1. El problema de la política y de la sociedad como preámbulo de fe.
2. Aristóteles: semejanzas y diferencias con la propuesta política tomista.
3. Ley natural, ley positiva y ley eterna.
4. Contexto medieval de las relaciones de la Iglesia y el poder civil.
4.1. Agustinismo político.
4.2. Lucha de las investiduras.
4.3. La teoría de las dos espadas.
5. Las relaciones Iglesia-Estado en santo Tomás de Aquino.
5.1. Subordinación de la Iglesia al Estado.
5.2. Independencia relativa del Estado en lo que se refiere al bien común.
1. El problema de la política y de la sociedad como preámbulo de fe.
El problema de la política y de la sociedad forma parte de los preámbulos de fe de Santo Tomás. Se trata de verdades a las que podemos acceder desde la razón y desde la fe sin que esa forma de acceder a ellas suponga contradicción o doble verdad. Así ocurre con la existencia de Dios (de la que da testimonio la revelación, pero que también se puede demostrar racionalmente por medio de las Cinco Vías), la inmortalidad del alma (que Cristo promete a quienes le siguen, pero que Platón demuestra, por ejemplo, en Fedón), la creación de la realidad de la nada (como aparece en el Evangelio y se demuestra racionalmente en la Tercera Vía), la ética (Cristo predica el amor al prójimo, pero se puede deducir de nuestra naturaleza racional que el bien ha de hacerse y el mal ha de evitarse), o la sociedad (Cristo afirma que nos tratemos co mo hermanos, pero se puede deducir de nuestra naturaleza racional que somos sociables por naturaleza).
2. Aristóteles: semejanzas y diferencias con la propuesta política tomista.
Si en la época Medieval, en concreto en la Patrística, Agustín se inspira en Platón para elaborar la teología cristiana, en la Escolástica, con la recuperación de muchos de sus texto, Tomás de Aquino realiza la síntesis entre razón y fe tomando como referencia a Aristóteles. De hecho, en el problema de la políticia y de la sociedad Tomás se inspira en la “Política” de Aristóteles, obra sobre la que escribió un comentario incompleto en 1272.
2.1. Semejanzas.
- Aristóteles y Tomás parten del análisis de la naturaleza humana y de los fines a los que está orientada. Nuestros actos tienden a un fin último que aparece como un bien deseable, la felicidad, que se adquiere mediante la práctica de las virtudes. Esta felicidad busada no es solo individual, sino también social. Sin esa felicidad social, a la que llamamos bien común, el hombre queda incompleto porque es sociable por naturaleza. Esa cuerpo de individuos sociables por naturaleza necesita de un gobierno racional que dirija su actividad hacia el bien común (teoría hilemórfica). Por lo tanto, el fin del Estado es procurar que la vida de los ciudadanos sea buena para que puedan alcanzar la felicidad.
- También sigue a Aristóteles en el análisis de las formas de gobierno, y en su preferencia por una monarquía atemperada por elementos tomados de la aristocracia y la democracia (también será la forma que elegirá Maquiavelo). Lo ideal sería una monarquía si el monarca fuese el más perfecto de los hombres, pero como no es fácil que eso suceda, considera que el Estado más perfecto será, entonces, una combinación mixta de monarquía, aristocracia y democracia, de modo que los diversos poderes hallen cierto equilibrio. La monarquía funciona como fundamento de la unidad. La aristocracia gobierna la administración. En virtud de la democracia el pueblo elegirá a los magistrados que representen sus intereses. Santo Tomás rechazó el gobierno despótico y arbitrario, por dos motivos: porque se aleja del fin propio del Estado, que es el bien común de los ciudadanos (el Aquinate, defendió, con Aristóteles, que el bien común ha de estar por encima del bien individual, pero teniendo en cuenta que el bien particular está incluido en el bien común).
