante un ejercicio de astucia cosigue que se declaren como buenos los sentimientos condenados cmo malos por el aristócrata. Con ello consigue un doble fin, destruir el mundo antiguo, y hacerse con el poder. Al condenar los valoes que mantenían en pie el mundo antiguo, acabarán siendo destruidos los antiguos señores. Pero ello no significará una liberación de los esclavos sino más bien todo lo contrario. Al poner como buenos los sentimientos tristes, la compasión, el ascetismo, etc., debilitan a los hombres para dominarlos mejor. El prototipo del sacerdote es el judío y como heredero suyo, el cristiano.

El último paso lo dio Kant -un "cristiano alevoso", según Nietzsche-, que aplastó la sensibilidad bajo su ética del deber, basada en una ley formal, abstracta.

 2. La muerte de Dios.

Sin embargo, con la Ilustracióln y el avance de la ciencia, se produjo un acontecimiento trascendental, el más importante de la época: la "muerte de Dios", que implica la pérdida del fundamento religioso sobre el que se sustentaba el sistema de valores de nuestra cultura. Nietzsche se presenta a sí mismo como uno de los pocos que ha sabido advertirlo, con "buen humor" y "sin miedo" (a pesar de la gravedad del descubrimiento), cuyas consecuencias ("sombras") comienzan a sentirse por toda la cultura occidental: la luz del "Sol" (símbolo de la idea de bien platónica o del Dios cristiano) empieza apagarse, dejando a oscuras al continente europeo ("nuestro viejo mundo").

2.1. Aspecto negativo de la muerte de Dios: nihilismo negativo.

El hombre occidental no se ha percatado aún de que su pérdida de la fe en Dios -consecuencia del progreso científico y las críticas ilustradas a la religión- tiene una terrible consecuencia. Prueba de su inconsciencia es que sigue viviendo normalmente, sin sentir ninguna angustia: no ha presentido que la "muerte de Dios" implica el "nihilismo"; es decir, el derrumbamiento de todos los valores supremos (como, por ejemplo, los valores morales), que nuestra cultura había fundamentado hasta el momento en ese Dios abstracto, totalmente alejado de la vida, que acaba de perecer. La ausencia del Dios cristiano ha dejado la vida humana sin referentes, provocando la decadencia de la cultura occidental: la vida parece haber perdido todo su sentido.

2.2. El hombre es un ser que "venera".

Nietzsche considera que, frente a la confianza exibida por la filosofía anterior a él en la existencia de un plan divino (providencialismo) o humano (progreso) para el mundo y la historia, la filosofía del futuro, que él representa, debe ser desconfiada y tiene que acabar con falsas veneraciones, pues el hombre, según Nietzsche, es un ser que "venera"; es decir, tiende a creer que hay fuerzas superiores que dirigen el universo. Pero, a estas altura de la historia, y tras la "muerte de Dios", parece evidente ya que el mundo no responde a ningún principio "venerable", ni divino ni humano: no hay en él ni racionalidad ni irracionalidad, ni está organizado en función de ningún plan "moral" ni "providencial".

 El filósofo del futuro ha aprendido a desconfiar de las veneraciones, se ha percatado de que ese "otro mundo" somos nosotros mismos, que hemos proyectado nuestras valoraciones y proyectos en un más allá ficiticio, atribuyéndolos a la providencia de un ser supremo: Dios. Pero ese Dios ya esta´"muerto" y ya no creemos en él.

2.3. Nihilismo reactivo: ateísmo, inmoralismo  y pesimismo.

Nietzshce advierte de que su propuesta no ha de confundirse con ningún "ateísmo" o "inmoralismo", pues estos implican también una espece de "fe" negativa, consistente en creer con firmeza que Dios no existe, que todo está permitido yu que hay que practicar la inmoralidad.

 No tiene razón el pesimismo moderno (Schopenhauer, Leopardi, Mainländer), que, al constatar la "muerte de Dios", cree que el mundo no vale nada y es despreiable, a la manera del budismo o del propio cristianismo (que, tal como lo interpreta Nietzsche, esuna versión moderada y "seductora" del budismo). El pesimismo niega el valor del mundo, al constatar el sufrimiento humano, pero Nietzsche considera que esto supone una concepción antropocéntrica del "mundo", totalmente injustificada. Ante todo, el hombre carece, en realidad, de importancia. El mundo se mantiene indiferente, al margen, de los posibles "plantes" o "expectativas" humanas. Resulta incorrecto, por tanto, hacerle el reproche de que "carece de sentido" o "no vale nada", al comprobar desilusionado que el hombre no es su centro o que no existe un Dios que lo dirija. "Venerar" el mundo porque se supone que en él se cumplen ciertos planes divinos o humanos es tan absurdo e ilegítimo como "denigrarlo", prque la "muerte de Dios" y la pérdida de la fe han hecho trizas esos falsos ídolos.

