miércoles, 9 de septiembre de 2020
EL APEGO SEGURO DESDE EL QUE EXPLORAR EL MUNDO.
jueves, 27 de agosto de 2020
APUNTES DE PSICOLOGÍA
Luis Hornstein: Sublimación y vida cotidiana.
La relación entre el objeto artístico, su creador y el consumidor remite a una dimensión del deseo que es necesario elucidar como raíz del placer estético. Afirma Arnold Schoenberg:
"Una obra de arte no puede lograr mejor efecto que cuando transmite al oyente las emociones que se agitan en el creador, de manera que también se agiten y desencadenen en él su tempestad."
Estas tempestades, en aquellos pacientes que pueden vivirlas, son precisamente las que nos permiten acceder a dimensiones de la subjetividad que habitualmente se sustraen a nuestra escucha. Necesitamos una metapsicología de la sublimación que torne audibles ciertos deseos, ciertos conflictos, ciertas angustias que habitan esas tempestades.
Freud era prudente ante el misterio de la creación. Pero nos sigue tentando dar cuenta del dinamismo de la creación estética, no tanto para ayudar al artista en su tarea sino para ayudarnos en la nuestra. Personalmente, más que el artista me interesan el lector y el contemplador. En la clínica, es insoslayable hacer distinciones, trazar límites, marcar niveles.
He diferenciado la sublimación de otros retornos de lo idealizado:
- Idealización: idealizar a alguien consiste en considerarlo un modelo de perfección, exagerando las virtudes de esa persona y pasando por alto sus cualidades menos positivas. De esta forma generamos una imagen bastante alejada de la realidad que puede complicar nuestra relación con el individuo idealizado. nos conduce a relacionarnos no con la persona en sí, sino con una fantasía propia.
- Fascinación.
- Alienación.
- Relaciones narcisistas.
Y de otros retornos de lo reprimido:
- Formaciones reactivas.
- Pulsiones inhibidas en su fin.
- Intelectualización.
- Aislamiento.
Freud descubrió que en la sublimación algo especial ocurría con el fin y el objeto de la pulsión. Sin desaparecer, la sexualidad alcanza un valor social y ético más elevado. Pero el ideal (los ideales) no es innato sino histórico. La sublimación, así, sólo puede ser definida por los avatares de una historia singular que puede estar en concordancia o en discordancia con los valores colectivos. ¿La sublimación requiere que esa actividad sea socialmente valorizada? No es condición suficiente y tal vez ni siquiera condición necesaria. La sublimación, a diferencia de la adaptación -que sólo acata-, transgrede a menudo los valores admitidos en el campo cultural.
La sublimación es una vicisitud de la pulsión procesada desde la complejidad de una historia identificatoria que permite desplazamientos simbólicos de los objetos primordiales. Algunas identificaciones lo parasitarán (identificaciones "prisión"), otras le permitirán al yo aceptar la movilidad temporal sustituyendo la repetición por la creación (identificaciones "pasaporte").
Propongo definir la aptitud para la sublimación como producto de la identificación con la potencialidad simbolizante de los otros significativos. Tanto la sublimación como la idealización son el resultado de un trabajo de elaboración psíquica que separa la pulsión de su apuntalamiento primitivo, y la conduce hacia otras direcciones:
- Pero la idealización es un fenómeno parcial (sólo se produce una modificación del objeto), mientras que la sublimación es un proceso que concierne a la pulsión en su totalidad.
- El yo, renunciando a poseer el objeto, se apropia de sus cualidades: tal la identificación. En la idealización, en cambio, no hay duelo sino sobreinvestidura del objeto, que ocupa el lugar del ideal del yo.
El yo, aunque puede renunciar a su imagen idealizada (yo ideal) mantiene en suspenso la posibilidad de que otro pueda encarnarla (idealización). Es la búsqueda del otro prehistórico inolvidable que todos intentamos encontrar (Freud, 1892-99). Un otro que nos entienda más allá de las palabras. La idealización, con su carácter masivo, fantasmático -cuya instancia es el yo ideal-, debe diferenciarse de los ideales que se liberan de la omnipotencia y que implican la aceptación de la castración en el registro identificatorio. La idealización genera inhibiciones o, peor aún, alienación. El yo se somete al juicio exclusivo del otro que puede dotarlos de sentido o declararlos insensatos. La alienación implica que el sujeto ha perdido todo derecho de juicio sobre su propia actividad de pensar, realizando un deseo de abolir todo conflicto y sufrimiento.
La neurosis, pensaba Freud, es una solución individual y asocial de los problemas planteados a la condición humana; a escala colectiva, la religión, las ciencias y las creencias propondrán otras soluciones. La capacidad de transformar la vivencia interior en algo transmisible es lo que diferencia la sublimación de la producción de síntomas. ¿Cómo distinguir el síntoma de la sublimación? Ambos encuentran su resorte en última instancia en el deseo: ¿Qué beneficio primario y secundario tiene la sublimación? ¿Cuál es la relación entre identificación, sublimación y adquisición del lenguaje? ¿Qué lugar tiene la sublimación en el proceso de la cura?
En la encrucijada de lo individual y lo colectivo, entre la resonancia de la obra para el autor y su función social, ¿qué posición ocupa el arte? Una intermedia que califica el campo de la ilusión.
Freud (1913::
"El arte constituye el reino intermedio entre la realidad que deniega los deseos y el mundo de la fantasía que los cumple."
Los fenómenos transicionales descritos por Winnicott (1971) constituyen el espacio virtual entre el afuera y el adentro. La sublimación se efectúa en ese espacio potencial: entre el exceso de investimiento de la realidad psíquica que pierde contacto con la realidad y la sobreadaptación que aplasta la vida fantasmática.