2.2. Diferencias.
Sin embargo, para Tomás el fundamento último de la sociedad es Dios, ya que la naturaleza humana ha sido creada por él. Tomás se aleja de la concepción aristotélica en tanto considera que el hombre no se agota en su ser natural, sino que está orientado a un fin sobrenatural (por lo que en el Estado no encuentra la autosuficiencia). Puesto que Dios es el bien supremo, y el conocimiento de Dios, el más elevado al que puede aspirar el hombre, una vida dedicada a la búsqueda y al conocimiento de Dios será la más perfecta y feliz para el ser humano. Dicho de otro modo, el fin propio del Estado solo puede proporcionar una felicidad imperfecta, mientras que es la Iglesia quien cuenta con los medios para alcanzar la felicidad perfecta y sobrenatural.
Todos, incluidos los gobernantes, están sometidos a la ley de Dios, que se expresa en la ley natural. Si la ley positiva y, con ella, el Estado, se aparta de la ley natural, entonces no es verdadera ley, y los súbditos no tendrán obligación de obedecerla. La autoridad de los gobernantes proviene de Dios a través del pueblo, pero, si abusan del poder, se convierten en tiranos. Existe el derecho a deponer al tirano si hay garnatías de que no se producirán males mayores.
3. Ley natural, ley positiva y ley eterna.
Si la esencia de todos los entes que han existido, existen o existirán, ha sido pensada por Dios antes de ser creados, en último término, la razón de ser de todo lo creado ha de ser buscada en su creador. Esa razón de ser con la que Dios gobierna el mundo que ha creado se llama ley eterna, de la que participan las criaturas mediante la ley natural, que las dota de una naturaleza propia y de unas inclinaciones específicas.
3.1. La ley natural.
El campo específico de la razón es el conocimiento de las verdades naturales. Como ser racional que es, el hombre puede descubrir por sí mismo las reglas que le permiten desarrollarse de acuerdo con su naturaleza y con la naturaleza en general. Al conjunto de reglas que regulan la naturaleza la llama Tomás la ley natural. Su repertorio se deduce del repertorio de las tendencias naturales del hombre. El hombre actúa correctamente cuando sigue la ley natural que le dicta su razón. La ley natural es, pues, el hábito de la razón práctica, su forma de actuar habitualmente, que se encuentra de forma universal, invariable e indeleble en la razón. Su primer precepto es: "Ha de hacerse el bien y evitarse el mal". Esta es la norma básica que establece el criterio de moralidad al que deben atenerse los actos humanos y a la que se reducen todos los demás preceptos relacionados con las tendencias naturales. En este sentido, la ley natural, por ser un mandato único, se parece a los principios de la lógica, lo que le permite a Santo Tomás establecer un paralelismo entre la razón teórica y la razón práctica.
Básicamente, los preceptos relacionados con las tendencia naturales del hombre son los siguientes:
- Como sustancia, el ser humano tiene una tendencia natural a conservar su propia existencia.
- Como animal tiene una tendencia a propagar su especie.
- Como ser racional, tiene una tendencia natural a buscar la verdad (especialmente aquel tipo de verdades que constituyen su fin último: Dios.).
- El hombre tiende, además, de modo natural, a vivir en sociedad. Pero dado que es un ser racional puede organizar esta convivencia según leyes igualmente racionales. El ser humano, por lo tanto, es sociable por naturaleza y la sociedad civil es necesaria para la perfección de la vida humana. No acepta, pues, la doctrina de san Agustín según la cual la sociedad es una consecuencia del pecado, de tal manera que si no hubiera habido pecado original el ser humano no necesitaría del Estado ni de la autoridad política.
3.2. La ley positiva.
La ley natural nos empuja, pues, a vivir en sociedad. Pero esta solo es posible si existen unas normas legales que regulen la convivencia. Normas que son establecidas por los propios hombres. A este conjunto de normas establecidas socialmente le llama ley positiva.
- Actúa como una prolongación de la ley natural.
- Nunca puede ir contra ella.