2.4. Aspecto positivo de la muerte de Dios: nihilismo positivo.

Ante la "muerte de Dios", el hombre se enfrenta a una alternativa: o es incapaz de asumir dicha "muerte" y su pérdida de fe en el mundo trascendente de valores morales le lleva a caer en un nihilismo reactivo (con la consiguiente negacíon pesimista de la vida, que le conducirá a la autoaniquilación, desesperado ante una existencia que le parece carente de sentido) o se atreve a aceptar la "muerte de Dios", con todas sus consecuencias, y derriba los falsos ídolos que coartaban su libertad, lanzándose decididamente al "mar abierto", en pos de la creaiòn de nuevos y más elevados valores que enriquezcan su vida. Haciéndolo así, se superará a sí mism, se elevará al rango de "espíritu libre" y preparara el advenimiento del superhombre.

Este nihilismo positivo, que muy pocos "espíritus libres" -entre ellos, Nietzsche- han sabido detectar, les hace afrontar la catástrofe de la "muerte de Dios" con buen ánimo, sin tristeza: tras la noche del nihilismo, se adivina la luz de la aurora, de un nuevo "amanecer". El nihilismo y el derrumbamiento de los antiguos valores han dejado sitio libre al hombre para ocupar el puesto del viejo Dios "muerto" y crear nuevos valores que fomenten la vida y den sentido a su existencia.

3. Ascetismo religioso y voluntad de muerte en la ciencia moderna (heredera del cristianismo).

Nietzsche emprende una crítica de la ciencia moderna, desenmascarando los presupuestos y valoraciones que en ella se encierran.

3.1. Ascetismo.

Se suele considerar a la ciencia un saber neutral, sin valoraciones ni prejuicios previos, que solo se basa en hipótesis, quedando excluida de ella toda fe o "convicción". Pero es falso, según Nietzsche, que la ciencia esté libre de presupuestos: tras ella se encuentra una voluntad, orientada hacia un valor abstrato: la verdad. La ciencia moderna busca la verdad  "a todo precio", con un ascetismo y una capacidad de sacrificio que recuerdan a la antigua religión: tanto el hombre religioso como el científico sacrifican su vida en aras de "Dios" y de la "Verdad", respectivamente, dos abstracciones que se superponen a la vida y la oprimen. La ciencia, en fin, sustituye a "Dios" por la "Verdad", convirtiéndose así en un síntoma más del nihilismo moderno.

3.2. Voluntad de muerte.

La ciencia moderna oculta una valoración tácita, enraizada en el platonismo y el cristianismo: la verdad es mejor, más valiosa, que la mentira. Y justamente esto es lo que Nietzsche pone en cuestión: "verdad" y "mentira" han de entenderse en sentido extramoral: algo es "verdadero", según Nietzsche, si fomenta y eleva la vida, y "falso", si la deprime o rebaja. Así entendida, una mentira, una ilusión engañosa (como el arte o la música), puede ser mucho más útil para la vida que la seca y fría verdad (científica), que termna por "inmorlarla" y "degollarla" bajo sus secas fórmulas abstractas. Nietzsche (igual que el poeta Leopardi, al que admiraba, a pesar de su pesimismo), considera que el engaño, la ilusión y la mentira son necesarios, como estimulantes para la vida, mientras que la verdad (científica) suele deprimirla, pues a ella subyace una voluntad de sacrificio, una "voluntad de muerte" (término que Nietzsche toma de Mainländer). La vida es amoral y se situá, por tanto, "más allá del bien y del mal"; por eso, ha de verse estimulada mediante un bello juego de apariencias (artisticas musicales), que le dan una "forma grande": "el gran estilo".

3.3. Heredera del cristianismo.

La ciencia moderna es, en realidad, heredera del antiguo idealismo platonico y del cristianismo (a pesar de su pretendido ateísmo). Tras su voluntad de verdad, se encierra, como en la metafísica platónica y en la religión cristiana, la creencia en la existencia de dos mundos distintos: uno "verdadero" compuesto de ideas abstractas, que sería la verdadera realidad, y otro mundo inferior, aparente: el mundo de la vida, siendo aquel superior y más valioso que este.

Pero con la "muerte" del Dios cristiano, que se ha demostrado como "la mayor mentira" de la historia, se derrumba también el valor de la verdad, asociada a Él; es necesario, pues, sustituir la "voluntad de verdad" científica por la "voluntad de error", propia del arte, y crear una "ciencia alegre" (gaya), que fomente la vida, en sustitución de la ciencia contemporánea, nihilista, antivital.

4. El ideal de lo eterno de la filosofía occidental: providencialismo y progreso.

Nietzsche critica también a la filosofía. Es un tópico decir, desde Aristóteles, que la actividad filosófica ha de ser "desinteresada", puramente teórica. Nietzsche, en cambio, considera que también detrás la filosofía occidental, y muy especialmente tras la metafísica y la moral, se oculta una valoración latente, que lleva a considerar más valioso lo ideal y eterno que el devenir sensible y la plenitud de la vida.

Nietzsche ve en esta preferencia un síntoma de la decadencia de las fuerzas vitales del propio filósofo, que lo incapacita para producir una filosofía apasionada, pues la filosofía profunda y seria exige pasión vital y tener un "gran amor" por los problemas que en ella se plantean.
  

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