3.3. La ley eterna.
A su vez, la ley positiva y ley natural se hallan sometidas a la ley eterna, que es el ordenamiento a que ha sometido Dios al universo. Esta ley somete a los seres físicos a un orden distinto que a los hombres, ya que estos se hallan regidos por una ley moral que respeta su libertad.
4. Contexto medieval de las relaciones de la Iglesia y el poder civil.
Esta doctrina política sólo puede ser comprendida en el contexto de las disputas medievales de las relaciones de la Iglesia y el poder civil.
4.1. Agustinismo político.
Ya san Agustín había planteado la dualidad de las “dos ciudades”. Sin embargo, el llamado agustinismo político no se encuentra en sus escritos, sino en el de los papas Gelasio (siglo V) y Gregorio Magno (siglo VII). Significa una absorción del orden natural dentro del orden sobrenatural, y del Estado dentro de la Iglesia. Y una concepción “ministerial” del poder temporal: “El reino terrenal está al servicio del reino de los cielos” (Gregorio Magno).
4.2. Lucha de las investiduras.
En el siglo XI el poder del Papado se encuentra debilitado (lucha de las investiduras). Gregorio VII –el monje Hildebrando- acomete la reforma en 1073, y en 1075 los Dictatus Papae: primacía del Papa en la Iglesia, poder de deponer a los emperadores y de eximir a los súbditos de la fidelidad a los reyes (en 1076 es excomulgado y depuesto Enrique IV). Gregorio VII afirma que “la dignidad sacerdotal está por encima de la dignidad real”. Y pedro Damián (siglo XI) desarrolla esta imagen: el emperador es como el hijo, la autoridad paterna pertenece al Papa.
4.3. La teoría de las dos espadas.
En los siglos XII y XIII el poder de los reyes se fortalece progresivamente, apoyándose en gran parte de la burguesía de las ciudades, enemiga del feudalismo y del poder eclesiástico, y siempre favorable a acoger las herejías que pretendían abolir la jerarquía eclesiástica. Pero en esta época el Papado alcanza su máximo esplendor. Bernardo de Claraval formula entonces la teoría de las dos espadas: “La espada espiritual y la espada material pertenecen a la Iglesia; pero ésta debe empuñarse para la Iglesia, y aquélla por la Iglesia; una está en manos del sacerdote; la otra, en manos del soldado, pero a las órdenes del sacerdote y bajo el mando del Emperador”.
En este contexto, la doctrina de Tomás de Aquino representa una postura bastante más flexible.
5. Las relaciones Iglesia-Estado en santo Tomás de Aquino.
En tanto el fin de la Iglesia es un fin sobrenatural, la Iglesia es una sociedad superior al Estado y este debe subordinarse a aquella en lo que concierne a los asuntos de la vida sobrenatural.
5.1. Subordinación de la Iglesia al Estado.
Para Tomás no hay dos fines últimos de la existencia humana (uno terrenal y otro sobrenatural), sino un solo fin último, de carácter sobrenatural: la visión de Dios en la otra vida. Ello conduce a subordinar el Estado a la Iglesia, y a asignar al poder civil una misión también religiosa: “ordenar aquellas cosas que conducen a la felicidad celestial y prohibir las contrarias”.
5.2. Independencia relativa del Estado en lo que se refiere al bien común.
Sin embargo, Tomás es bastante realista, y no ignora las dificultades de la época: reconoce la independencia del Estado en lo que se refiere al bien común (natural). Pero esa independencia no es absoluta: el Estado no posee la plena autarquía que le reconocía Aristóteles. Así, la relación entre la Iglesia y el Estado es semejante a la que existe entre la fe y la razón: aunque la razón y el Estado tengan su campo propio, ambos están al servicio de la fe y la Iglesia. Tomás de Aquino tiene una visión jerárquica de la realidad y también de la sociedad, y huye del dualismo –del tipo del averroísmo latino-, que sólo se implantará más tarde. Hay que esperar a Dante, en su De Monarchia (siglo XIV), para encontrar una neta distinción entre la Iglesia y el Estado, basada en la distinción de dos fines del ser humano.